¡Hola de nuevo!
Hoy quería compartir con vosotras una agradable experiencia.
Hace poco acudí a la consulta de una antigua compañera de clase (con la que antaño no tuve demasiada cercanía porque no surgió la ocasión). Ella es odontóloga y necesitaba una segunda consulta sobre un asunto que me preocupaba. No sólo me atendió y me dio su opinión profesional, sino que fue tremendamente comprensiva y cariñosa conmigo y me ofreció su amistad. Me la dio porque sí, sin esperar nada a cambio. Recuerdo ver su mirada amigable cuando me vine abajo por el tratamiento que sería necesario e inmediatamente abrió sus brazos para darme un cariñoso abrazo.
Hoy en día no abundan personas con estos valores. Dispuestos a dar sin esperar nada del otro. El dar por el placer de dar. Cuando damos algo esperando otra cosa a cambio, en realidad no estamos dando nada realmente sino realizando un cambio o trueque. Dar por el placer de dar proporciona un placer especial al que da y al que recibe. La recompensa de ver esa mirada de agradecimiento. El poder consolar o hacer a la otra persona feliz es el mejor pago para el que da. Hay una cita del poeta Walt Whitman que dice: "Cuando yo doy, me doy a mí mismo".
¡¡Cuanta razón tenía!!
En la actualidad prácticamente en la única ocasión que damos algo de nosotros mismos desinteresadamente es con nuestros hijos. Los padres dan su tiempo, su persona, su dedicación y su amor a sus hijos.
Me encantaría saber si habéis tenido una experiencia similar, alguien que os haya dado algo sin esperar nada a cambio. Si te apetece comparte el relato aquí estaré encantada de leerlo.
¡¡Un saludo y hasta pronto!!