Los comienzos son un poco laboriosos, como en todas las historias de amor. Los que duran, los que no mueren en el deseo más fugaz. La más bella, en pocas palabras.
Porque obviamente hay algunos pequeños problemas de ritmo que afectan a esta pequeña Alita. Bella como el diablo, que instantáneamente te hace olvidar la extrañeza de sus grandes ojos abriéndolos en su estrecho mundo de amnesia en forma de hipo.
Este pequeño cyborg nació en el lado de un vertedero, antes de despertar en el delgado cuerpo de otro que no tuvo tiempo de vivir. Es fluido, nervioso, pequeño pero enérgico e impetuoso, como su nuevo residente. Es un orfebre, en la forma de un mecánico perfectamente pensado, grabado con la historia de su infancia. El viaje mental de la heroína podría ser similar al de Jake Sully, mientras sus grandes ojos se abren a un mundo de basura seriamente herido, creciendo en ruinas de naturaleza oriental, a la sombra de una ciudad celestial.
Pero después de un comienzo torpe, Alita le reveló muchos encantos casi sin su conocimiento. Sí, la acción es atronadora, emocionante, llevada a cabo con un sentido del espectáculo del que uno no pensaría que Robert Rodríguez sería plenamente capaz. Sí, el SFX es de alto vuelo. Sí, el universo propuesto es excitante, soberbio y de una tecnología impresionante. Sí, el desarrollo de Cameron está aquí.
Pero lo que también hace que el precio del trabajo sea tan alto es la sensación que da. En imágenes que a veces son ingenuas y demasiado literales, pero con tal sinceridad en el don de sí mismo que sólo se puede enamorar de Alita: Ángel de Combate online.
Hasta el punto de no poder resistir los encantos del pequeño ciborg. No poder resistir su historia de amor que culmina en un beso, un corazón ofrecido y una despedida como tantos picos. Además, consiguió arrebatar a Keean Johnson de la sección de endibias blandas y dañadas.
Hasta el punto de imponer su universo híbrido y sus múltiples clímax sobre la razón crítica del espectador, que tropieza para ver más, para ver lo que se esconde detrás de los ojos que lo ven todo. Hasta el punto de enamorarse aún más de Alita cuando se levanta en su cuerpo original, completando la iconización del personaje y su originalidad física. La mecánica sensorial e inconsciente en el trabajo es implacable, al igual que la sombra de James Cameron y sus temas que literalmente se ciernen sobre la película.
Y cuando te das cuenta de que el director del demiurgo está a punto de comprar un camafeo, te das cuenta de repente, cuando recuerdas el interés amoroso de Gally, de que lo que a primera vista era sólo otra historia de ciencia ficción, o una historia de amor transgénero, puede leerse como una autobiografía de Robert Rodríguez, el cineasta freelance cuyo objetivo es recaudar fondos suficientes para familiarizar a los mayores, de los cuales su colaborador e iniciador del proyecto forma parte innegablemente.
Toda la riqueza de Alita: Ángel de Combate está ahí, en la relación y asimilación del trabajo entre estos dos al servicio de un material notable que puede mirar hacia arriba y transponerlo a la pantalla.