La Costa Blanca es uno de los mayores tesoros del turismo del continente europeo, y Altea constituye sin duda su joya más codiciada, con permiso de Benidorm. Cerca de 5 millones de visitantes al año se dejan cautivar por los paraísos de arena dorada que abundan en estas tierras, donde también el patrimonio histórico, el ocio y la belleza arquitectónica constituyen reclamos irresistibles.
Como no podía ser de otra manera, las condiciones climáticas son inmejorables, con medias anuales que rondan los 25 grados. Las heladas son insólitas, al igual que las temperaturas superiores a los 40 grados. En suma, un clima propiamente levantino, perfecto para entregarse al disfrute y la diversión.
¿Cómo puedo llegar a Altea?
Altea goza de una comunicación admirable, ubicándose a 55 km de Alicante y a menos de 140 km de Valencia. Acceder por carretera es una de las elecciones más comunes entre los visitantes, que disponen de la nacional N-332 y de la autopista AP-7, entre otras vías.
La red de carreteras del municipio no tiene nada que envidiar a la de los grandes núcleos europeos, y en consecuencia el transporte urbano es una opción altamente recomendable no sólo para llegar sino también para desplazarse, gracias a las numerosas compañías y líneas de autobuses que están a nuestra disposición.
Por otra parte, los aeropuertos de Manises (a 140 km) y del Altet (a menos de 60 km) facilitan el acceso en avión, un medio de transporte imprescindible para quienes se desplacen desde lugares tan remotos como Londres, Roma o París. Finalmente, la conocida vía ‘El Trenet’ de ferrocarriles de vía estrecha conecta Alicante, Denia y Altea en un maravilloso recorrido en tren que sorprenderá a propios y extraños.
¿Qué podemos ver en Altea?
Pero esta localidad costera es mucho más que sol y playa, dado que el patrimonio histórico brilla con especial intensidad en Altea. Así, los museos, los monumentos y los edificios emblemáticos satisfarán los apetitos culturales de todos los más curiosos.
En centro neurálgico del municipio se asienta el Casco Antiguo, un auténtico regalo para la vista que nos permitirá callejear por un circuito laberíntico lleno de historia y encanto. Las ermitas, la iglesia de la Virgen del Consuelo o los incomparables miradores de la bahía son la crème de la crème de estas calles, donde además hay lugar para el arte en las numerosas galerías y estudios a tal efecto.
Panorámicas de ensueño, blancas fachadas y pintorescos comercios configuran el popularísimo Paseo Marítimo de Altea, una experiencia que sublimará nuestros sentidos con panorámicas inolvidables del Peñón de Ifach. Incontables restaurantes y bares elaboran la mundialmente famosa gastronomía mediterránea, un tesoro culinario que alcanza cotas insospechables de calidad en los menús valencianos.
En la Iglesia Ortodoxa de Altea reconoceremos un bellísimo edificio de virtuosa arquitectura, donde se advierten formas y elementos característicos de la tradición rusa. Dedicado al Arcángel San Miguel, esta maravilla cautivará a creyentes y ateos por igual.
Para monumentos con solera, la Torre de la Galera ha sido declarada ‘Bien de Interés Cultural’. Con raíces que se remontan al siglo XIV, este vestigio medieval es uno de los testimonios más fidedignos del pasado histórico del municipio. Asimismo, la Torre de Bellaguarda data del siglo XVI y muestra un estado de conservación envidiable, lo que multiplica el deleite del turista.
El Museo del Mar, en el astillero de Orozco, nos brinda un viaje en el tiempo a través de infinidad de embarcaciones, enseres de pesca, maquetas y otros elementos, que demuestran la estrecha relación de los alteanos con la actividad pesquera y con el Mediterráneo.
Aunque son muchos los festejos populares que engalanan estas tierras, la Fiesta del Mig Any de Moros y Cristianos es uno de los más sugerentes. Música, comparsas y disfraces de ocasión inundan entonces las plazas y avenidas, conmemorando la época en que estas culturas se disputaban el dominio de la Península. Las fiestas de San Roque, de San Juán y de la Semana Santa tampoco decepcionarán.
¿Cuáles son las playas de Altea?
En los ocho kilómetros de franja costera reconocemos calas, acantilados y playas de sustrato diverso que harán las delicias de los más aventureros, merced a la amplísima oferta de deportes acuáticos a practicar. La diversidad y los paisajes exóticos son, por lo tanto, otro de los grandes atractivos de Altea.
En la playa de La Olla descubriremos una profunda tradición de bañistas en los meses estivales, lo que no es de extrañar considerando la calidad de sus aguas. Frente a sus orillas se yergue majestuosamente un pequeño islote, que redobla el encanto del lugar.
La playa de Cap Negret, enclavada en la desembocadura del Río Algar, es un verdadero remanso de paz, dotado de un sustrato de gravilla y unas instalaciones de excepción. Hablamos de un lugar poco concurrido donde la Sierra de Bernia ofrece una panorámica privilegiada.
El Mascarat es una cala abierta, de espíritu rural, donde el snorkel, el buceo y otras disciplinas se disfrutan como en ningún otro lugar. En sus inmediaciones encontramos el Puerto Deportivo Campomanes, otra razón para dejarse conquistar por esta playa.
La Roda constituye la flor y la nata de las playas de Altea. La excelencia de sus servicios, la presencia de instalaciones lúdicas y la prestigiosa ‘Bandera Azul’ la convierten en una parada obligada para los turistas más exigentes. Su proximidad con el casco urbano del municipio también es un punto a su favor.
La playa de Cap Blanch es la más extensa, dado que se funde con la de Albir, perteneciente al municipio de Alfaz del Pi. La belleza de sus orillas, el encanto del paisaje circundante y las múltiples posibilidades de ocio son algunos de los ingredientes de esta joya valenciana.