Vamos a comenzar por publicar en varios capítulos la novela corta que dio origen a mi seudónimo "Espejismos". Esta novela la escribí en el año 1990 con aquel antiguo programa "Wordstar 5.0".
Luego en el 2014 tuve la oportunidad de publicarla dentro de una antología de la editorial Negro sobre Blanco. Para quienes quieran adquirir el libro, les dejo el link haciendo click en la imagen.
Como dije anteriormente, la iré publicando en varias partes, así que deben estar pendientes para no perderse ningún detalle de esta interesante historia. ¡Espero que la disfruten!
Espejismos
Hace muchos años en una pequeña aldea una leyenda nació. Se decía que para borrar la maldad y la destrucción del mundo, un niño debía ser sacrificado al Dios del Este, para así calmar su enojo y salvar al resto de la humanidad. Pero si por el contrario el niño se alejaba del Dios del Este para ir hacia el Dios del Oeste, dios del mal, todo lo bello y lo bueno se perdería y la maldad reinaría para siempre. Y sucedió que la leyenda se olvidó y por no recordar hacia qué lugar llevar al niño, cometieron el error y la maldad surgió.
Y los años pasaron y sólo los viejos de la aldea esperaban que la leyenda se llevara a cabo mientras veían con dolor como todo estaba corrompido y la inocencia y la bondad se perdían.
Pasaron 20 años y de pronto un día llegaron a la aldea dos jóvenes recién casados que estaban en busca de paz y tranquilidad. Habían abandonado la gran ciudad por no soportar toda la injusticia y la mentira que poco a poco se había apoderado de casi todo ser viviente. Buscaban un refugio, un lugar donde poder tener hijos y criarlos sanamente.
Pero en esta aldea los niños eran considerados una amenaza, así que cuando una niña llegaba a la pubertad era expuesta a una operación quirúrgica donde se le extirpaba todo el aparato reproductor dejándola estéril para siempre. De esta forma la tasa de natalidad disminuyó de manera considerable y dio rienda suelta al sadismo y prostitución.
Lorena y Javier no conocían las leyes de la aldea a la que acababan de llegar así que por precaución decidieron alquilar una cabaña en las afueras y formar allí su propio hogar. Compraron dos caballos, una vaca y varios animales de corral y se dedicaron a trabajar la tierra y vivir de lo que ella les brindaba.
Nadie les prestó atención, todos los aldeanos estaban demasiado ocupados con sus padecimientos y maldades como para preocuparse de un par de forasteros. Sólo un anciano se percató de su llegada.
Buscaron la manera de procrear, pero el tiempo pasó y el deseo de la pareja no se cumplió pues ella no pudo quedar embarazada. Ella comenzó a llenarse de frustraciones y la vida, poco a poco, se le fue tornando gris.
Lorena, en su desesperación, acudió a cuanto médico y especialista habían el la aldea pero todas las respuestas eran desalentadoras. Ella estaba segura que no había sido intervenida nunca a una operación de infertilidad pero aún así la respuesta era negativa, ella no podía procrear.
Un día, en el lago que bordeaba la cabaña, Lorena contemplaba dos pajaritos que se turnaban para empollar su huevo. Javier trabajaba la tierra muy cerca de allí. Lorena lo observó durante largo tiempo y luego comenzó a llorar en silencio. De pronto sintió una mano en el hombro y se volvió asustada. Era un hombre anciano, de cabello sumamente canoso y ojos de un negro profundo. Lorena se asustó pero el anciano tomó sus manos y la calmó.
Aquel contacto de sus manos entre las de él le hizo sentir una paz que jamás había sentido y sin conocer a aquel hombre se echó a llorar en su regazo. El acarició sus cabellos y escuchó atento a todos sus lamentos. Cuando Lorena se calmó el anciano la miró y dijo:
‑ Entiendo tu posición y lo que sientes, hace años mi esposa, que en paz descanse también lloró como tú. Nosotros sí tuvimos un bebé, un varón fuerte y hermoso pero la fatalidad se encargó de llevárselo antes de que pudiéramos hacer algo. Aún así, si no hubiera muerto naturalmente, los de la aldea lo hubieran asesinado. Ellos saben que un niño es un peligro y cuando se percatan de la existencia de alguno, corren a matarlo, como si fuera una carnada y ellos unos zorros hambrientos.
Lorena lo miró interrogante, pero él continuó.
