Frailes es un pueblo de la sierra de Jaén, en Andalucía. Allí se celebra cada año las Jornadas Gastronómicas y Vinícolas y este año acudimos a comprobar que es esto de tener un pueblo un fin de semana.
Tenía muchas ganas de escribir sobre Frailes, después del fin de semana de abril que pasamos entre sus gentes y su gastronomía. Y por fin en un motel de carretera, llamado Virginia´s Creek, de camino a Bridgeport (California), he encontrado un momento de tranquilidad para poder escribirlo y sacar todo esas emociones que tenía dando vueltas en la cabeza.
Os pongo en antecedentes porque seguro que no sabéis que hacíamos nosotros un fin de semana de Abril en un pueblo de la provincia de Jaén.
Pues veréis, gracias a Rafa nuestro amigo y bloguero de Viajes con Humor, blog que podéis seguir porque tiene una propuesta muy fresca y dinámica, llegamos a las XX Jornadas Vinícolas y Gastronómicas de Frailes. Bueno gracias a él, a su Ayuntamiento y a Fuensanta que nos hizo de guía durante nuestra estancia.
Nosotros no somos muy de hacer blogtrips ni cosas así pero esta invitación nos brindaba la oportunidad de conocer un poquito más los rincones de nuestro país y venía de alguien que siempre nos hablaba de su pueblo con un cariño y una pasión que nos hacía querer conocerlo.
Y es de eso precisamente de lo que quería hablaros, aprovechando la coyuntura, quería hablar de cómo la gente que se ha criado en pueblos o sitios muy pequeños sienten esa conexión con su tierra y sobre todo lo que la rodea.
Os lo digo porque yo soy de Madrid, y ya sabéis lo que me gusta y me apasiona mi ciudad, pero siempre soy bastante crítico con ella y le veo también los defectos, que los tiene. Y esa conexión que tenéis los que habéis crecido en pueblos no la tengo yo, por ejemplo.
No quiero decir con esto que el haber crecido en una gran ciudad te quita mérito o puntos, pero siento como si me hubiese perdido una parte del aprendizaje que esto conlleva.
Como os he dicho fuimos con motivo de las Jornadas Vinícolas y Gastronómicas que se celebran cada año allí, y ya desde el momento de llegar nos sentimos como unos invitados de honor, como si nos hubieran estado esperando desde hace tiempo, nos recibieron con una familiaridad muy poco común en estos tiempos.
Lástima que nos perdiésemos la primera de las actividades programadas, porque llegamos un poquito tarde, ya sabéis como somos. Era la degustación de morcilla recién hecha y cata de vinos de los productores de la zona.
La morcilla no la pudimos probar porque ya se había acabado, imaginaos lo rico que podía estar eso, y los vinitos si que pudimos catar alguno y la verdad es que estaban muy buenos. A pesar de todo, la gente fue super atenta y amable con nosotros y pudimos estar un buen rato conversando en la Plaza de los Toros, así es como se llamaba el lugar donde se celebraba la cata.
El día siguiente nos deparaba aún más sorpresas de las que podíamos esperar. Pudimos comprobar con nuestros propios ojos cómo la gente de Frailes se implicaba hasta el fondo por mostrarnos las bondades de su pueblo.
No os voy a contar un diario pormenorizado de todas las actividades y cosas que hicimos, quiero hablaros de la gente que conocimos y que nos recibió tan calurosamente.
Los primeros fueron los padres de Rafa, que sin conocernos de nada nos dejaron una casita que tenían, a nosotros y a todos los que veníamos de invitados, donde quedarnos el fin de semana con todas las comodidades que podríamos tener en nuestra propia casa. De ellos os hablaré más adelante porque se merecen por sí mismos un solo artículo, por lo buena gente que son y lo bien que se portaron con nosotros.
Todos los que participaron en la pequeña gira que hicieron para mostrarnos el pueblo, empezando por Fuensanta que nos hizo de guía contándonos las historia de Frailes, nos hicieron formar parte de su historia y de sus tradiciones, también nos ayudaron a descubrir los pequeños rincones que hacen de este pueblo un sitio bello y único.
