Coherence (2013), film de ciencia ficción (y física cuántica), supone el primer trabajo al mando del estadounidense James Ward Byrkit (storyboarder de Piratas del Caribe), a cuya cuenta corren tanto el guion como la dirección del film. La película cuenta lo siguiente: Un grupo de amigos decide reunirse una noche en casa de uno de ellos, con la intención de disfrutar de una agradable velada y ver pasar un comenta. Durante la cena, charlan de forma anecdótica acerca de un hecho que ocurrió a principios de los años 20: los habitantes de un pequeño pueblo quedaron absolutamente aturdidos tras el paso de un cometa, comportándose de manera más que insólita a raíz de ello. Y hasta aquí quiero leer.
La película supone una sorpresa mayúscula. Ganadora -y merecedora- del premio al Mejor Guion en la última edición del Festival de Sitges, y con una ajustada ?pero muy acertada- duración (apenas 90 minutos), Coherence está edificada sobre un guion brillantemente estructurado. Su esquema narrativo, estudiado al milímetro, supone una constante reinvención del primer al último minuto; los giros del guion son encajados por parte del espectador como un buen puñetazo en la boca: nos dejan desorientados, tratando de reencontrarnos y atar cabos ante lo que está sucediendo, pero no podemos hacer otra cosa que reconocer la maestría del guionista, que ha sabido golpearnos hábilmente.
A este esquema narrativo, estudiado y moldeado con precisión y destreza, se suman los diálogos de los personajes, naturales tanto en su ejecución como en la reacción de la que provienen, y encarnados maravillosamente por un equipo artístico que cuaja tan bien como la nieve.
La dirección y puesta en escena de James Ward Byrkit se adaptan bien al discurso; la cámara nos empuja, nos tira al suelo y nos levanta constantemente; acudimos a un sinfín de enfoques desenfocados, ejes saltados y movimientos de cámara desasosegantes. No se puede negar la atmósfera que Byrkit crea con la forma, elevando aún más el ya de por sí potente contenido. El uso de recursos distintivos e iconográficos como los colores, los números o ciertos objetos ?banales? (no detallo más para no spoilear la película), hacen del relato un puzzle difícil de (re)construir, pero tremendamente entretenido de encajar y desencajar una y otra vez, con la sana (y complicada) intención de definir en nuestra mente algo coherente.
Asistimos a la narración desde dentro; el montaje, con constantes ?saltos? en el corte, no hace más que recordarnos la ficcionalidad de lo que se nos cuenta; no obstante, la potencia de las interpretaciones, la dirección de Byrkit y la enrevesada estructura del guion no nos dejan escapar del lío. El ritmo y la duración son precisos; la utilización del sonido y el acompañamiento musical aportan angustia (más aún) a la atmósfera que Byrkit crea gracias a su minimalista puesta en escena.
Podría decir, a modo personal, que se trata de una de las películas recientes de ciencia ficción que más me ha sorprendido. Apenas puedo ponerle pegas, y las pocas (poquísimas) que tengo, me las guardo: Mejor vayan a verla.
En una frase: Como dijo Kubrick, ?las buenas películas son aquellas que hay que ver al menos dos veces para entenderlas?. Coherence hay que verla tres.
Pelayo Sánchez