No sé qué clase de turistas (o viajeros, espero que conozcamos la diferencia) sois vosotros pero yo cuando llego a un país desconocido, no paro de fijarme en los detalles más extraños. Curiosidades. Que yo entiendo que los monumentos y esas cosas también están bien pero lo que me deja flipadísima son tonterías, o eso creo yo. Por ejemplo, en Budapest me dejó alucinada prácticamente todo lo referente al transporte, de verdad. Una cosa loca:
Para empezar, me llamó muchísimo la atención no tener que picar billete al entrar en el bus, ¡ni si quiera te lo miran! SE FÍAN de que lo tengas. De hecho en el tren tampoco hay que hacerlo, pero principalmente porque no hay máquinas, hay controladores en las entradas de cada boca de las 5 líneas de metro a los que tienes que enseñarles tu ticket. Controladores, chicos. Personas, no máquinas. (Aquí yo alucinando ya fortísimo).
Además los húngaros son MUY educados, pero educados, educadísimos. No hablan alto ni por teléfono en el tren, dejan el asiento a las personas mayores... Vamos, todo eso que en España parece que se ha perdido ya (porque anda que no nos gusta gritar por el móvil yendo en Renfe ¿eh?).
Y esperan a que el semáforo esté en verde para cruzar. Que esto en pleno centro de Madrid a las 14:20 tiene su lógica (por aquello de no morir), pero es que en Budapest el tráfico es 0. Que no pasa nadie en 10 minutos pero ellos esperan a que el muñequito se ponga en verde. Y si, por lo que sea, tú estás esperando para cruzar en mitad de la nada, por una carretera en la que pasan pocos coches, si el conductor te ve parada esperando, ¡se para él también para que cruces! A ver si puedo hacer énfasis suficiente en esto: un coche se para, aun no habiendo paso de cebra, para que tú, que estás esperando para cruzar por donde no debes, cruces a salvo. Esto ha sido sin duda lo que más me ha impactado de Hungría, supongo que porque en París, para poder cruzar al otro lado de la carretera por un paso de cebra teniendo la prioridad tú, tienes que tirarte delante de los coches para que paren (os lo juro por Dios, los franceses conducen como el culo. De hecho yo tenía muy claro que si moría en París sería atropellada yendo a Forever21).
¡Ah! Y aviso a los fumadores: está prohibido fumar a menos de cinco metros de distancia de las paradas de autobús (y en el tren, pero eso como en todos los países en los que he estado) bajo multa de 50.000 HUF. (Que es que en Hungría no hay euro, hay florines húngaros, que al cambio están baratísimos 1? = 312HUF, y además como que mola decirlo porque queda como más patente el esfuerzo de pagar. «Es que 50.000... Huf...» Qué chiste más patético, por Dios).
Por otra parte, y dejando a un lado lo del transporte, en una escala de 0 a 10, ¿cómo de guapa es mi amiga Ágota? ¿Un 12"5?
El caso es que después de la primera noche que pasamos juntas yo creo que vamos a estar unidas para siempre, porque nada une más que superar una crisis existencial juntas. Crisis existencial como encontrarnos las dos en pijama en una esquina de la habitación dando saltitos y grititos como dos tontas porque hubiese tres polillas en la otra punta del cuarto. Es que no era una, ¡ERAN TRES! Y muy gordas... Pero no sufráis, ya sabéis que tengo experiencia en estos casos. Al final matamos dos e hicimos huir a la tercera. ¡Victoria!
P. D.: Perdonadme la camiseta con letritas estampadas, es que me pilló una ola de calor que te mueres en Budapest y yo con ropa de invierno (o sea FATAL) y mi amiga me la prestó para que no me diese el sarampión o algo. Que si no yo sigo una política estricta de «Si lo tiene que decir en tu camiseta, mal vamos».