La cinta llega a todos los cines de España este viernes 13 de Julio, y si bien es una película con aciertos, también está llena de defectos que ensombrecen el trabajo de su directora. Hablaremos de estos en nuestra crítica sin spoilers.
Mary Shelley, pionera y guerrera
Mary Wollstonecraft Shelley nació en Inglaterra a finales del siglo XVIII en el seno de una familia de artistas. Su padre, William Godwin, fue un político y filosofo, y su madre, Mary Wollstonecraft, quien murió tras dar a luz a Mary, fue una escritora feminista tal como lo corroboran sus trabajos. Mary creció rodeada de libros que alimentaron su creatividad y la erigieron como una escritora precoz. Pero la literatura también alimento su personalidad independiente y férrea que la convirtieron en una de las personalidades más notables de la historia del siglo XIX.
Es importante conocer la historia de Mary Shelley, una mujer que desde temprana edad vivió la opresión de la cual (todas) las mujeres fueron víctimas. Además se tuvo que sobreponer a conflictos personales, pérdidas, vejaciones; y a nivel profesional batalló por conseguir su propio nombre como escritora, tras ver por años como su esposo, Percy Bysshe Shelley, también escritor, se llevaba todo el crédito. La vida de Mary Shelley es tan grande como su obra más importante, Frankenstein.
Una historia poco ambiciosa
Hace más de doscientos años Frankenstein conquistó a los lectores por ser una historia ambiciosa y revolucionaria, no sólo de los géneros del terror y ciencia ficción, sino de la literatura en general. Irónicamente Mary Shelley, el debut en el cine anglosajón de Haifaa al-Mansour , parece aspirar a poco gracias a un guión firmado por Emma Jensen que omite detalles de forma cobarde que definieron la personalidad de la escritora.
La película tampoco se propone adoptar un estilo propio, que con todas las experiencias y vicisitudes que vivió Mary Shelley, da la percepción de que vivió su propia historia de terror, al contrario mantiene un ritmo y una narración plana. La historia hace uso de una sola línea de tiempo y por momentos es solo una sucesión de acontecimientos, muchos de estos, sin aportar demasiado a la trata que realmente interesa: la lucha de Mary Shelley por ser una escritora publicada.
Ciertamente hay parte de eso en la historia pero, como el resto de los hechos, son retratados a modo superficial. La película a pesar de obviar detalles relevantes también abarca muchos otros, tanto que no logra profundizar en ninguno lo que dificulta conectar de lleno con la película.
Un hermoso envoltorio
Para contrastar el inofensivo guión, la película cuenta con una producción eficiente. Aunque algunos de los escenarios exteriores se sienten bastante artificiales, los interiores resultan bastante imponentes. El diseño de vestuario, es probablemente el elemento más lúcido de toda la producción, gracias a las creaciones de Caroline Koener . La banda sonora, compuesta por Amelia Warner, así como la fotografía de David Ungaro, simplemente embellecen ciertas escenas pero no aportan demasiado a la película de al-Mansour.
A nivel interpretativo, Elle Fanning como Mary Shelley y Bell Powley como Claire Clairmont son los mayores aciertos. Fanning vuelve a sumar otro trabajo ajeno a sus interpretaciones previas, demostrando buen dominio del acento británico; mientras que Powley es una robaescenas total, capaz de arrebatar el interés del espectador en cada fotograma donde aparece. Douglas Booth, quien da vida a Percy Shelley y Stephen Dillane como William Godwin, brindan trabajos correctos. Mientras que la intervención de Maisie Williams (con un terrible acento escocés) es casi anecdótica.
Mary Shelley es una historia importante pero gracias a lo que cuenta no por cómo lo hace. La misma grandeza de la vida de la escritora empequeñece los logros de la película que le falta firmeza y valentía en su narrativa, algo que le sobró a Mary Shelley. Pero no está de más conocer la figura de esta mujer que venció a sus propios monstruos creando uno más grande, el que pronto se convertiría en el más famoso de la literatura universal, o como ella misma lo bautizó Frankenstein o el moderno Prometeo.