Das boot

Un imponente submarino se alzaba majestuoso ante nuestros ojos, negro, con el agua resbalando brillante todavía por sus costados. Con las dos especie de alas que salían a cada lado de la proa perpendiculares a nosotros.

—¿Qué probabilidades hay de que un trasto como ese se nos aparezca en medio del mar?

—Ninguna, seguro, ya nada es casual —me respondió Laura— pero si lo piensas bien tiene su lógica que haya sobrevivido, en el momento del estallido de la infección podría encontrarse a miles de millas de su base.

—A qué país pertenecería —se interesó Thais— antes de los zombis quiero decir.

—Es un submarino inglés, de la clase Astute. Cuando la clase Swifsure empezó a quedarse anticuada la Royal Navy decidió crear un reemplazo, la planificación comenzó en 1986 y termino en 1989. Con el fin de la Guerra Fría se decidió cambiar el diseño y construir los submarinos como apoyo para barcos de superficie y de caza submarinos. Disponen de un refuerzo en su casco para poder emerger en las capas polares, pueden disparar misiles crucero Tomahawk tácticos a 1.800 kilómetros de distancia, también cuenta con misiles Spearfish. Su punto fuerte es su capacidad Stealth a los sonares. Su sistema de Sonar es capaz de identificar y rastrear blancos a través de varias miles de millas cuadradas de océano. El propulsor que monta no hace más ruido que el que produce una cría de delfín. Tiene una longitud de 106 metros y una altura equivalente a un edificio de 12 plantas. En él sirve una tripulación máxima de 100 hombres. Puede estar hasta tres meses sin abastecerse y su reactor nuclear le permite permanecer en servicio durante 25 años —Will recitó la explicación de carrerilla; el rubor invadió su rostro lleno de pecas al terminar.

—¿Tú qué eres, un friki de los submarinos?

Thais reprobó a Iván con la mirada.

—¿Sé pilotar, conducir o lo que sea que se haga con un chisme de esos? —Me giré hacia Laura.

—En tu expediente no se reflejaba nada.

Me volví hacia Shania.

—Ni de coña.

—¿Podemos alejarnos de él? —Consulté a Iván.

—Como no saquemos todos las manos por los costados del catamarán y

—Vale, ya está claro —interrumpí.

—Puede que no nos haya visto, no parece hacer nada.

—Sabe que estamos aquí desde hace mucho tiempo —corrigió Will a Jorge.

—Entonces qué vamos a hacer —Mariano interrumpió nuestras tonterías con su pragmatismo.

Antes de que ninguno contestásemos la escotilla de la torreta se abrió y de ella emergieron varios hombres uniformados.

—No parece que vayan armados —Iván observaba a través de los prismáticos— nos hacen señas para que nos acerquemos.

—¿Y bien? —Interrogó Shania.

Tan solo Laura, ella y yo llevábamos nuestras pistolas a la cintura.

—En realidad no tenemos muchas más opciones ¿No?

—Ninguna —me respondió Iván.

Dos de los hombres nos lanzaron sendos cabos.

—Jorge, asegúrate de que todas las armas estén ocultas en su escondite.

El catamarán quedó amarrado a un costado del submarino golpeando contra el casco levemente, parecía mentira como había quedado el agua después de la tormenta que acabábamos de pasar.

Nos recibieron dos hombres en la sala de mando, una estancia con multitud de pantallas encendidas e innumerables paneles de instrumentos. De allí nos condujeron a una habitación con una mesa redonda y una bancada fija de madera de roble rodeándola. Al otro lado una zona con estantes, sin un solo hueco libre en ellos, cafetera, un curioso microondas, los espacios eran extremadamente reducidos y estaban aprovechados al máximo. La iluminación confería un aspecto acogedor, alejada de la desagradable tonalidad amarillenta de las películas de televisión.

Hasta ese instante, el individuo que se identificó como Capitán del submarino apenas había soltado cuatro palabras en un impecable inglés. Tanto él como el segundo oficial nos invitaron a tomar asiento. Naturalmente nos agasajarían con una merecida cena de bienvenida.

—Señores y señoras soy el Capitán Weddell, James Weddell, estoy al mando de este submarino, el Ambush. Esta nave es una de las más avanzadas del planeta. Mañana podrán realizar una visita guiada al mismo. En una media hora estará preparada la cena, nuestra carta no es que sea muy variada pero el cocinero hará lo que pueda. Mientras tanto pueden asearse si quieren, uno de mis hombres les indicará dónde hacerlo. Lamentablemente solo podemos ofrecerles dos camarotes cerrados, el resto deberá compartir literas con nuestra tripulación aunque intentaremos respetar al máximo su intimidad.

