Como era de esperarse, la esfera del entretenimiento no podía ser indiferente a esta revolución electrónica que ya cuenta con más de 20 años de desarrollo. Día a día se generan nuevos contenidos en series, cine y juegos de video que, luego de un largo camino histórico, encuentran en los medios digitales la conclusión lógica de un camino evolutivo que los ha llevado hacia una inevitable masificación.
En este artículo, veremos cómo estas tres formas de entretenimiento han evolucionado hasta el lugar de honor que ocupan hoy en día en la era de la Internet.
Las series: reinas de la televisión y de Internet
Los programas de ficción seriados existen desde hace mucho tiempo. Desde el inicio de la televisión, el formato que se manejaba tradicionalmente es el de las entregas diarias o semanales, que buscan generar en el televidente el hábito de mirar el espacio siempre en el mismo horario y en el mismo canal. En este formato fueron creados durante décadas programas legendarios que pasaron a formar parte de la cultura pop, no solo de sus respectivos países, sino, en muchos casos, de la cultura occidental.
Durante mucho tiempo, esta forma de ver la televisión y de consumir los productos audiovisuales se mantuvo intacta, marcando un ritmo en las vidas de los consumidores. Todos los que fuesen aficionados a tal o cual serie o programa sabían que debían configurar sus horarios para poder ver su programa favorito y no perder el hilo de la narración, si es que esta tenía continuidad entre un episodio y otro.
Con la aparición y popularización de Internet, y con la consecuente mejora en las tecnologías de transmisión de datos, páginas como Youtube empezaron a difundir videos de larga duración. Es por esto que al cabo de unos años empiezan a aparecer, al principio a través de servicios para compartir contenidos (no necesariamente dentro de la legalidad en términos de propiedad intelectual) y series para descarga que anteriormente habían sido producidas para los medios tradicionales de TV. En este punto es que empieza a plantearse el dilema de la piratería y cómo la misma atenta en contra del trabajo dentro de la industria de producción de contenidos.
El cine y su inevitable evolución hacia lo digital
Hablar del cine como un medio o un arte revolucionario no es un sin sentido. Después de todo, su origen está íntimamente relacionado con la Revolución Industrial, que a finales del siglo XIX y principios del XX transformó para siempre las vidas de millones de personas alrededor del mundo, siendo el impulsor del nacimiento de nuevas clases sociales, nuevos referentes culturales, y de renovados impulsos por empujar más allá los límites de la ciencia y la tecnología.
Con el correr del tiempo, luego de décadas de cine silente, el cine sonoro se establece, con la llegada de los años dorados: los grandes estudios de Hollywood imponen a los integrantes del star system clásico como los grandes paradigmas culturales de occidente. Se producen grandes películas que hasta el día de hoy son disfrutadas por fanáticos del séptimo arte y estudiadas por los críticos y realizadores; parecen los géneros: el western, el musical, el film noir.
La sacudida de la tv, que se prolonga hasta casi nuestros días, no hizo sino obligar a una renovación en las formas cinematográficas, con la aparición de nuevas técnicas de proyección, producción y mercadeo de los filmes. El mismo caso se dio con los formatos de video casero como el Betamax, el VHS y el DVD. Cada uno trajo consigo un llamado a renovación que fue seguido por la industria y los consumidores por igual. Así, llegamos a la era de Internet, y con ella una nueva revolución que sacude a la industria del celuloide.
Hoy en día los usuarios tienen acceso a los servicios de plataformas streaming que han redefinido la forma como se ve televisión. Lo que nació como una forma de combatir la piratería de contenidos audiovisuales se ha transformado en un paradigma nuevo que privilegia por encima de todo la libertad del usuario para decidir qué ve, en qué momento lo ve y cómo lo ve. Podría decirse que esto es absolutamente coherente con la forma de pensar de una generación como los llamados Millenials.
La revolución de los videojuegos
Contrario a lo que puede pensarse, los videojuegos tienen su origen en la ya lejana década de los 50 (en los albores mismos de la informática), cuando aparecieron versiones experimentales de juegos muy sencillos como el ta-te-ti o el tenis de mesa. A principios de los 70, con la aparición del Magnavox Odyssey, se inicia la era de los videojuegos caseros, que dominaría el campo desde ese momento, hasta nuestros días.
En los 80 explota la revolución de los 8 bits liderada por los japoneses, con consolas clásicas como el NES, que marcó la pauta de cómo debían ser los videojuegos, que hasta entonces se basaban en la mera acumulación de puntaje sin un final definido. En la década siguiente empiezan a mejorar los sistemas y procesadores, dando lugar a mejores gráficos y efectos de todo tipo.
Con la llegada del nuevo milenio y la explosión de Internet, los juegos adquieren características particulares: empiezan a crearse gigantescas comunidades en torno a universos virtuales construidos colaborativamente, los juegos son cada vez más avanzados en términos de simulación de la realidad, lo cual, da pistas de hacia dónde apunta el futuro: la realidad virtual y la realidad aumentada, siempre aprovechando las ventajas que ofrece el ciberespacio. Las posibilidades son fascinantes.
El entretenimiento en línea es solo uno de los aspectos emocionantes del abanico que ofrece el gigantesco ciberespacio. Como hemos podido ver, todas estas manifestaciones del entretenimiento han tenido orígenes disímiles, bien sea como avances técnicos o como medios de expresión. Pero lo que las une, sin duda, es el destino común de ser los grandes protagonistas de la Internet, dominando y guiando los gustos de cientos de miles de usuarios alrededor del planeta.