Al igual que los Emiratos Árabes, Qatar era un país con un papel bastante secundario en la historia de Oriente Medio; un lugar de parada y comercio para el intercambio de perlas, telas y pigmentos dentro del Golfo Pérsico que pasó de mano en mano hasta caer primero en manos Otomanas y luego británicas a principios del siglo XX.
Pero también aquí, el descubrimiento de los yacimientos de petróleo en la década de los 30 supuso un punto de inflexión en su historia. Explotada por los ingleses hasta 1971, la fuerza económica del crudo provocó la independencia en 1971 y sirvió de combustible para el despegue del país hacia la modernidad más absoluta. Ahora, en nuestro viaje, encontramos una capital, Doha, sumergida en un cambio radical que la transformará en una de las ciudades más modernas tras la Copa del Mundial de Futbol de 2022.
Hacemos una primera parada en West Bay para contemplar el nuevo skyline de la ciudad, formado por gigantescos rascacielos levantados por las principales cadenas hoteleras del mundo y que será uno de los centros financieros más influyentes del mundo.
Más de 50 superestructuras conforman este núcleo donde antes tan sólo podíamos encontrar arena y desierto.
La espectacularidad de este mirador hizo que fuera elegido para levantar uno de los iconos de la nueva arquitectura de Doha, el Museo de Arte Islámico, encargado al famoso Ieoh Ming Pei, creador de la Pirámide del Louvre.
El museo se levanta sobre una isla artificial a 60 metros de la costa, con la idea de que en un futuro, el edificio no se viera eclipsado por rascacielos ni cualquier otra construcción que pudiera invadir su espacio.
Completamente desconocedor de los principios de la arquitectura islámica, el arquitecto buceó en todos los estilos de los países que habían tenido influencia del Islam a lo largo de los siglos. Finalmente encontró la inspiración necesaria en la mezquita de Ahmad Ibn Tulun en El Cairo. El resultado es un edificio de 5 plantas de piedra caliza y granito, que guarda en su interior una valiosa colección de trabajos en cerámica, metal, madera, joyas y vidrio que abarca un periodo de más de 1.400 años y que proviene de tres continentes.
Seguimos nuestro recorrido pasando ante el Amiri Diwan, sede del gobierno qatarí, en cuyos jardines realizaba instrucción en ese momento la Guardia Real.
Bajamos del autobús para comenzar nuestra visita del centro histórico, comenzando por conocer la importancia de los dromedarios para la vida del país a lo largo de la historia.
Su relación se remonta a los tiempos de los beduinos, cuando se usaba a los dromedarios como medio de transporte y su posesión era un signo de prosperidad. Por eso, los qataries los miman hasta el extremo, alimentándolos con leche, trigo, miel y dátiles, sobre todo a los que participan en el concurso anual de belleza y los que participan en carreras cuyos jinetes son pequeños robots que son dirigidos a distancia por su propietarios.
Vamos entrando al centro histórico de la ciudad que rodea al Souk Waquif, el zoco tradicional de Doha, visitando algunos edificios que nos muestran una arquitectura tradicional que peligra por el rápido crecimiento y expansión de la ciudad.
Entramos en uno de ellos para conocer la conexión entre los qataríes y la cría del caballo árabe, raza que tuvo su origen hace 4.500 años, por lo que son una de las más antiguas del mundo.
Pero la auténtica pasión de los habitantes de Qatar es la cetrería, parte de la cultura árabe y beduina a lo largo de los siglos. Las aves se usaban para cazar en los desiertos, ya que capturar presas pequeñas era un desafío para los humanos. Tal es la pasión, que incluso existe un hospital para halcones, llamado Falcon Hospital Qatar, con los últimos avances en tecnología de rayos X, cirugía y urgencias 24 horas.
Partiendo del minarte con forma de faro de la antigua mezquita del Souq Waquif, nos vamos adentrando en este enorme espacio dedicado sobre todo a las especias, telas, perfumes y más recientemente recuerdos para turistas.
Este lugar ha sido durante siglos sede de comercio para nómadas beduinos, donde comprar y vender lana, animales, especias y alimento, pero estuvo a punto de desaparecer tras un incendio ocurrido en 2003, tras el que fue prácticamente abandonado.
Afortunadamente se puso en marcha un plan urgente para restaurarlo y remodelarlo según la arquitectura tradicional de Qatar, que incluye torres del viento como las que vimos en Dubái.
Pero no sólo el fuego fue el culpable de la casi desaparición del zoco, puesto que con la llegada de la modernidad al país, los centros comerciales atrajeron como imanes a sus habitantes, alejándolos del Waqif.
En un principio, las aguas del Golfo tocaban los márgenes del mercado, pero con la reestructuración de la ciudad en la década de los 70, poco a poco quedó lejos del mar.
El comercio se nutría de la mercancía que llegaban tanto por tierra, en camello, como por mar en barcos. Al inundarse frecuentemente por las mareas, los vendedores debían improvisar sus puestos, por lo que el nombre deriva del hecho de tener que estar "de pie" (waqif) para no mojarse.
El de Doha es uno de los pocos zocos tradicionales que aún quedan en el Golfo Pérsico, con una historia que suma más de 300 años.
Antes de salir de la zona del zoco, encontramos una curiosa escultura, "El Pulgar", del artista francés César Baldaccini, réplica de su misma obra que se levanta en el barrio parisino de La Defense. La obra, de bronce pulido, representa el dedo del artista con todo lujo de detalles.
Nos dirigimos ahora al barrio de Msheireb, donde se han rehabilitado cuatro casas para ser sede de un complejo de museos que nos hablan de la historia de la ciudad y del país.
La primera que visitamos es la Radwani House, edificada en la década de 1920 y restaurada para dar al visitante una idea de la vida doméstica de una familia de Doha.
La intención de la casa no es reproducir lo que sería vivienda habitual, sino por el contrario, amalgamar varios estratos sociales bajo un mismo techo, para que el visitante tenga una idea global de la sociedad qatarí.
Durante el proceso de restauración se realizaron varias excavaciones en los cimientos de la casa, que han sacado a la luz estructuras diversas, como muros y pozos que ayudan a los investigadores a remontarse aún más atrás en el tiempo.
La segunda casa del complejo, fue en su día sede de la primera compañía de petróleo de Qatar, transformada hoy en un museo que cuenta la historia de los trabajadores de la industria del crudo y sus familias.
El patio cubierto de la casa es un muestrario amplio y bastante completo de la forma de vivir de estos pioneros en la extracción de petróleo, con una exposición de utensilios y objetos de uso cotidiano.
Para terminar nuestra visita a las casas museo, hacemos un breve recorrido por la de Mohamed Bin Jassim, hijo del fundador del actual estado de Qatar, donde viajamos en el tiempo para recordar la historia de Doha, la estructura actual de la ciudad y sus planes para un futuro muy cercano.
Con esto volvemos al barco, para reemprender el camino de vuelta a Dubái, donde finalizará nuestro crucero.
Pero por el camino tenemos la oportunidad de ver uno de los edificios más llamativos y originales del Gofo Pérsico, el Museo Nacional de Qatar, inspirado en las complejas formas de la Rosa del Desierto, que se encuentra en las áridas y desérticas regiones del país, y que diseñó el arquitecto Jean Nouvel.
Y con esta imagen cerramos nuestro pequeño recorrido por estos dos países que evolucionan más rápido de lo que los occidentales esperamos y estamos acostumbrados, con infinitos proyectos para un futuro muy cercano cuyo combustible, nunca mejor dicho, es el petróleo. الى الابد الإمارات العربية المتحدةدولة قطر