El Capitán nos señaló al marinero que debía acompañarnos pero ninguno de nosotros hizo la menor intención de seguirlo. No terminaba de catalogar a los dos personajes. Ninguno parecía llevar armas pero había algo raro en la forma de expresarse del Capitán, como si no se encontrase cómodo con la situación que él mismo había propiciado o como si le faltase soltura a la hora de comunicarse con nosotros, hasta su nombre sonaba falso. Puede que solo fuera el hecho de llevar demasiado tiempo enlatado bajo el mar y hablando con los mismos marineros, pero desde que me había despertado en el CNI nada era lo que parecía.

—Pensé que les apetecería tomar una ducha de agua dulce, en el submarino disponemos de planta potabilizadora, el agua, gracias a Dios, no es problema, pero naturalmente la decisión es suya, nadie va a obligarles a hacer nada que no quieran, son nuestros invitados.

Se volvió a hacer un silencio raro, el segundo oficial se mostraba visiblemente más nervioso, miraba una y otra vez a la entrada por la que habíamos accedido.

—¿Hay algún zombi aquí, dentro del submarino?

Jorge se había dirigido al Capitán en castellano y este pareció entender perfectamente lo que le preguntaba aunque respondió en inglés.

—No, la infección no ha alcanzado el interior de la nave. Esto y todo lo que quieran preguntarnos estaremos encantados de responderlo mientras tomamos la cena. Si no desean asearse puedo ordenar que adelanten el servicio —ofreció cortés el Capitán.

Jorge pareció satisfecho con la respuesta recibida, su inglés, desde la llegada de Will había mejorado considerablemente.

—Creo que aceptaremos su amable invitación y tomaremos esa ducha.

El Capitán no parecía dispuesto a darnos información alguna por el momento, así que podía ser buena idea un paseo por la nave.

Laura y yo nos instalamos en uno de los camarotes, en el otro se acomodaron Thais e Iván. A Mariano y a Jorge les habilitaron unas literas separadas del resto con unas sábanas a modo de biombo, Shania y Will se instalaron en las otras.

—¿De qué va todo esto? —Laura curioseaba en una mesita mientras yo abría un pequeño armario.

—No lo sé, de verdad que no lo sé.

Nos duchamos por turnos, no tanto porque no me fiase un pelo de la situación sino porque la ducha consistía en un habitáculo pequeñísimo. A la media hora exacta, como nos había indicado el Capitán, pasaron a buscarnos y nos acompañaron de nuevo al comedor.

—No se ve demasiado movimiento de soldados en el interior —observó Thais.

—Marineros —corrigió Iván.

Era algo que yo y, seguro que Shania, ya habíamos observado, a ver qué explicación nos ofrecía el Capitán al respecto.

Nos acomodamos alrededor de la mesa, tanto Shania como yo nos colocamos en los dos accesos, así si teníamos que reaccionar con prontitud nos resultaría más sencillo.

Un marinero con un gorro de cocina dejó un puchero con una especie de sopa y se apartó quedando a un lado de la puerta. El Capitán descorchó una botella de Ribera del Duero. Tan solo Mariano, Laura, Shania y yo nos servimos una copa. Antes de que Mariano probase el licor Shania llenó la copa del Capitán y levantándose propuso un brindis: por las casualidades.

Excepto el abuelo, todos permanecimos con la copa cerca de los labios pero sin llegar a beber. El Capitán, naturalmente lo advirtió y vació su copa de un largo trago.

—Caballeros no tratamos de envenenarles ni nada parecido, si hubiéramos querido acabar con ustedes solo tendríamos que haber lanzado el submarino contra su barco, créanme, se encuentran entre amigos, se sirvió otra copa y tomó una cucharada de caldo.

La cena transcurría agradablemente, todos agradecíamos poder comer algo que no fuese pescado, el caldo no era nada del otro mundo pero nos supo a gloria y la carne que nos sirvieron de segundo realmente nos transportó a otros momentos.

—Y ¿Cómo nos han encontrado? —Preguntó Jorge con la boca llena.

—Descubrimos su posición prácticamente desde que se hicieron a la mar en Dajla.

—Estamos muy lejos de allí ¿Tanto alcance tiene su sonar?

El Capitán tragó un bocado antes de contestar.

—En realidad entonces estábamos muy próximos a la costa y contamos con la información de nuestros satélites que continúan operativos ¿No es increíble? los Estados han desaparecido pero sus satélites de comunicaciones continúan funcionando —Shania y yo nos tensamos al instante.

—Entonces estará al corriente de lo ocurrido en el aeropuerto de Dajla —planteé.

El Capitán miró a su segundo antes de contestar.