‑ La leyenda dice que un día un niño de inocente mirada será llevado ante la presencia del Dios del Este para abogar por la humanidad. Entonces todo el mal que existe se acabará y aquellas almas impuras caerán en el infierno por toda la eternidad. Eso es lo que todos aquí tratan de evitar pues aunque casi toda la humanidad está corrompida la leyenda dice que es aquí, en este pueblo donde ese niño nacerá. Por ahora todos se divierten haciendo todo el mal que pueden, violan, matan, roban, lastiman...
‑ Entonces ¿que debo hacer? ‑ preguntó Lorena ‑ no deseo tener un hijo para que luego los aldeanos traten de matarlo por un simple cuento.
‑ No es un cuento ‑ dijo el anciano ‑ es la esencia de este lugar, la creencia de este pueblo, es su propia biblia, y matarán a cualquiera que trate de cambiarla.
El anciano apartó a Lorena, besó sus manos y se despidió deseándole suerte y prosperidad.
Esa noche Lorena habló con Javier y le contó su encuentro de esa tarde. Javier se enojó por la ingenuidad de su esposa. Le prohibió seguir hablando con personas que no conociera, y le pidió que no creyera en las tonterías que aquel viejo senil le había contado. Lorena obedeció a su esposo y a medida que pasaba el tiempo el recuerdo de aquel encuentro se fue borrando de su mente.
Pasaron dos años y el sueño de Lorena y Javier se hizo realidad. El tan esperado hijo llegó, un varón fuerte y hermoso llenó su existencia. Ella lo amamantó hasta casi el año y su padre le enseñó todas las cosas que la naturaleza ponía a su alcance. El niño creció sano y un poco frágil. Era de contextura normal, de cabello ondulado y negro, ojos grandes color miel, largas pestañas, piel blanca y una vocecita tierna y dulce. Lo caracterizaba su nobleza e inocencia. Lorena daba gracias al Dios Supremo todos los días por tener a Marcos a su lado.
Y así pasaron tres años más en aquella felicidad de hogar. Una noche Lorena se encontraba en la habitación de Marcos, sentada al lado de su camita azul que con tanto cariño le había hecho Javier en su tercer cumpleaños. Terminaba de ponerle la manta encima y lo miraba embelesada mientras el niño se dormía. "Es hermoso" pensaba,"si es así a los tres años me imagino como será cuando sea todo un hombre". Pero entonces una sombra pasó ante sus ojos. Miró asustada hacia la ventana y vio con horror el rostro de un viejo mirándola fijamente. Aquel rostro le pareció familiar pero no podía recordar donde lo había visto antes.
El viejo movió la cabeza en forma de saludo y ella le hizo un gesto para que entrara a la cabaña. Terminó de arropar a Marcos, apagó la lámpara y fue a buscar a Javier para contarle mientras iban a abrirle la puerta al anciano. Lo invitaron a sentarse en el comedor mientras Lorena les servía café. Javier miraba al visitante con desconfianza. El anciano tomó un sorbo de café, los miró y contó el motivo de su visita.
‑ Estoy aquí ‑ dijo ‑ para prevenirlos. En la aldea ya todos sospechan de la presencia del niño. Todos están nerviosos y ya están buscando la manera de eliminar al pequeño.
Lorena quedó petrificada y la taza de café resbaló de sus manos causando un ruido seco al quebrarse en el suelo. Se oyó la vocecita de Marcos llamando a Lorena. Ella reaccionó y fue a buscarlo. Regresó con el niño en brazos y se sentó en la mecedora cerca de su esposo. Ella lo apretaba contra su pecho y la lágrimas corrían por su mejilla mojando así la manta que lo cubría.
Javier miró a su esposa y dijo que lo mejor era partir cuanto antes. El anciano asintió y dio a Javier un mapa donde estaba marcado el camino a seguir hacia un escondite seguro lejos de las montañas.
‑ Deben alejarse de las montañas,de esa forma no le pasará nada al pequeño. Mi consejo es que partan esta misma noche para que al amanecer estén lejos de aquí. Si lo desean yo puedo acompañarlos pues conozco todos los caminos hacia un buen refugio.
La pareja aprobó la idea y prepararon todo para el viaje. Ensillaron los caballos y guardaron en alforjas comida, ropas y todo lo que tuviera algún valor pues tenían el presentimiento de que pasaría mucho tiempo antes de que pudieran regresar.
Capítulo 2
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