No os imagináis lo increíble que resultó ese paseo gracias a los fraileros que nos amenizaron muchos de los lugares por los que pasamos, con representaciones o como guías improvisados en cada uno de los puntos de interés.
Ahí ya pude apreciar ese orgullo y esa pasión de las que os hablaba al comenzar este post, la pertenencia a ese lugar que te ata y a la vez te sirve de ancla en el mundo. Más aún cuando tienes una gastronomía y unos vinos que son una delicia y algo por lo que de verdad estar orgulloso.
Lo pude confirmar en la comida que organizaban con motivo de las jornadas, comiendo la típica olla podrida, embutidos de la tierra, aceitunas y una carne en trocitos que no recuerdo como se llama y que se te hace la boca agua. En esta comida donde se reunió un buen número de gente y a la que nosotros íbamos invitados tuve de compañera a una señora muy simpática, era de Granada y veraneaba en Frailes, y me estuvo contando las bondades del pueblo y volví a ver cómo se enorgullecen de su pueblo y de sus costumbres. Me contó también de sus viajes de vacaciones que hace alrededor del mundo y la buena señora había viajado más que muchos bloggers de viajes que conozco…
Pude conocer la historia de Michael Jacobs, escritor inglés, autor de la La Fábrica de la luz: cuentos desde mi pueblo andaluz y que tiene su historia ligada a Frailes ya que era un asiduo al pueblo y del que sienten un orgullo especial los fraileros. Es la historia que hemos oído quizá mil veces de artista inglés que se enamora de un pueblo de Andalucía, pero que toma vida cuando oyes las mil anécdotas y cotilleos que recorren el pueblo.
Una historia que me llamó mucho la atención y que está ligada también al señor Jacobs y al pueblo fue la de Manolo el sereno. Todo un personaje de Frailes que tuvo una historia en común con los artistas y gente culta que visitaba el pueblo, siendo él analfabeto y sin estudios, se codeó con todos ellos de tú a tú dejando un recuerdo imborrable en algunos de ellos. Así nos lo contó Don Manuel en el pregón, en el cual no dejaba de nombrarlo mientras hacia su discurso, y picado por la curiosidad le pregunté a Rafa quien era ese tal Manuel el sereno, y pudo hacerme un pequeño resumen de su vida y leyenda.
Todas estas historias conforman la vida de un pueblo marcado por sus habitantes, los cuales dejaron una huella imborrable en mí, y con la sensación de que muchas veces lo que hace grande a un sitio no son sus posibles maravillas arquitectónicas o sus parajes naturales, que también ayudan, sino es su gente y sus historias. Dan forma a la vida de un pueblo y lo que fluye alrededor de él. Y si estás atento y no pierdes pie puedes sentirlo con sólo que prestes un poquito de atención.
Quería dejar para el final el colofón del fin de semana y es la comida tan deliciosa a la que nos invitaron los padres de Rafa en una pequeña parcela que tiene allí y donde tienen sus olivos y su manzanas, que nos dieron un montón, y un vino que hacen ellos que estaba excelente. Lo que os decía, unas grandes personas y muy cariñosas en todo momento y pendientes siempre de que no nos faltase de nada. Toda la comida amenizada con sus anécdotas y sus historias, lo siento Rafa tu madre es la que se debería dedicar a los monólogos, hicieron de las últimas horas que disfrutamos en Frailes algo que nunca olvidaré.
Por eso os digo, cuando sea mayor y pueda instalarme en un sitio fijo, eso sí sin dejar de viajar, quiero vivir en un pueblo como Frailes, y formar parte de esas historias que se terminan contando como la de Manuel el sereno.
P.D: Aparte de agradecer a Rafa por ser el mejor anfitrión que podíamos tener, no quería olvidarme de la gran Pepa, de Viajes Terapéuticos, con la que hicimos el viaje de ida y vuelta y que puso su coche a disposición para el viaje. Eres una persona muy chevere.
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