—Sí, puede decirse que sí.

Abrí los ojos lentamente. Observé el techo del camarote, se veía excesivamente pulcro. Inspiré en profundidad. Un olor algo rancio, a aceite pasado, invadió mis fosas nasales. Tenía una extraña sensación en el estómago. A pesar de ello me encontraba bien, de hecho, no recordaba la última vez que había sentido la misma sensación, ni la última vez que me había despertado cansado de dormir y no porque algún zombi quisiera comernos o algún cabrón acabar con nuestras vidas.

Me giré a un lado. Laura no estaba en la estrecha cama. Su ropa tampoco estaba por la habitación. La puerta del reducido baño estaba cerrada, debía estar aseándose.

Incorporé la cabeza, me encontraba completamente vestido. Intenté acordarme de cómo había llegado hasta el camarote pero mis recuerdos acababan en el momento de la cena. Era lo único que recordaba. Por más que me esforcé, no logré vislumbrar más allá del momento en que terminamos de saborear la apetitosa carne que nos sirvieron. Una extraña sensación se apoderó de mí: y si estoy empeorando de lo que sea que me pasa. Ahora no solo no recordaba el pasado lejano sino que tampoco lograba recordar el pasado más reciente, puede que me esté convirtiendo en un pez. Qué bobada.

Me incorporé de un salto y me dirigí hacia el baño. Al otro lado de la puerta no se oía nada.

—Laura —llamé en voz baja.

Tras unos instantes aguardando una respuesta empujé la puerta. El pequeño aseo estaba vacío. Me alivié y volví al camarote sin dejar de darle vueltas a la cabeza. Algo no cuadraba. Empuñé la pistola, extraje el cargador y comprobé la munición. Todos los cartuchos estaban en su sitio y una bala seguía en la recámara. La pistola de Laura había desaparecido lo mismo que ella. Puede que se hubiese despertado antes y hubiera decidido ir a desayunar. Tal y como surgían esos pensamientos en mi cabeza mi cerebro los desechaba. Abandoné el camarote rumbo a la sala de oficiales.

La distancia no era muy grande pero me extrañó no cruzarme con nadie en un sitio tan reducido como era un submarino. Al entrar me encontré con un individuo vestido con el uniforme del Capitán, junto a él otro segundo oficial, no había nadie más.

—Buenos días Sargento ¿Podemos ofrecerle un café y algo de desayunar? —Escuchar ese acento inglés tan cerrado me resultó extraño.

Mi cerebro identificó al hombre que nos hablaba, se trataba del camarero que nos había servido la cena, al otro no recordaba haberlo visto antes.

—La gente asciende muy rápidamente en la marina inglesa, ayer camarero, hoy Capitán —mis alarmas estaban todas disparadas.

—¿Dónde está Laura?

Antes de que ninguno contestase hizo su aparición Shania.

—Puede que esté con Will. Hola soldadito.

Me volví hacia los dos marinos.

—Le decía a su amigo que tal vez les apetecería un café y algo de desayunar —el Capitán sostenía en una mano la cafetera.

—Buen día a todos —la puerta de la sala de oficiales se abrió de nuevo y apareció Mariano, tras él venía Iván— ¿Vieron al rapaz? No estaba en la litera.

—Thais también se ha ido y

Antes de que Iván acabase la frase mi arma y la de Shania estaban apuntando a la cabeza del Capitán. Tanto Mariano como Iván se quedaron inmóviles y callados. El abuelo se colocó contra la puerta y llevó a su lado al chico. Parecía que empezábamos a ser un equipo.

—¿Dónde están nuestros amigos?

—¿Quiénes son estos dos? ¿Dónde está el otro Capitán? —Shania, lógicamente, también se había dado cuenta del cambio.

—Esa actitud no es necesaria, no tienen porqué apuntarnos con sus armas. Si hubiéramos querido hacerles daño no les habríamos permitido conservarlas.

Con un rápido movimiento me abalancé sobre el Capitán, Shania hizo lo propio con el segundo. Lo cogí del uniforme, lo suspendí hacia atrás e introduje el cañón de la pistola dentro de su boca. La cafetera cayó al suelo y el líquido caliente se extendió a su alrededor, el humo que desprendió inundó el camarote del agradable aroma a café recién hecho.

—No volveré a repetírselo ¿Dónde están nuestros amigos?

El felizmente ascendido Capitán dirigió una mirada a su segundo antes de indicarme con un gesto que el cañón de la pistola no le permitía articular ni una palabra

Saqué el cañón de la boca del Capitán y lo coloqué sobre su frente.

Escupió un trozo de incisivo partido y señaló con la mano algún lugar a espaldas del segundo.

