El arquetipo del ser superior que muere para concebir, la destrucción creativa de las mitologías orientales y el mortal que nos redime con su sufrimiento. La historia de la joven muerta de la que se originan las cosechas, el ave que renace de sus propias cenizas, el joven despedazado por su hermano, todos tienen algo en común: son relatos de renacimiento. La existencia del mito en diversas culturas pone en evidencia nuestra necesidad de creer en la destrucción con un propósito. La destrucción creativa que permite encarnar en una forma distinta y enriquecida por la experiencia del sufrimiento. No existe lucidez sin dolor. El proceso por el cual se renace, revelando la verdadera identidad, duele.
Nacer, crecer, morir...
No es un ejercicio de mitología comparada, ni un post místico aunque podría ser ambas cosas de la mano de una narradora conectada a nivel espiritual. Quien suscribe está en el más prosaico de los estadios de su vínculo con la metafísica. Te respeto Platón pero, nos encontramos en otro momento. En ese sentido, esta entrada es una reflexión sobre las formas en las que podemos re-inventarnos creativamente. En vida. Re-nacer pero sin pasar por el molesto detalle de que se deterioren definitivamente tus funciones vitales. Nada de re-encarnaciones porque estoy segura que en alguna vida pasada fui una persona sencilla y sigo pagando mi karma con tanta intensionalidad.
Como sabrás, ando en proceso de rebelión contra las estructuras limitantes, las ideas y los prejuicios que nos impiden vivir de la única forma que debería ser posible, con paz mental. No es una ambición compleja y retorcida de cuarentona. Mi ambición de paz mental es de larga data aunque antes no tuviera ese nombre. Para ser honesta, creo que solo sentí "paz mental" cuando estaba embarazada. No sé si habrá sido el efecto de la gonadotropina coriónica o una inesperada mutación en los jodidos de mis neurotrasmisores, lo cierto es que mi embarazo fue un momento de absoluta consonancia entre la desmesura de mi cabeza, la salud de mi cuerpo y la intensionalidad de mi espíritu. O sea, mientras otras embarazadas son una bomba de histeria incomprensible para ningún otro mortal hormonalmente equilibrado, yo era un mar de tranquilidad. Una sedita, diría no-marido. Desde entonces, busco recuperar ese estado tan agradecido para la convivencia familiar y además, perpetuarlo. Ya si me vas a preguntar cómo...
Metamorfosis.
No te preocupes, no es que después de leer Intensional vas a despertarte en tu cama trasmutada en escarabajo pelotero (sí señora, Gregorio Samsa no era una cucaracha) o cualquier otro insecto con exoesqueleto y patas peluditas. Y aunque las patas peluditas las puedo considerar ahora que hace frío, mi intención es preguntarte por qué razón, tendemos a encasillarnos en determinados roles y los concebimos inmutables. Por qué razón no creemos en la posibilidad de re-inventarnos. Claro, no estoy pensando en un servicio de chapa y pintura -aunque eso ayude. Estoy pensando en por qué cuesta tanto darle un poco de crédito a la posibilidad de transformarnos en nuestra mejor versión. Si venías livianita de pensamiento acá es donde te lo espeso un poquito, solo un poquito: es que la mayoría de nosotras no sabemos cuál es nuestra mejor versión. Es difícil re-inventarse cuando no tenés idea de en qué podés metamorfosearte. O de pronto sos de esas afortunadas que tiene tantas buenas versiones que sos casi un cover mítico de los Beatles.
La mejor versión de vos misma.
En general, puedo afirmar que estoy conforme conmigo y toda mi desmesura pero aún así, estoy segura -segurísima- de que no soy "mi mejor versión". Porque la metáfora de la metamorfosis no es otra cosa que una expresión de la búsqueda de ese modo en el que lo más poderoso de mí se exprese para ayudar, creer y crear. Mi idea de re-inventarse es la de ese estado que no está condicionado por una forma física, un estado civil o un vínculo laboral. Admiro honestamente a las personas que pueden ser la mejor versión de sí mismas en cualquier lugar y en toda circunstancia. Las admiro y me esfuerzo por aprender de la forma en la que piensan y viven.Conclusiones intensionales.
No voy a escribir lo que estás acostumbrada a leer. Es cierto que las personas capaces de dar la mejor versión de sí mismas, re-inventándose frente a cualquier circunstancia
viven en el único tiempo posible: el presente,
perciben el cambio como oportunidad
y piensan creativamente; divergente, no-lineal.
Sin duda. Parecen tener la sabiduría zen inscrita en el código genético. Ahora ¿qué pasa con los que no tenemos la calma asertiva de un monje budista? No nos rendimos. No mi santa. Claudicar no es una posibilidad. Lo que intentamos es aprender a verbalizar el cambio para darle sentido. No es tan complicado como te puedas estar imaginando. En realidad es el más simple de los principios y el origen de la mitología más poderosa de occidente: en el principio, fue la palabra. Los relatos le dan sentido a nuestro universo y cuando aprendemos a contar la mejor versión de nuestro relato, obtenemos la mejor versión de nosotros mismos. Dicho de otro modo; esas felices personas que van por la vida dejando una estela de luz son capaces de contar y contar-se la historia de su vida de tal forma que en la edición, logran sacar brillo de los claros y atenuar el contraste con los oscuros. Son maestros de la narración. Cuando creés en tu historia...como el barco de Chanquete. No nos moverán (detalle que delata que ya estoy grande...) No te desesperes pensando que vos no tenés ni idea de cómo contarte tu propia historia, cómo editarla ni quién corno es Chanquete. Para eso está el Proyecto Intensional. Para orientarte en la edición de tu relato personal, digo, no para hacer una remake de "Verano azul". Pero para que no te vayas con sabor a poco te cuento que las personas que cultivan el arte de re-inventarse creativamente:
- Tienen un "basta" y saben cómo usarlo. Cuando algo ya "no da para más" lo usan y punto final.
- ¿Conocés la palabra "no"? ¿Qué palabra dijiste?
- Cuando hablan no se conforman con "decir", comunican. El lenguaje no existiría sin la posibilidad del diálogo.
- Comprenden que entre la palabra "verdad" y la palabra "versión" hay una diferencia abismal. Uno no tiene la verdad, tiene una versión imaginaria (un relato).
- Comprenden el valor de los adjetivos: cuando vivo una experiencia y la califico le estoy dando el poder de transformarme.
Re-inventate. Buscá la forma de transformar tu relato personal y si te parece, el jueves seguimos intensionando.