Esas cajas valen por las horas que guardan. Por los corazones que viven ellas. Por las ilusiones que han generado. Por las lágrimas de felicidad que han provocado. Esas cajas tiene alma. Encierran calor, hogar, rendición ante algo más fuerte que la mismísima voluntad, retales de tristeza, poemas quebrados y jardines olvidados entre cartas que nunca, jamás, llegaron a ser leídas. Son cajas parlantes. Cuentan secretos a gritos. Susurran palabras de cariño entre regañinas necesarias para levantar cabeza.
Esas cajas son mi vida. Toda la gente que habita en mi mente y en mi corazón está ahí. Todos los enfados conmigo misma, los enamoramientos absurdos y los amores que se quedaron parte de mi tinta, se esconden ahí y solo ahí. En el papel. Papel. Nada plasma mejor que el papel lo que la voz no es capaz de articular. Nada. Nada cuenta mejor los sentimientos que las palabras que nos callamos. Lo que nos callamos, crea tal poso que solo puede salir en forma de letras. He aquí todo lo que callé, todo lo que creí sentir y todo lo que sentí de verdad. He aquí la verdad de la verdad, el amor del amor que nace de la nada y la nada que queda cuando se pasa la última página.
Ay, cuántos corazones de fondant habrá justo ahora escuchando La Vie En Rose pensando en si lo que parezco se corresponde con lo que soy. Sí. Sí a todo. Y esto es todo, amigos. Todo este Corazón de fondant, antes llamado Obras de arte y otros relatos, esconde lo que es y lo que debe ser, siente más de la cuenta y baila cuando quiere echarse a llorar. Aquí, entre mi portada y mi contraportada, sigue estando esa niña que soñaba con escribir. Sigue estando mi cuento cantado con voz cursi y ñoña bañada de pica-pica y música francesa de fondo. Todo lo que aprendí cuando solo quería hacer de todo menos aprender. Todo lo que imaginé desde el balcón que mi cabeza tiene siempre abierto al exterior. Todas las rosas marchitas, las margaritas destrozadas, los periódicos pasados de fecha, como yogures caducados. Todo.
Cuidadlo bien. Tratadlo con cariño, como si os estuviera dando parte de lo más profundo de mi corazón. Desde marzo que esto ya no es solo mío, pero ahora menos que nunca. Tratadlo como se trata un cofre cargado de azúcar, de magia, de significado. No os quedéis en la acuarela ni en la receta. No os quedéis con el trazo del título. No os fijéis en el bizcocho ni en los parones de corazón. Fijáos más bien en cómo el rosa se come al gris.
Porque no es justo que el gris cobre vida a costa del rosa.
Cread una nueva tormenta de colores.
Y sonreid.
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