«En otras partes, hay gente fea sin cabeza, que tienen un ojo en cada hombro; sus bocas son redondas, como una herradura, y están en el medio del pecho», describe Mandeville.
lass="cc-imagewrapper cc-m-image-align-1" > Uno de los monstruos más comunes hallados en manuscritos medievales son los Blemmyae, seres sin cabeza con el rostro en el torso. Algunos escritores mencionan que estas criaturas, aparentemente pacíficas, vivían en alguna región remota de África, más allá de Etiopía. Otros autores, como Sir John Mandeville, los ubican en islas del sur asiático, cerca de las Islas Andamán.
«En otras partes, hay gente fea sin cabeza, que tienen un ojo en cada hombro; sus bocas son redondas, como una herradura, y están en el medio del pecho», describe Mandeville.
De acuerdo a Heródoto, en su famosa obra Historiae, los habitantes de la ancestral Libia afirmaban que, además de los cinocéfalos, existían otras criaturas salvajes al este de sus tierras, los Akephaloi (los sin cabeza).
Siguiendo la misma tónica, en la Historia Natural escrita por Plinio el Viejo se menciona que la tribu Blemmyae del norte de África estaba conformada por «seres sin cabeza, con sus bocas y ojos localizados en sus pechos».
La mayoría de autores posteriores del medioevo, basarían sus dibujos e historias sobre estos seres en lo anterior. Lo cierto es que estos «monstruos» míticos, junto con otros de similares características, influenciaron a muchos exploradores de la antigüedad que no dudaron en buscarlos durante sus aventurados y exóticos viajes a tierras lejanas.
Durante la Era de los Descubrimientos, el rumor de unos hombres sin cabeza llamados Ewaipanoma fue reportado por el corsario Sir Walter Raleigh en su Descripción de la Guayana.
«Es verdad lo que cuentan, cada niño de las provincias de Aromaia y Canuri afirma lo mismo», resuelve Raleigh, quien también cita a un español como testigo de la existencia de estos misteriosos y deformes seres.
En la literatura En el Acto 1 de la obra Otelo de Shakespeare, se hace referencia a una extraña raza de gente conocida porque sus cabezas «crecen debajo de sus hombros» y su deleznable afición a la antropofagia: Y de los caníbales que se comen entre sí, los antropófagos y los hombres cuyas cabezas crecen debajo de sus hombros. —
Shakespeare, Otelo, Acto 1 Escena 3 (circa 1603).
También aparece en obras modernas como Baudolino de Umberto Eco (2000), en donde el protagonista se encuentra con los Blemmyae; en El Asombroso Viaje de Azzam, de K. Godel (2000), que los retrata como una tribu caníbal guardiana del tesoro perdido del Rey Salomón; y en La Torre della Solitudine de Valerio Massimo Manfredi (2006), en donde se sugiere que las criaturas son una manifestación de la cara maligna de la humanidad.