Faraday es, en esencia, descarada y tremendamente socarrona. Bajo el clásico marco casero y de humor absurdo que caracteriza a este género español, la cinta va un paso más allá, introduciéndonos un concepto de comedia española 2.0. El director, Norberto Ramos del Val, vuelve a sumergirse en el género de ciencia-ficción paranormal, con el que ya se vio las caras en Summertime (2012), y lo hace una vez más fusionándolo con la comedia (en esta ocasión romántica).
Desde el inicio el director nos lleva a través de la vida de Faraday (Javier Bódalo), un chico ridículamente cómico obsesionado con ser detective paranormal, mediante una serie de sketches correctamente hilados. Nos presenta a otros personajes importantes como son su madre (interpretada por una genial y desternillante Sonia Almarcha) o su novia Pati (Diana Gómez), una chica inocente y algo chiflada. Ya en este comienzo se nos introduce el concepto 2.0 del que hablaba antes, ya que la mayoría de chistes y bromas giran en torno a internet, y más concretamente a Twitter y la emergente moda del ?bloguerismo gafapasta? (y todo el ansia de fama cibernética que genera).
El verdadero motivo de la trama arranca cuando la pareja se muda a vivir juntos a un piso, cuyos anteriores inquilinos murieron bajo extrañas circunstancias. La relación entre los protagonistas comienza a agrietarse, dedicándose en exceso a sus pasiones. Ejemplificando, por el lado de ella, un mal muy común de nuestra sociedad actual, que es la obsesión por las nuevas tecnologías y el poder hipnótico de las redes sociales. Continúan los gags sobre este tema, pero de manera más efímera para que la historia siga desarrollándose. Aquí es donde la trama afloja el buen ritmo que llevaba, puesto que sin tanta comedia la historia es bastante insulsa.
Por un lado, la película no es nada pretenciosa, lo que primeramente le sienta bien para desarrollar su humor, pero después es esta falta de pretensiones la que provoca que no destaque prácticamente en nada. A excepción de las interpretaciones de Sonia Almarcha e Ismael Martínez (estupendo en el papel del vidente Leblonde) -y de un correcto Javier Bódalo- el resto carecen de la convicción necesarias, sobreactuando ligeramente en algunos casos. Y termina por abusar de los cameos de las ?celebrities? españolas de la red.
En definitiva, como contenido posee los ingredientes de una comedia española al uso, pero la forma (la temática de internet) cierra demasiado el cerco hacia un público versado en el tema. Aviso, por tanto, que si no estás familiarizado con el mundo de Twitter y el bloguerismo cinéfilo y de moda puede que te resulte cansina, aburrida y en muchos momentos no entenderás de qué se ríe la sala.
En una frase: La beta de la comedia española 2.0
Alejandro Famos