Hemos empezado a estudiar las condiciones previas a la industrialización que se dieron en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVIII que se dio la primera revolución industrial, concretamente las transformaciones agrarias (primera fase de la revolución agraria). También hemos visto las consecuencias inmediatas de estas innovaciones agrarias, tecnológicas y de propiedad de la tierra, que, a la larga, produjeron otros efectos: el aumento de la producción de alimentos permitió sostener una creciente población, la acumulación de capital en manos del terratenientes fue invertido en otros sectores económicos, la mejora en el utillaje provocó el incremento de la demanda de la industria siderúrgica y, ya en la primera mitad del siglo XIX, el descenso de los precios durante la revolución agrícola.
Otro de los factores que favorecieron la revolución industrial inglesa será el desarrollo de los medios de comunicación y de transporte . Hablamos de la construcción de canales, que redujeron el precio de coste de los transportes, estimulada por la necesidad de transportar el carbón hasta las fábricas o el comercio interior de alimentos para abastecer las crecientes necesidades de la población urbana. El aumento del comercio interior, Debido al incremento de la demanda interna, pero especialmente del comercio exterior (en la primera mitad del XVIII, las reexportaciones inglesas en Europa de productos coloniales suben un 90%) y colonial (Inglaterra adquiere nuevas colonias con el empleo de Canadá, India y Luisiana), permitirá una acumulación de capital en manos de los gran mercaderes que servirá para capitalizar la nueva industria. El mundo comienza a ser un inmenso mercado para la industria británica que posee la más importante flota naval. Las colonias proporcionan materias primas y fuentes de energía baratas (algodón) que permiten abaratar la producción metropolitana, además las colonias demandan productos industriales estimulando las fábricas de la metrópoli. El aumento de la demanda manufacturera estimula la inversión de capital procedente de la agricultura y el comercio, atraído por el aumento de beneficios de las industrias destinadas a la exportación. Este capital servirá para poder introducir nuevos medios de producción para consegui
r abaratar y aumentar la producción, bajo la presión de una demanda que crece constantemente, por primera vez sin las sacudidas que provocaban las malas cosechas en épocas anteriores (descenso de la producción de alimentos por malas cosechas, carestía de los precios agrícolas, descenso de la demanda de manufacturas, crisis industrial y comercial).
La incidencia de el aumento demográfico a partir de 1740 será importante porque sostuvo el crecimiento iniciado produciéndose una interrelación entre los dos fenómenos que se alimentaban mutuamente. La incipiente revolución industrial -en el sector agrícola, concretamente con el incremento constante de la producción de alimentos, permitió disminuir las tasas de mortalidad (mientras las tasas de natalidad continúan muy elevadas), esto provocó un crecimiento de la población que se traduce en aumento de la demanda interior, estimulando la producción de la naciente industria (aunque no mecanizada). Además, el cierre de tierras (enclosures), libera mano de obra agrícola (los colonos expulsados de las tierras) que emigrará a Ultramar o nutrirá de mano de obra barata las fábricas de las nuevas ciudades facilitando la acumulación de beneficios a los empresarios. La primera fase de la revolución demográfica, es decir, la reducción de las tasas de mortalidad y el aumento constante de la población, se inicia en Inglaterra entre 1750-1780. A finales de siglo, las mejoras en el alcantarillado y la vacuna contra la viruela (1796) incidirán aún más en la disminución de la mortalidad.
El afán de beneficios de ciertos sectores de propietarios agrícolas, cada vez más empresarios junto con muchos comerciantes pero también el cambio de mentalidad de algunos artesanos, estaba llevando a la inversión de capital para financiar y aplicar a la producción nuevos inventos que permitirían una rentabilidad mucho mayor a las industrias que tenían más demanda porque permitían mejorar la productividad (fabricar más productos en el mismo tiempo), o reducir mano de obra, es decir, reducir costes de producción. Es así como se aplicaron una serie de innovaciones, especialmente en la naciente industria textil algodonera. Mientras tanto, la concentración de mano de obra y maquinaria en un mismo lugar para facilitar el trabajo estaba conduciendo en la fábrica como lugar de trabajo, sustituyendo al sistema doméstico al tiempo que la industria gremial entraba en una inevitable decadencia.
Los inicios de la revolución industrial
Pero, hasta ahora, nada hacía suponer a los contemporáneos que se encontraban a las puertas de una nueva era, de una revolución que cambiaría sus vidas y las del resto del mundo. Aunque vivían una época de expansión demográfica y económica no sabían cuánto podrían durar, la fuente de energía continuaba siendo la muscular o, en todo caso, la hidráulica, al igual que las nuevas máquinas continuaban siendo mayoritariamente de madera. Sin embargo, las nuevas necesidades hacían que un invento llevara a otro, por ejemplo, la fabricación de los nuevos utensilios con ciertas partes de hierro estimulaba un aumento de la producción de hierro y de carbón mineral. Esta situación llevará a James Watt en perfeccionar la máquina de Newcomen para extraer el agua que inundaba las minas de carbón y esto le conducirá a la máquina de vapor(1774), una máquina revolucionaria porque suponía una fuente de energía ilimitada, con plena autonomía geográfica (ya no era necesario estar cerca de los ríos) y que podía ser aplicada a todos los sectores económicos, como, de hecho, fueron: la industria minera, siderúrgica, textil, la agricultura y los transportes. En definitiva, será el revulsivo que provocó un crecimiento continuo de todos los sectores económicos: es la revolución industrial.