Este es el campamento glaciar de Qalerallit, al sur de Groenlandia. Aquí pasamos tres noches, frente al frío hielo. Desde esa posición se encuentran, en dirección norte, 3000 km de hielo puro, y nada más.
Fue todo un privilegio pasar unos días en una zona tan remota y salvaje, escuchando periódicamente, día y noche como el hielo se rompía en el glaciar. El sonido era brutal, en ocasiones parecía como el sonido de truenos en una tormenta y en otras, era un sonido tan fuerte y prolongado, que parecía como si se hubiera derrumbado justo al lado un edificio. El frente glaciar era tan alto que engañaba la vista y parecía como si estuviera más cerca, pero nos encontrábamos a unos 3 km y pocas veces veíamos el hielo que caía al romper.
Aquí nos aislamos completamente del mundo durante 4 días. Sin luz eléctrica, sin agua caliente, sin calefacción, sin cobertura móvil y sin internet. Algo que no es fácil conseguir en nuestro día a día.
Allí lo que hacíamos eran caminatas, un día por un lago hasta la cima de una montaña para contemplar desde lo alto las tres lenguas glaciares. Otro día, nos acercamos con la zódiac para ver los glaciares de cerca y luego nos pusimos los crampones para realizar un buen recorrido por encima del hielo.
Para llegar al campamento glaciar, salimos en zódiac desde Qassiarsuq hasta Narsaq. Un recorrido de casi hora y media. En Narsaq pasamos la mañana y después de comer, sobre las 16:00 h, salimos en otra zódiac rápida hacia el campamento. A la media hora de salir no podíamos avanzar de tanto hielo e icebergs que flotaban en el agua. Tuvimos que dar la vuelta y dar un rodeo más largo por otra zona despejada de hielo.
En la zódiac hacía bastante frío, pero cuando entramos en el fiordo que daba a los glaciares, era muchísimo más intenso y aunque íbamos bien abrigados y hacía sol, era una sensación térmica de bajo cero.
Aquí nos dejó la zódiac:
No había ningún tipo de puerto y tuvimos que trepar un poco por las rocas, pero no era nada complicado. Descargamos las mochilas, los sacos, bidones con comida y materiales, en cadena entre todos, como siempre:
Una vez nos instalamos de 4 en 4 personas en las tiendas domos, nos bajamos a caminar por la arena y ver los bloques de hielo que habían llegado a la orilla.
Tuvimos mucha suerte con el clima y no nos llovió ningún día (de los 7 días del viaje, solamente nos llovió levemente un par de horas el último día).
Al día siguiente, después de caminar todo el día a la cima de la montaña, ya por la tarde, como hizo tanto sol y no soplaba el viento, unos compañeros propusieron ir a la orilla y mojarse los pies. Solo otro y yo, nos llevamos las toallas y nos atrevimos a meternos enteros en el agua (a 2ºC, según marcaba la zódiac) hasta el cuello. Lógicamente, estuvimos no más de 30 segundos y en ese tiempo ya noté como cada poro de mis piernas se cerraba y después cuando ya empecé a notar un leve dolor de congelación, me salí corriendo. Mi compañero tardó un rato en recuperar el calor en los pies y tuvo que poner los pies en un barreño con agua caliente. Fue la tarde ideal porque al día siguiente, el frío aumentó y no nos hubiéramos bañado (por lo menos yo).
Junto al campamento teníamos esta bonita flor nacional de Groenlandia, llamada Niviarsaq (que significa, chica joven).
El campamento glaciar. A la derecha, bajo esta elevación, circulaba un río donde en una zona alta, llenábamos garrafas de agua para beber, en otra zona intermedia, fregábamos todo el material de cocina en los desayunos y cenas (comer comíamos en medio de donde nos pillaban las excursiones con comida preparada ligera) y en otra zona más abajo del río, era para lavarse con el agua fría los dientes y la cara).
El interior de nuestra tienda domo:
Por la noche hacía bastante frío pero el domo estaba muy bien aislado y los sacos que llevábamos, eran de temperatura extrema de -33ºC. Aún así, yo dormía con ropa térmica, calcetines gordos, el gorro y la chaqueta gorda encima del saco. Al anochecer, nos alumbrábamos con linternas frontales para prepararnos las cosas antes de dormir. Hacía tanto frío, que teníamos que meter todas las baterías de las cámaras de fotos, baterías externas, de las cámaras de vídeo, de las luces frontales, los móviles, etc., dentro de calcetines y dentro del saco de dormir con nosotros. Si no, se te podían estropear.
El único problema que tuve, era que al llegar y allí ser 4 horas menos que en España, las 2 o 3 primeras noches, hasta que me acostumbré, tenía que salir sobre las 5 de la mañana, ponerme las botas de montaña y abrigarme bien, para salir al baño. Pero dormir, dormía bien, del tirón y sin frío.
El saco de dormir que utilicé:
El domo comedor.
Aquí teníamos bombonas de gas para cocinar, termos de agua caliente siempre, y nos podíamos hacer café soluble, infusiones o tes. Aquí se preparaban los desayunos, la comida para llevarnos al día siguiente y cuando llegábamos de las excursiones, las cenas. Eramos un grupo de 11 más la guia y nos lo pasamos genial, todo el viaje. Una pasada de grupo.
Vista del campamento y el glaciar, volviendo de una excursión.
El atardecer, era precioso. Lo que nos faltó fue poder ver alguna aurora (era todavía pronto en fechas) y las estrellas, se mantuvo bastante cubierto de nubes, todos los días.
Una de las tres lenguas del frente glaciar Qalerallit:
Esta fue la cima de la montaña que ascendimos. Unas vistas espectaculares:
Desde esta otra montaña, se pueden ver las enormes dunas de arena. Parecía un desierto. Aquí hubo un fiordo y la fuerza del empuje del glaciar fue tan fuerte, que arrastró las rocas y las piedras , erosionándolas hasta convertirlas en fina arena. También encontramos unas piedras, que realmente no lo eran, se trataba de arena fosilizada.
Cuando nos acercamos al enorme glaciar:
El color azul del hielo era una pasada. Hielo puro comprimido sin haber recibidor la luz del sol.
Otra lengua glaciar:
Nos llevamos una sorpresa cuando nos dijeron que habían llevado cervezas al campamento. Fue todo un detalle y lo disfrutamos como si fuera la mejor cerveza del mundo:
La mañana que dejamos el campamento y volvimos a Narsaq fue un día muy nublado y con algunos bancos de espesa niebla.
Dato curioso es que a Groenlandia no se podía acceder si eras extranjero hasta 1953. Solamente podían llegar los científicos acreditados por Dinamarca.
Posteriormente han ido acercándose a esta isla de hielo poco a poco, y de forma limitada, viajeros aventureros. El sur de Groenlandia solo es accesible para unas 700 personas al año, porque solamente hay dos vuelos semanales, durante un periodo de tiempo en verano.
Aquí no hay carreteras que conecten las poblaciones y solo se puede ir navegando o en helicóptero.
Gran viaje, este que hice en el sur de Groenlandia. En esta zona aislados del mundo en el que poder disfrutar de la naturaleza y del tiempo en estado puro.