Mientras hacíamos cola nos pasaron unas bolsas de plástico con un cierre bastante potente, para que guardáramos nuestros teléfonos móviles. Porque en The Haus no entra nada de nada: ni móviles, ni cámaras, ni los bolsos más grandes que un letrero de cartón escrito a rotulador que dice: Taschenmesser (medidor de bolsos). ¿La idea de todo esto? Que los visitantes se concentren en el arte de cada una de las habitaciones y las disfruten con cada uno de los sentidos. En concreto 108 salas, repartidas entre los cincos pisos del edificio. ¡Sí, claro! Los pasillos, los descansillos y los baños incluso de peluche, también están incluidos.
En cuanto a mi experiencia artística allí dentro, no sé muy bien que deciros. Si estáis interesados en el arte urbano de lo más alternativo y sobre todo vais con suficiente tiempo, no deberíais perdéroslo. Seguro que en vuestro caso, será una experiencia única. Al contrario, si sois unos tiquismiquis, sufrís de alergias o fotosensibilidad, pensároslo pero bien. La probabilidad de que os dé un chungo allí dentro, puede ser bastante elevada.
La idea es que lo que hayamos visto allí, tan solo se quede en nuestro recuerdo. ¡Y vaya si puse en práctica el concepto! No puedo dejar de pensar cómo sería vivir entre musgo o lo que quedaría del techo de mi habitación si de repente a un gigante le diera por poner sus pies en ella. Más no os puedo contar: ¡porque todo allí es de un secretísmo total! Tendréis que animaros y pasaros por allí antes del 31 de mayo, día en el que el edificio quedará hecho pedazos.
¿Qué os ha parecido? Si ya la habéis visitado, contadme qué tal fue vuestra experiencia. ¡Espero vuestros comentarios!
Y si te has quedado con ganas de más, sígueme en las redes sociales donde comparto mi día a día y un montón de recomendaciones más.