Es curioso como la naturaleza saca lo mejor de nosotros. Nos sentimos atraídos, cautivados, inspirados por su belleza más simple.
Algo tiene que siempre nos hace volver una y otra vez a ella. Como abejas que flirtean con las flores. ¿Será quizás que la esencia humana proviene directamente de su néctar?
La maltratamos, la consumimos sin control y abusamos de sus recursos. Puede que todavía no logremos entenderla pero, aún y así, siempre está ahí para sorprendernos, esperando paciente a que volvamos a caer en la cuenta de que la necesitamos más que nunca para volver a conectar con nuestros anhelos de pertenecer a algo superior.
Mientras recuperamos la lucidez y resintonizamos nuestro pulso verde, las estaciones intentarán seguir como puedan con su curso natural.
Ya es primavera en el gran Beijing.