El origen de la vela
Como en algunas partes de Europa, Oriente Medio y África funcionaban las lámparas con aceite de oliva, la fabricación de velas no se desarrolló hasta comienzos de la Edad Media. Ya a mediados del siglo XIX, las velas se convirtieron en un producto industrializado de consumo masivo. En 1834 un artesano de Manchester, Joseph Morgan, patentó una máquina que revolucionó su fabricación. Más tarde, con la cera de parafina, ya se podían elaborar velas baratas de alta calidad, pero la introducción de las lámparas de queroseno y las bombillas incandescentes en 1879 redujeron su uso y precipitaron su declive.
Velitas de Iglesia
Desde entonces, las velas se comercializan como un artículo decorativo en una amplia gama de tamaños, formas y colores. Las velas que hoy compramos son una mezcla de parafina con ceras de soja, palma y aceite de semillas de lino.
¿A quién no le gusta soplar las velas de su tarta de cumpleaños o encender una velita en la Iglesia? Y no hablo de las eléctricas que solo funcionan si echamos una moneda. A mí me gustan las aromáticas que, a veces, hasta apagadas desprenden una fragancia que inundan todo el espacio.
Velas aromáticas