—Señor, explíqueme dónde están mis amigos, quién es usted, qué hace con ese uniforme y por qué no recuerdo nada desde mi mente estaba colapsada, una serie de respuestas a todos los interrogantes que se me planteaban parecía dar vueltas y más vueltas sin que fuese capaz de ordenarlas.

—Nos drogaron —escupió Shania— el vino, echaron algún tipo de droga.

—Yo no bebí vino —terció Iván.

—Además el Capitán y el otro también bebieron —intervino ahora Mariano.

En ese instante las respuestas dejaron de dar vueltas desordenadas y se colocaron detrás de cada interrogante.

—Ellos también terminaron drogados, ahora deben estar durmiendo la mona en algún lugar, pero no se trataba del verdadero Capitán, ese es usted ¿Quién era? El camarero; por eso se encontraban tan incómodos ¿Dónde están nuestros amigos?

El Capitán me indicaba una pantalla de televisión.

—Quiero enseñarle algo.

A un gesto, Shania le permitió al segundo alcanzar el interruptor de encendido. Al instante, en el monitor apareció la imagen de Laura. Descansaba tumbada sobre una cama. La imagen fue desplazándose mostrando primero a Jorge, luego a Will y por último a Thais. Después la señal quedó en negro.

—Ordene que los traigan aquí inmediatamente.

Continuaba manteniendo en vilo al Capitán con una mano mientras con la otra apretaba el cañón de la pistola cada vez con más fuerza sobre su frente.

—Me temo que eso no es posible y —realizó una lenta pausa— creo que debería soltarnos.

—Si no están aquí inmediatamente les pegaré un tiro a cada uno de ustedes y luego acabaré con todos y cada uno de los miembros de la tripulación de este submarino.

La pantalla parpadeó y la imagen regresó. Ahora mostraba a un oficial con un detonador en la mano. Estaba sentado en la misma litera que Laura.

—Verá —comenzó a expresarse con prudencia el Capitán— todo lo que ha expresado antes es relativamente cierto. Mi nombre es en verdad James Weddell, el otro era, un miembro de mi tripulación. La situación es complicada, si no conseguimos convencerle de que nos preste la ayuda que necesitamos —hizo una pausa teatral— el Teniente Steve hará estallar las cargas colocadas por todo el submarino.

—Eso también acabaría con usted y con la vida de todos sus hombres —intervino Shania.

—En estos momentos nosotros no tenemos vida, estamos tan muertos como los millones de seres que pueblan ahora la superficie de la tierra. Si no podemos conseguir su ayuda el explosivo plástico hará menos lenta nuestra agonía.

—¿Cómo sabemos que nuestros amigos están bien? —Mi cabeza intentaba repasar la situación, realizar una composición acertada pero mi nivel de concentración no era el adecuado.

La pantalla, que por un instante había vuelto a perder la imagen, se centró ahora en el pecho de Laura. A través del monitor se percibía perfectamente el relajado movimiento que su respiración provocaba. Luego la cámara fue desplazándose por los demás hasta volver a mostrar amenazante el detonador.

Devolví la pistola a su funda y solté al Capitán. Cayó al suelo con un seco golpe. Se incorporó lentamente y recogió una servilleta de tela con la que procedió a secarse la mano y a limpiarse la mancha que el café derramado había dejado sobre su uniforme. Shania, por el contrario, mantenía la pistola apoyada contra la frente del segundo.

—Su reacción no ha hecho más que confirmarnos que estamos en lo cierto respecto a ustedes.

—Ha dicho que necesitan nuestra ayuda ¿Para qué?

El Capitán se volvió hacia su segundo una vez más. Con un gesto le indiqué a Shania que lo soltase. Ésta lo empujó bruscamente sobre la bancada.

—Antes de nada reiterarles que esta violencia no es necesaria. Si hubiéramos querido hacerles daño ahora estarían muertos. Ni siquiera les arrebatamos su armamento.

—Nos necesitaban —corregí.

—En efecto. Creo que deberíamos sentarnos y tomar un café mientras les explico la situación.

Ninguno de los cuatro nos movimos un ápice de nuestra posición.

—Bien, también podemos dejar el café para luego.

El Capitán se situó al lado del segundo y comenzó su exposición.

—Verán, la cuestión se remonta a varios años atrás, al momento en que se llevó a cabo la construcción de los sumergibles de la clase Astute —recordé sin interrumpirle lo que había dicho Will cuando avistamos el submarino— debido a las condiciones económicas y seguramente a otros motivos más mundanos, el presupuesto para el ensamblado de estas naves se quedó obsoleto antes de colocar el primer tornillo. Estos submarinos dieron problemas desde el momento en que se botaron.

