Cezanne y Van Gogh también influyen en esta primera etapa, dónde Miró muestra su gusto por los paisajes y el mundo rural. En 1924, se traslada a París donde conoce a numerosos artistas y se introduce en el grupo de los surrealistas. De esta época son algunos de sus cuadros más famosos como Carnaval de arlequín y Cabeza de campesino catalán.
La Guerra Civil española afecta sobremanera al pintor, lo que se refleja en sus obras gestuales y atormentadas. En 1940, se exilia en un pueblecito francés donde da un giro a su estilo y comienza con un arte menos figurativo.
En esta década le llega el reconocimiento internacional, expone en el MOMA de Nueva York y regresa a vivir a España. Continúa evolucionando su estilo y comienza a pintar grandes murales y desarrolla su vena escultórica.
Desde 1956 hasta su muerte en 1983, Joan se instala definitivamente en Palma de Mallorca donde trabaja en su propio taller. En 1975, se abre la Fundación Joan Miró, como realización del deseo del pintor de promocionar la arte contemporáneo.
Actualmente, el museo Tate Modern de Londrés expone un recorrido por sus obras desde sus inicios a su exilio interior en Mallorca, un reconocimiento que en septiembre también se llevará a cabo en la National Gallery de Washington.