Ver La Batalla de los Cinco Ejércitos ha sido una experiencia similar a acabar una partida de Cluedo. Una vez mostradas las cartas, uno repasa mentalmente todo el proceso que ha llevado a cabo intentado adivinar la identidad del asesino (o, en este caso, las intenciones del director y los guionistas).
Terminada pues, la trilogía, es La Desolación de Smaug la que se muestra como la parte más completa, atrevida y novedosa. La primera queda como la más irregular por lo evidente de su alargamiento y la tercera, aunque igualmente dilatada, se mantiene arriba gracias a su sencilla intención de convertirse en un simple pero potente entretenimiento.
Esta tercera parte es un juguete. Un juguete de millones de dólares, donde el uso del CGI le resta la seriedad de la que antaño se encargaban maquillaje y ausencia de decorados, pero a la vez le añade un divertido imaginario de criaturas: los protagonistas se permiten montar ciervos, jabalíes o cabras y los trolls son de todas las formas y tamaños.
El reparto si que parece haber echado el resto. Excepto por los enanos "secundarios", de los cuales la mayoría no tiene más de un par de frases, los demás han podido dar la talla y en la cumbre se encuentra Richard Armitage. El intérprete de Thorin "escudo de roble" sabe capturar las emociones de un alocado rey y de un cálido amigo con igual acierto. Llama la atención también un divertido Billy Connolly como jefe de esa banda de moteros que serían hoy en día los enanos: macarras y con ganas de salir de fiesta una vez acaben con los pijos de los elfos.
Parece necesario hablar de la eficacia de la obra como adaptación. Provoca una mezcla de risa y llanto darse cuenta de que la batalla, en la obra original, ocupa seis hojas. Puede que no siga los caminos marcados por la novela, pero el resultado es el mismo, y eso tranquiliza. Hay elementos que chirrían, y la mayoría aparecen al actualizar al discurso contemporáneo y al discurso cinematográfico los valores de personajes de un cuento infantil de 1937. El aquí siempre valeroso Bilbo Bolsón, por ejemplo, es en la obra original poco más valiente que cualquier campesino, y utiliza el anillo para pasar desapercibido en más de una ocasión.
Hace unos días, coincidía Ian Mckellen con el grupo One Direction en el programa de Graham Norton, haciendo que fuese casi obligado hablar del traspaso generacional que suponen y supondrán estas películas, desde las últimas hasta las primeras. En palabras del propio actor, hablando de sus seguidores:
"algunos de ellos todavía no habían nacido cuando empezamos a rodar El Señor de los Anillos. Y ahora representa una gran parte de sus vidas, y eso es conmovedor. ... leer m??s
Eso es lo mejor: estamos haciendo clásicos"
Miren, suelo evitar la primera persona cuando hablo por aquí. Creo que es un síntoma de pedantería y que transmite una subjetividad que no le hace ningún favor a la tarea del crítico. Pero tras haber acabado la que al parecer será la última adaptación de la obra de Tolkien, solo me invaden sentimientos y creo que traicionarme juzgando La Batalla de los Cinco Ejércitos por encima de mis posibilidades no me haría ningún bien, ni a ustedes tampoco. Así que contento, feliz, escribo mi última línea sobre esta película y este universo, recordando y repitiéndome una frase con la que Gandalf se despide de Bilbo:
"Te considero una gran persona, señor Bolsón,
y te aprecio mucho; pero en última instancia ¡eres sólo un simple individuo en un
mundo enorme!"