—Abrevie Capitán, no me interesan las condiciones económicas ni políticas de un mundo que ya no existe.

—Bien, veo que las referencias que teníamos de usted no eran equivocadas.

Tomé nota mental del apunte que hacía mención a mi historial para hacerle explicarse más adelante.

—El caso es que hace unas tres semanas el submarino se averió. Pero dentro de la calamidad la avería nos daba una posibilidad. No se trataba de un fallo mecánico, eso hubiera condenado a la nave y a todos nosotros, se trataba de un fallo electrónico. En realidad es un error conocido y de fácil solución: reponer la placa averiada. Sin ella el sistema de navegación no funciona, en realidad estamos a la deriva, las hélices no responden, no reciben las órdenes pertinentes. Imagine nuestra frustración: un submarino nuclear, de combustible ilimitado, prácticamente indestructible hoy en día, con inmejorable protección contra los zombis y sin embargo esclavo de un montón de microchips ¿No es divertido?

—¿Y de dónde coño quieren que saquemos nosotros una placa como esa, del catamarán? —Shania hacía gala una vez más de su natural diplomacia.

—Hay otro submarino ¿Verdad? —realicé una pausa premeditada para observar su reacción— ¿Dónde? ¿Tal vez en Gibraltar?

¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!

Tres palmadas siguieron a mi comentario.

—¡Enhorabuena Sargento! Cada vez estoy más convencido de que pronto se solucionaran nuestros respectivos problemas.

—Y en todos estos días ¿Por qué no han ido ustedes a buscar la jodida placa? —Shania se rascaba la cabeza con el cañón de la pistola.

—Sí, seguiré con mi exposición. En realidad sí que hemos intentado recuperar la placa, de hecho, dos veces. Lamentablemente fracasamos en las dos ocasiones.

—¿Por qué? —Interrogué.

—Bueno, en realidad es un misterio. Se habrá fijado que no ha visto a demasiado personal de la tripulación. No es que estén escondidos, es que desaparecieron en esas dos operaciones.

Decidí que sería mejor comer algo y tomar un café mientras el Capitán continuaba con su explicación. Shania se unió a mí enseguida. Mariano e Iván nos lanzaron sendas miradas desaprobatorias.

—En la primera expedición enviamos a diez hombres. Cada uno de ellos armado con dos fusiles y dos pistolas. Todo parecía ir bien. Lograron desembarcar en la orilla sin mayores contratiempos. Lo cierto es que estamos bastante cerca de la Roca. La primera comunicación fue bien, pero la segunda no llegó a producirse jamás. Nadie regresó. Esperamos una semana. ¿Sabe lo que es estar siete días sin noticias de tus hombres? Sin saber si los has mandado a la muerte y aún peor tratándose de una muerte como la que les esperaba en tierra.

Tras una pausa durante la que pareció lamentar cada una de las dos ocasiones en que mandó a sus hombres a tierra, el Capitán prosiguió su relato.

—El segundo grupo que enviamos fue el más numeroso, se llevaron todos los botes de que disponíamos y casi todas nuestras armas. Establecimos un sistema de enlace más estrecho. Nos comunicábamos cada hora. Todo parecía ir bien, en realidad mejor de lo que hubiéramos esperado. El grupo avanzaba a buen ritmo y en la Roca no parecía quedar uno solo de esos zombis —el Capitán no fue consciente de la mirada de complicidad entre nosotros cuatro— la moral de la expedición era elevada, parecía que por fin íbamos a tener suerte en algo.

—Pero no fue así ¿Verdad? —Mariano le observaba realmente afectado.

—No, no señor, no fue así. La comunicación planeada para la siguiente hora nunca se produjo. A día de hoy no sabemos qué ocurrió.

Shania y yo observábamos al Capitán en silencio.

—Las tripulaciones de submarinos no somos reconocidas por nuestra capacidad para la lucha cuerpo a cuerpo. Supongo que enfrentarse a esos zombis es aún más difícil que hacerlo a enemigos convencionales, humanos quiero decir.

—Nunca se habían enfrentado a ellos ¿Verdad? —Shania lo miraba con una sonrisa de desprecio.

—Los habíamos visto gracias a la señal de televisión mientras funcionó, nos enfrentamos con ellos desde la distancia, pero no, nunca hemos tenido a una de esas cosas cerca de nosotros. Cuando todo empezó, o más bien terminó para la raza humana, nosotros navegábamos por el mar de Barents. Pero eso es eso es otra historia.

—No me cuadran las fechas.

—¿Qué?

—Las fechas, no me cuadran.

—No entiendo ¿Qué fechas? —El Capitán se giró hacia su segundo.

