Soy de las que aprendieron a atreverse. De las que huyeron de los que no se atreven. De esas que se enamoran de los defectos. De esas que se hacen adictas a la discontinuidad y a las comas. Soy de esas, muy a mi pesar. De esas que conforme más hablan, más la cagan. De esas que intentan arreglar lo que no tiene arreglo, hasta que acaba teniendo mucho menos arreglo de lo que tenía en un principio.
Digamos que mi principal función es “desarreglar”. Sí. Digamos que soy una desarregladora nata.
Soy de esas chicas. De esas que la gente cataloga de sensibles. De las que llevan colgada la etiqueta de ñoñas. De las que parecen intocables en lo más profundo del alma pero altamente quebradizas a la altura del pecho. De las que creen en las segundas oportunidades (y en las terceras, las cuartas, las quintas…). De las que escriben sin pensar en lo que escriben. De las que hablan rápido y sin respirar. De las que se pintan los ojos para aparentar.
Supongo que soy de esas.
Sí. Supongo que tengo algo de todo ese tipo de chicas. De las que caen siempre en las mismas piscinas vacías. De las que siempre se acaban preguntando por un por qué inexistente. De las que siempre eligen mal tirando a fatal. De las que creyeron que el amor iba de otra cosa y que “oye, que me han timado, que me devuelvan mi dinero!”. De las que se ven de mayores rodeadas de gatos y agujas de coser. Sí. De coser. Yo, que no coso ni un botón.
Soy de esas que creen que la salvación se esconde en el bizcocho de chocolate de Mercadona y en las madrugadas con capítulos repetidos de “La que se avecina”. Soy de esas que responden a todos los tópicos. Soy un tópico andante, más bien. Creo que nací en la generación equivocada y con la mentalidad cambiada. Que nunca encuentro mi lugar. Que todo lo que se extiende me deja de gustar. Y no pongo a una cosa para quitar a otra. Ni mancho con moras. Ni saco con clavos. Ni desespero esperando, pero sí que espero milagros.
Supongo que soy alguien más. Alguien que no pasará a la historia. Alguien que se irá con sus neuras a otra parte. Con alguien, tal vez. Con nadie, quizás. Supongo que a las personas que se nos da bien desarreglar no se nos suele dar bien ordenar. Y vagamos constantemente en un mar de dudas y sentimientos que una vez que se encuentran, se pierden de vista.
Soy de las que cuentan los días. De las que tachan las horas. De las que restan los meses. De esas que ni viven el momento ni descansan pensando en el futuro. Nunca mente en blanco, como mucho en blanco y negro. Con los pies nunca en la tierra, con la cabeza nunca sobre los hombros, con los ojos nunca cerrados.
Pero centrada. Centrada en desarreglarlo todo. En desarreglarme el armario y las libretas. En desarreglar de nuevo el suelo de mi habitación y mi mesa, que nunca está recogida, pero peor. Estoy centrada en saber lo que se siente en medio del caos. En salir de la pecera que construí quedándome dentro, sin poder salir. Porque no sé qué hago aquí. Si nunca me gustó bucear. Si no suelo aguantar más de diez segundos bajo el agua. Pero ya está. Ya veo la pared.
¿Y sabes lo que quiero? Que todo cambie. Que el caos lo llene todo de canciones nuevas. Que todo surja. Que todo salte. Que al rascar la pintura, me guste el color que quede. Que me vuelva a apetecer comer fruta sin obligación. Que volvamos a emborracharnos con mistela. Que volvamos a bailar canciones que no me sé. Y que me vuelvas a abrazar. Pero que vuelva a aparecer la cordura en el momento más inapropiado.
Y que vuelva el caos. Luego.
Porque contigo lo haría.
Contigo quiero desordenar los papeles, desastrar la casa, ensuciarlo todo. Que venga la hecatombe y que nos pille con un café entre las manos. Y que nos salvemos por los pelos. Que corramos como nadie. Que nos tiemblen las piernas. Que nos explote el pulso. Y que salgamos con vida. Que podamos contarlo a nuestros nietos. O escribirlo en un libro.
Y que cantemos. Las nuevas canciones. Las que fuimos capaces de componer. Las que fuimos capaces de gritar desde el infierno para que se escuchara en el cielo, y viceversa.
Y que tengamos valor.
El valor que hace falta para crear nuevos recuerdos.
M.
Archivado en: Relatos, Uncategorized