Debo dejar claro a todo lector que la crítica que van a leer a continuación no es una crítica normal. Al igual que la película de la que hablo no es una película normal. No se trata de un musical, se trata de una historia que utiliza la música como canal conductor. Al igual que un instrumento usa el aire para propagar sus notas, las ilusiones, los sueños y el amor resuenan fuerte en uno de los sabores más dulces de este 2017. Gracias Lalaland. Gracias por tenerme tarareando todas tus canciones durante el día siguiente. Y sí mientras escribo este artículo estoy saboreando los silbidos de mucha de sus canciones.
Damien Chazelle de la batería a las estrellas y de ahí que no se mueva
Mi historia de amor con este director fue a primera vista. Creo que los fotogramas y las historias hablan mucho más cuando usan la música para narrarnos la vida. Desde Whiplash ya tenía total certeza de que no me perdería de nuevo alguna de sus películas. Y no os imagináis mi cara cuando me enteré que volvía a la cartelera con una película. Y vuelve de que manera con Lalaland.
Los primeros minutos del metraje nos engañan, prometiendo un espectacular musical que no acaba de llegar. Muchos pondrán un “pero” en ese aspecto. En mi lugar, prefiero la sutileza de una historia de amor tocada por un delicioso piano que una gran película coral sin más trasfondo.
La historia central es de amor, amor del bueno. De las románticas, como las de siempre, chico conoce a chica, chica conoce a chico, se enamoran y…Sabéis como continúa … Pero en esta historia se entremezcla algo diferente. Una necesidad de brillar mediante el arte, algo que verdaderamente une a nuestros protagonistas. Un triángulo amoroso entre el fabuloso Ryan Gosling y Emma Stone y sus sueños. Una oda a las decisiones y al amor, que nos da alas para volar al mejor ritmo e Jazz.
De nuevo contamos con uno de los estilos cinematográficos más saboreables del momento. A mi parecer no tan arriesgado como en Whiplash , Damien Chazzelle sigue en mi banco de los titulares. Y… ¿Sabéis lo mejor? Solo tiene 31 años. Que delícia. Tócanos otra Damien.
Planos impresionantes como la escena del claqué o los solos de piano de Ryan nos dejan en el más agudo silencio, para acabar incrustada en piedra en nuestra tarjeta SD mental, donde después cantaremos con esa misma sonrisa en la boca.
El Jazz está muriendo o no… Lalaland al rescate
Un mensaje que desde el guión se transmitió en su anterior película y que ha vuelto a escena. No hay mejor manera que volver a su esplendor. Películas así están transportándonos a tiempos de Buddy Rich, Miles Davis… Estoy seguro que más de una persona escuchará el jazz de manera diferente después de ver esta película. Y estaremos todos de acuerdo, si una película consigue algo así, no es menos que una muy buena producción.
Además el director, en sus dos películas, da un valor a la música que nunca había visto en escena. No deja de realizar planos imposibles con los que saborear los fríos metales del Jazz. Incluye también su puya o crítica al mundo discográfico. Sutil pero presente. Lo que se debería convertir en un plano estático, es una montaña rusa de sensaciones que debemos sentir y dejar que recorra nuestro cuerpo, no simplemente escuchar.
Muy pronto para saber si Lalaland será la melodía definitiva
Muchos se aventuran a catalogar Lalaland como la película del año. Es muy pronto. Eso sí, estoy deseando que no lo sea. Eso significará que 2017 será el gran año que promete ser. Que la ilusión que transmite la ciudad de las estrellas se mantenga en vuestras cabezas. El Jazz os ayude, no solo a acompañar unas deliciosas copas, sino que os transmita tanto como a mi. Y sobre todo pedimos que nuestro director no deje de grabar con tal alta calidad. Y ante todo que el verdadero mensaje de la película, perseguir vuestros sueños, os permita viajar junto a esa persona especial hasta donde la música os lleve.
Demasiado profundo ¿Verdad? Nos leemos pronto y un placer tocar para vosotros, digo escribir.
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