—Anoche, durante la cena, en la que nos drogaron, comentó que se encontraban cerca de Dajla cuando dejamos el aeropuerto, lo recuerdo perfectamente. Ahora dice que llevaban varias semanas varados frente a Gibraltar. No cuadran las fechas.

—El otro Capitán estaba confuso, sin duda se confundió.

La mirada que me echó Shania me confirmó que tampoco se lo creía. En cualquier caso ya habría tiempo para esclarecer ese tema.

—¿Cómo sabremos qué pieza tenemos que recuperar?

—Aguardá un momento —se interpuso entre el Capitán y yo Mariano— no podés irte y dejar al chico así, ni a Laura, ni a Thais y Will, debés exigir que los liberen.

Al abuelo, cuando se exaltaba, le crecía la vena argentina.

—Me temo que eso no es posible, pero no tengan miedo por ellos, estamos entre caballeros, les garantizo que no sufrirán ningún daño.

—Ningún daño decís —Mariano se encaró ahora al Capitán— a saber qué es lo que les habés hecho para que estén así.

—Créame, solo están descansando, duermen profundamente. Les administramos, igual que a todos ustedes, un potente narcótico en las bebidas, no tiene ningún tipo de contraindicaciones.

—Hijo de puta, Thais está embarazada, cabrón —Shania tuvo que interponerse entre el Capitán e Iván para evitar que se abalanzase sobre él.

El rostro del marino palideció.

—No podíamos estar al corriente de algo así, daré orden de que no se le administre ninguna otra dosis a ella. Tampoco al resto en el momento en que partan hacia Gibraltar.

Mariano le echó el brazo a Iván por el hombro y se lo llevó a la bancada.

—¿Y si no volvemos? —La mirada de odio de Iván al Capitán podría haberlo matado— ¿Y si fracasamos? ¿Qué será de ellos?

El Capitán realizó una nueva pausa escénica antes de responder.

—No hay lugar para el fracaso. No quedan más botes, si ustedes no regresan, todos estaremos condenados, nosotros y sus amigos, será el final.

—Estamos perdiendo el tiempo ¿Cómo sabremos de que pieza se trata? —Interrumpí.

—Dos miembros de la tripulación irán con ustedes cuatro.

Miré a Shania antes de responder.

—Ellos no vienen. El abuelo y el chico se quedan aquí.

—Una vez más lamento tener que contradecirle. Eso no es posible, irán ustedes cuatro y mis dos hombres. Eso no es negociable.

—¿Y qué me impedirá cortarte el cuello cuando regresemos? —Shania volvía a mostrar su lado más cínico.

El Capitán sonrió también.

—Como ya le he dicho antes, estamos entre caballeros. Ustedes harán algo por nosotros y nosotros haremos algo por ustedes.

—¿Y qué pueden tener que sea valioso para nosotros? —Shania se mostraba ahora más interesada— y que al mismo tiempo impida que me decida a degollarlos cuando vuelva.

—La veo muy segura del éxito de su misión, esa es la actitud. Verá, disponemos de una información que estamos seguros que les interesará —aunque se había expresado en plural me había mirado a mí directamente a los ojos.

—De qué está hablando.

—Debo remitirme a nuestro acuerdo, le informaré debidamente a su vuelta.

Me dirigí hacia él con paso lento.

—Yo no tengo ningún acuerdo con usted. En ningún momento he dicho que vaya a salir de aquí para ir en busca de su jodida placa.

Lo sujeté del cuello y lo empujé contra la pared. El cañón de mi pistola volvió a terminar en el interior de su boca.

—No me gusta que me extorsionen —bajé el arma hacia sus genitales.

—Si nos hace algún

—¡SSSST! Ya ya ya, ya lo sé, volarás este puto supositorio de latón; pero sabes, me es indiferente. Como dijiste antes será una forma infinitamente mejor de morir que bajo los dientes de esos zombis ¡Shania! —Ordené— Vuélale las dos rótulas al segundo oficial.

El marino intentó oponer resistencia pero Shania lo inmovilizó en el suelo con pasmosa facilidad. Luego presionó con el cañón de la pistola sobre la rótula derecha del oficial.

—¡Espere! —Gritó el Capitán— podemos le ayudaremos a encontrar lo que busca.

Sonreí.

—¿Y qué es eso que buscamos?

—Su hija, usted busca a su hija; el resto le sigue sin condiciones.

No pude evitar acusar el golpe. Para nada me esperaba una respuesta como esa.

—¿De qué coño está hablando? ¿Qué sabe usted de mi hija? —Enfundé mi arma y apreté mi mano contra el cuello del Capitán— hable.

