Nota: reseña de la versión en 3D (V.O.S.E)
Siempre se pueden tomar diversas opciones. Podemos enfrentarnos a una película sin conocer el pasado de quienes la crean, sin buscar su contexto, invitándonos a nosotros mismos a caminar por una cuerda que no vemos hasta el momento en el que tenemos que poner el primer pie. Y ahí lo tienes. Un vacío conformado de imágenes que poco a poco van originando una historia. La otra, conocer aquello que rodea la obra. Entender que parte del trabajo de Zemeckis se basa en la presencia de un protagonista con una importancia mayúscula sería un pequeño acercamiento a El Desafío.
Siguiendo la línea de Forrest Gump o Náufrago en cuanto al personaje principal, en esta ocasión nos presenta una película basada en la historia real de Philippe Petit. El funámbulo francés hechizó a medio mundo cuando el 7 de agosto de 1974 cruzó las Torres Gemelas a través de una cuerda, con la única protección de un contrapeso para su equilibrio. Una hazaña que en esta ocasión se reconstruye con un Joseph Gordon-Levitt que camina firme junto a un reparto con el que forma un grupo con vida propia. La sinergia que se crea entre Levitt y Charlotte Le Bon (Annie, su musa), Clemant Sibony (Jean- Louis, su fotógrafo), Cesar Domboy (Jeff, su matemático con pánico a las alturas), James Badge Dale (J.P, su contacto) y el inagotable Ben Kingsley (Papa Rudy, su padre artístico), es uno de los puntos fuertes de la cinta. Pero hay que verlo en su contexto, Levitt no cede en ningún momento su importancia dentro de lo que vemos y se nos cuenta, la historia la narra (literalmente) y la cuenta su personaje. El protagonista evoluciona a lo largo del metraje gracias a las figuras que le rodean, que para bien o para mal, se mantienen en un segundo término sin dejar por ello de tener una interesante cercanía con el espectador.
El otro aspecto lo encontramos en lo técnico, en la construcción visual de la película, y necesariamente he de definirme antes de hacerlo: el 3D no me suele gustar, de hecho, acostumbro a alejarme todo lo que puedo de este sistema casi ferial. La comparación no es banal, generalmente los añadidos suelen ser ajenos a lo que se cuenta y dejan, en ocasiones, en ridículo al resto de la película. Singularmente, estamos ante uno de esos casos especiales, aunque quizás llegue en un momento en el que el sistema ya está suficientemente lapidado. Sin llegar a maravillar, nos encontramos con un uso (o intento de, que ya es algo) narrativo de la tridimensionalidad, o con una intención más allá de la simple experiencia, en una búsqueda por reflejar lo que ocurre en momentos precisos dentro del mundo de sus personajes. Esto no evita que en ocasiones los modelados por ordenador (o la unión de planos digitalmente) sigan separando esa sensación de inmersión debido al choque visual. Pero es necesario evidenciar la intención, el valor de la misma, y el atractivo que puede tener por ello.
Mientras lo visual muestra un despliegue muy interesante, su estructura narrativa se convierte en la cuerda floja de la cinta, provocando que el espectador no sepa del todo qué es lo realmente importante. Es extraña la composición sobre la que camina, llevando peso por unos objetivos que a priori podrían no ser los que el público espera. Por otra parte, sería injusto definir esto como un error, ya que según avanza y tras su finalización, puede ser comprensible, e incluso positivo la forma en la que se colocan las metas hacia los que avanza.
Nos encontramos ante una película con un despliegue visual interesante y con una estructura sobre la que puede hacer perder a un público que espera con ansias que cruce línea. Sostenida por un Gordon-Levitt que sigue afianzando su carrera con otro gran trabajo, se arropa y sujeta sobre el vacío por un reparto con una cercanía muy intensa, que hace que sus más de dos horas de duración merezcan la pena.
En una frase: una de las pocas películas con un 3D que busca algo más que el puro espectáculo.