En este artículo se explicará las diferentes maniobras y formas de aplicación de los masajes, dentro del método de la reflexología.
La idea es realizar el masaje, mediante presión con el dedo pulgar sobre el área correspondiente. Con dicho dedo se debe imprimir un movimiento similar al que emplearíamos para desintegrar un terrón de tierra con el pulgar de una mano sobre la palma de la otra.
Principalmente, es muy importante estar atento a la posición tanto del masajeado como del masajista. Ambos deben estar sumamente cómodos para iniciar la sesión y que la misma resulte beneficiosa, y por qué no, placentera.
El movimiento del pulgar (o de otros dedos) sobre la parte masajeada debe ser lento, profundo y circular.
Sin embargo, antes de comenzar con los movimientos puntuales en las zonas reflejas del pie, es conveniente que el masajista se familiarice con cada uno de los pies del paciente, tomándolos entre las manos y manipulándolos durante al menos un minuto.
Paralelamente, el paciente se preparará para la operación, relajándose con dos o tres respiraciones profundas.
Durante el masaje zonal se produce un real intercambio energético entre masajeado y masajista. Por lo tanto, es conveniente que también el masajista comience la terapia estando relajado, y trate de respirar, mientras dura el masaje, en sintonía con su paciente.
Existen grandes posibilidades de que el masajista se cargue de energía negativa procedente del masajeado. Sin embargo, esto puede evitarse siempre y cuando el profesional esté atento y tome las precauciones necesarias. Imaginar que alrededor de los codos brilla una luz blanca y repetirse que esa luz es un escudo suficiente para una protección completa. Si, aún tomando durante el masaje todas las precauciones debidas, se siente cansancio o tensión, para alejarlas basta con realizar dos movimientos decididos con las manos, como si uno quisiera liberarlas de unas gotas de agua.
Por otro lado, el hecho de lavarse las manos después de cada sesión y de mantenerlas cierto tiempo en agua fría contribuye a la relajación del masajista.
Duración de las maniobras
La duración del estímulo, varía un poco de acuerdo a la resistencia del paciente. Otro factor que la hace variar depende de si la actuación tiene una finalidad meramente relajadora o bien claramente terapéutica. En el primer caso puede durar incluso una hora (media para cada pie); en el segundo caso, en las primeras sesiones, es conveniente no excederse de cinco minutos en cada pie. Si abusamos de la duración del masaje, se puede provocar aún más dolor en la zona afectada. es mejor masajear durante unos minutos una zona, para luego volver a ella más tarde, en el curso de la misma sesión.
La normalización de la zona afectada se reconoce cuando se disminuye el dolor en la zona que corresponde al pie, y mejora el aporte sanguíneo.
Posibles reacciones al tratamiento
Si los pacientes no manifiestan en forma verbal, o con exclamaciones de dolor, se debe incitarlos a que lo hagan. De esta forma, no traspasaremos el umbral de dosificación.
Durante el masaje son liberadas toxinas, que deben ser eliminadas. Para evitar acumulaciones peligrosas, es conveniente espaciar las sesiones, del mismo modo que se aconseja que cada sesión vaya seguida de maniobras sedantes y de un corto descanso.
El éxito del tratamiento depende de la habilidad con que se lo lleve a cabo. Principalmente, se pretende lograr reducir la tensión y facilitar el flujo de sangre al área afectada. La reflexología estimula además el flujo de energía fina, que revitaliza así todo el organismo.
A lo largo de las sesiones, pueden aparecer en el paciente, determinadas señales que indican que nos hemos excedido en los estímulos y debemos disminuir la presión. Dichas señales pueden ser:
palidez en el rostro
sudoración en las palmas de las manos
sensación de fríoPara revertir los síntomas señalados, se debe proceder a realizar masajes sedativos, con el objetivo de tranquilizar al paciente.
También pueden aparecer otras señales (necesidades de ir al baño, mayor sudoración), después del tratamiento. Las mismas son indicio de que el cuerpo del paciente está reaccionando y liberando toxinas.
El uso de las manos
La mejor manera de recibir masaje de reflexología es de las manos del terapeuta, quien usualmente dará masaje a todos los puntos reflexológicos, concentrándose en las áreas correspondientes a la parte del cuerpo que está afectada. La reflexología también puede dársela uno mismo para dolores de espalda, cabeza, etc. Pero siempre teniendo cuidado de no dar masaje de manera excesiva en un mismo punto, ya que esto puede resultar incómodo. Las manos tienen propiedades eléctricas:
La mano derecha tiene carga positiva, sus efectos son estimulantes y fortalecedores
La izquierda tiene carga negativa, y sus efectos son sedantes y calmantes.El dorso de las mismas tiene la carga opuesta a la de la palma, es decir la derecha tiene carga negativa y la izquierda positiva.
Esto es muy importante, ya que si el objetivo es revitalizar el cuerpo y restaurar el flujo de energía limitado por un bloqueo, la mano que se debe utilizar es la derecha. Si lo que queremos es aliviar, usaremos la mano izquierda.
Es entonces, imprescindible poseer un buen dominio y manejo de las propias manos, ya que ellas constituyen el alma del masaje:
Se debe aplicar presión, al dar un masaje. Aunque la intensidad de la presión se va descubriendo con la experiencia. Si el terapeuta siente que está aplicando demasiada presión, puede preguntarle al paciente como le resulta y a posterior ir amoldándola hasta llegar al efecto deseado.
Las manos del terapeuta deben estar siempre relajadas. Al moverlas, aplicando masajes deben estar lo mas sueltas y flexibles posible.
Las manos deben explorar cada zona del pie a tratar. Deben estar siempre investigando, para que puedan escuchar los tejidos y huesos. Deben poder palpar los hueso, delinear sus formas y comunicarse con la textura mas profunda de los músculos, conocer las articulaciones.
Se debe usar el propio peso para ejercer la presión, no solo el peso de las manos. Si se quiere ejercer mayor presión, no se debe forzar los músculos de los brazos y las muñecas se puede conseguir apoyando el peso de la parte superior del cuerpo sobre las manos. De esta forma, las manos no adquieren rigidez y pueden moverse fluidamente.