El Capitán cruzó una mirada con el atemorizado segundo. Tras unos instantes de duda asintió claramente.

—Solo le diré que su hija vive —realizó una nueva y exasperante pausa— pero hasta que regresen habiendo cumplido su parte no le diré una palabra más.

Su cara se estaba congestionando, lo solté y retrocedí un paso. Shania continuaba con la pistola apoyada contra la rodilla del segundo oficial.

—No podés hacer caso, no seas boludo, este pibe está mintiendo, es que no lo ves —Mariano se había situado a mi costado.

—No mentimos.

El Capitán avanzó hacia una consola, encendió una computadora y seleccionó un archivo.

—Escuche con atención.

—Afirmativo, la Base ha caído.

Silencio al otro lado

—No creo que haya supervivientes.

Silencio al otro lado

—Negativo, la líder tampoco lo ha conseguido.

Silencio al otro lado

—Afirmativo, la niña se encuentra en perfectas condiciones. Nos dirigimos hacia allí.

Silencio al otro lado

—Será un viaje largo, vamos por tierra. Las carreteras no son seguras, no podemos estimar una fecha de llegada.

Silencio al otro lado

—Es afirmativo, volveremos a enlazar a las 12:00

Silencio al otro lado

—Afirmativo, fin.

 

Eso sí explicaba el conocimiento que tenían de nosotros.

—¿Por qué no se escuchan las palabras del otro interlocutor?

—No lo sabemos, puede que la distancia sea excesiva o puede que tengan algún tipo de encriptación que las hace invisibles a nuestros equipos.

—No podés estar pensando en ayudarles, el chico está retenido, drogado. Debés exigir que lo suelten.

—¿Hay más comunicaciones?

—Sí, pero no las escuchará hasta que cumpla su parte del trato.

—¿Cuál era la localización cuando interceptaron estas comunicaciones?

El Capitán se lo pensó un instante.

—Al Sur del Sáhara.

—Aunque accediese a sus propósitos sigo sin entender en que podría ayudarnos ¿Nos va a meter con su submarino en mitad del desierto?

—Las personas que tienen a su hija, sus amigas —señaló a Shania— tienen que evitar a toda costa adentrarse en el desierto, pero se dirijan a donde se dirijan, tarde o temprano, deberán atravesar el charco.

Le hice una seña a Shania para que se apartase del segundo. Obedeció de mala gana.

—Necesitaremos nuestras armas —ya había tomado una decisión.

—Las recuperaré del catamarán —se ofreció Shania.

—Nuestras armas ya no están allí, o me equivoco Capitán.

—Mi segundo se las devolverá —el oficial se encaminó hacia la puerta.

—No puedo creer que vayás a dejar aquí a nuestros amigos —insistió Mariano.

—Vamos, necesitaré a alguien para que me ayude —Shania casi llevaba al abuelo a empujones.

Los vi abandonar la sala de oficiales.

—Boludo, como tú decís: calláte de una vez o lograrás que todos volemos por los aires —Shania imitó con más o menos fortuna el acento argentino de Mariano.

—Todo vale ¿Verdad? Incluso la vida de nuestros amigos. Vos sos odiosa, la peor persona que conocí.

Shania se detuvo y se encaró con Mariano bajo la atenta mirada del segundo oficial.

—Escucha bien cretino; él necesita algo por lo que seguir adelante. Si no lo encuentra todos terminaremos muriendo en este cascarón ¿Es eso lo que quieres? Que tu apreciado niñito salte por los aires.

Mariano calló por fin y se dejó llevar. Sabía que el estado mental del Sargento no era el apropiado, no lo era desde que dio por muerta a su hija. Realmente lo que necesitaba era una nueva meta, o, en realidad la misma: recuperar a su hija. Si él estaba bien todos estarían bien, la odiosa mercenaria tenía razón.

Cuando Shania y los otros hubieron abandonado la estancia el Capitán se aproximó a mí.

—Como le he dicho dos hombres les acompañarán. Uno de ellos para desmontar la placa y el otro —hizo una pausa para buscar las palabras correctas— el otro como protección.

—Protección para quién.

—Para todos ustedes naturalmente.

Shania, Mariano y el segundo oficial aparecieron de vuelta. Les seguían dos marineros.

—Y ¿Cómo llegaremos a tierra y a qué punto iremos? —Preguntó con desprecio Iván —el mástil está roto y no nos queda combustible para el motor.

—El combustible no es problema. Mis hombres les pasarán varias garrafas para asegurar la ida y la vuelta sin problemas, pero en cualquier caso no deben malgastarlo.

Desplegó una carta náutica sobre la mesa y me señaló el lugar donde debíamos ir.

