Las crisis alimentarias continuas y el hambre crónica son relegadas con frecuencia de los titulares para dejar paso a las emergencias alimentarias extraordinarias y de gran escala, lo que contribuye a crear una visión distorsionada e incompleta del problema del hambre en el mundo.
¿Qué es el hambre crónica?
Pese a que en el mundo se producen alimentos en cantidad suficiente para todos, cada año casi 900 millones de personas en el planeta padecen hambre crónica, 55 de los cuales son niños menores de cinco años que sufren desnutrición aguda, y representa el 12, 5%de la población mundial, o una de cada ocho personas.
Esta situación se debe en parte a crisis recurrentes (periódicas) como las provocadas por los conflictos y los desastres naturales, y en parte a las variaciones estacionales que condicionan la disponibilidad de alimentos y el acceso a los mismos. Afecta a multitud de comunidades en su lucha diaria por sobrevivir, lo que reduce su capacidad para soportar dificultades añadidas, y el coste en vidas humanas de esta combinación es devastadora.
Según la FAO, cada día, millones de personas en el mundo ingieren tan sólo la cantidad mínima de nutrientes para mantenerse con vida, y estima que las personas que pasan hambre de forma crónica están subnutridas. No comen lo suficiente para tener la energía necesaria que les permita desarrollar una vida activa. Su subnutrición les dificulta el estudio, el trabajo o la práctica de cualquier actividad que requiera esfuerzo físico.
La subnutrición es especialmente perjudicial para las mujeres y los niños. Los niños subnutridos no crecen de forma tan rápida como los niños saludables. Mentalmente pueden desarrollarse más despacio. El hambre constante debilita el sistema inmunológico y les hace más vulnerables a enfermedades e infecciones. Las madres que pasan hambre de forma continua dan a luz a bebés débiles y con falta de peso, y ellas mismas se enfrentan a un mayor riesgo de muerte, asegura la FAO.
Las víctimas más vulnerables
La gran mayoría de estas personas ?852 de los 870 millones de desnutridos? vive en países en desarrollo, donde la prevalencia de la subnutrición se estima actualmente en el 14, 9%de la población. Dentro de estos, la mayor parte vive en las comunidades rurales pobres de estos países en desarrollo. Muchas no tienen electricidad ni agua potable. La sanidad pública, la educación y los servicios de saneamiento son, a menudo, de baja calidad.
Curiosamente, las personas del mundo que pasan más hambre y están más expuestas a la inseguridad alimentaria están a menudo directamente involucradas en la producción de alimentos. Cultivan pequeñas parcelas. Crían animales. Pescan. Hacen lo que pueden para proporcionar alimentos a sus familias o ganar dinero en el mercado de productos locales.
La población urbana pobre es otro de los grupos en riesgo de padecer hambre. Producen pocos o ningún alimento y a menudo carecen de los medios para comprarlos. Las ciudades están creciendo constantemente. En el año 2000, casi dos mil millones de personas vivían en las ciudades; para 2030 esta cifra se habrá como mínimo duplicado. A medida que las ciudades crezcan y mas gente migre de zonas rurales a zonas urbanas, la población urbana pobre aumentará. El hambre y el acceso a alimentos asequibles en las ciudades serán, por tanto, cuestiones de creciente importancia. Muchos no tienen terrenos propios y trabajan a sueldo para obtener dinero suficiente con el que salir adelante. A menudo el trabajo es estacional, y la familia debe desplazarse o separarse para ganarse la vida.
Para colmo de males, cada año, las inundaciones, sequías, terremotos y otros desastres naturales así como los conflictos armados causan destrucción generalizada y fuerzan a las familias a abandonar sus hogares y granjas. A menudo, las víctimas de las catástrofes no sólo se enfrentan a la amenaza del hambre sino también directamente a la inanición.
Las familias vulnerables carecen de los recursos necesarios para construir su capacidad de recuperación y hacer frente a estas crisis. En consecuencia, incluso los acontecimientos de menor importancia les obligan a recortar sus recursos, con lo que su situación para superar las crisis siguientes es aún más precaria.
El hambre que no se debe olvidar
Normalmente, las crisis recurrentes son consideradas como una cuestión de carácter ?humanitario? que necesitan una respuesta inmediata y a corto plazo. Sin embargo, los especialistas dicen que se debería responder a estas crisis desde una doble vertiente: por un lado dando respuesta a las emergencias con operaciones de ayuda a corto plazo, pero combinadas con acciones sostenidas encaminadas al desarrollo a medio y largo plazo. Con estas acciones, se conseguiría actuar menos ?apagando incendios? y más con el objetivo de aumentar la capacidad de recuperación de las comunidades.
Pero para ello se necesitaría una mejor gobernanza del sistema mundial alimentario a nivel nacional e internacional basado en la transparencia y responsabilidad, la emancipación de la población pobre y su participación en las decisiones que les afectan, dicen las organizaciones humanitarias.
En la Cumbre del Milenio del año 2000 celebrada en la sede de la ONU en Nueva York, los líderes mundiales reafirmaron su compromiso de reducir el hambre. El Objetivo 1 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) hace un llamamiento para que se reduzca a la mitad la proporción de personas que pasan hambre entre 1990 y 2015.