—En este punto descansa el S120, estaba en reparación cuando toda esta locura se desató. Es un navío gemelo a este, en él podrán encontrar la placa que necesitamos. Procuren permanecer lo menos posible en tierra. Comuniquen con nosotros cada media hora y no se confíen.

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Las garrafas de gasoil ya estaban cargadas, los dos marineros saltaron al catamarán. Uno de ellos sujetaba una pesada radio y el otro portaba una mochila a la espalda. —¿Quién la llevará? —Interrogó el de la radio. Como ninguno contestamos la depositó en el suelo. —Será mejor que partamos cuanto antes. Los marineros soltaron los cabos y el chico arrancó el motor. El catamarán avanzó seguro proporc ...

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¡Hola a tod@s! Hace un rato acabé de leer Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne, aquí os dejo una pequeña ficha: Título: Veinte mil leguas de viaje submarino Título original: Vingt mille lieues sous les mers Autor/a: Julio Verne Editorial: EDHASA Año edición: 2006 Año publicación: 1876 ISBN: 9788435055680 Páginas: 576 páginas Subgénero: Aventuras, ciencia ficción Jules Gabriel Ver ...

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El CSS Hunley se convirtió el primer submarino de la historia que hundió un buque en un conflicto naval. Fue en 1864, durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos, pero pagó un alto precio, se hundió a sí mismo por la explosión. Fue uno de los primeros sumergibles con los que contó la Armada de la Confederación, pero la recuperación de sus restos pone en evidencia y arroja luz sobre el hundimie ...

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Contenido original en Vivir en el Mundo Si te gusta la idea de hospedarte en un hotel diferente, entonces ha llegado la hora de probar el Jules Undersea Lodge en la ciudad de Cayo Largo, Florida. Se trata de un hotel sumergido, construido a 7 metros de profundidad bajo las aguas de la Laguna Esmeralda. Solamente tiene dos habitaciones, un baño y una cocina pero anualmente pasan por allí 400 person ...

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La prueba definitiva de la eficacia del submarino diseñado por Isaac Peral tuvo lugar el 7 de junio de 1890, cuando se sumergió a 10 metros de profundidad, navegó durante una hora y emergió en unas coordenadas preestablecidas. La tripulación durante aquella demostración constaba de cinco oficiales y cinco marineros, expertos en mecánica, electricidad y torpedos, acompañados por Peral, que ejercía ...

Jack Ryan La caza del Octubre Rojo Marko Ramius ...

Sinopsis: Marko Ramius, capitán experimentado de la marina Soviética es puesto al mando del submarino más moderno jamás construido, propulsado por un sistema indetectable por sonares y con un arsenal capaz de atacar sin miramientos las ciudades más importantes de Estados Unidos desaparece luego de un viaje de entrenamiento y pruebas en un juego de guerra. Jack Ryan un analista de la CIA cree que e ...

Inventos Científicos

La invención del submarino es uno de los aportes más novedosos que impactaron la historia de la humanidad, actualmente son varias las versiones que se cuentan, unas están en la imagen del submarino que creó Leonardo da Vinci, otra, en los diagramas creados por el matemático británico William Burne allá por el año 1570, pero lo cierto es que estas eran sólo imágenes. No fue hasta el año 1620, cuand ...

FINLANDIA

11/08/2018: Nos encontramos en Helsinki, ese día fuimos a pasar la tarde visitando la isla de Suomenlinna. Dimos un agradable paseo por la isla y nos encontramos con un antiguo submarino finlandés que se podía visitar. Este submarino participó en la segunda guerra mundial, en 1939 en lo que se llamó la guerra de invierno, cuando los rusos atacaron Finlandia. Así que aproveché la ocasión para ver c ...

Debates Estrenos

No existe un término para el miedo a ahogarse porque, si lo hubiera, probablemente sería todo el mundo tiene esto. Hay acofobia, que se explica por sí misma, pero hay otra fobia, la talasofobia: este es el miedo a la oscuridad profunda y oscura. En pocas palabras: el mar. Esta semana se estrena Underwater con Kristen Stewart, para celebrarlo traemos una lista de las mejores películas que tienen lu ...

2016 Ciencia ficción cine ...

El caos se cierne sobre Tokio y las fuerzas político-militares se quedan impávidas ante la terrible amenaza que proviene del mar, ¿es un tsunami?, ¿un volcán submarino?, ¿algún desastre aún más improbable y biológico que proviene de las profundidades? Y, sobre todo, ¿cómo se enfrenta un gobierno ultra burocratizado a semejante desastre? Los directores Hideaki Anno (Evangelion) y Shinji Higuchi (la ...