Benjamín Recacha, apareció de la nada en mis recomendaciones de WordPress hace unos cuantos meses. Pinché a “seguir”, tentada por la buena pinta del contenido, y pocos días después descubrió él mis jueves. Fue un poco “Cuando Harry encontró a Sally“, eliminando la parte romántica de la historia, por supuesto. Él, buen escritor donde los haya, ha pasado a formar parte de mi pequeña gran familia wordpressiense.
Benjamín es periodista, profesor y escritor: su Viaje de Pau sigue estando en mi lista de libros pendientes.
Va a ser el primer hombre en escribir para “la chica de los jueves”…y se me hace raro. ¿Una historia desde el punto de vista masculino, en mi blog?
Raro, raro…aunque he de reconocer que me encanta.
Poco más que añadir a esta introducción, bueno, sí. Gracias a todos por la acogida de este proyecto, por participar, por escribir tan bien y ser tan majos. A veces sigo quedándome con la boca abierta ante ciertas cosas, cuando recibo mensajes privados o cuando me llegan mails llenos de ilusión. Es increíble, de verdad.
Dicho esto, vamos a ello. Whole Lotta Love, Benjamín, ahí va.
Probablemente nunca leas esto. Probablemente espero que no lo leas, pero me he visto empujado a sentarme ante la pantalla y empezar a teclear. Me he trasladado de nuevo a aquella noche en casa de Isma. ¿Te acuerdas de él? Hace siglos que no lo veo. Me lo encontré por la calle hace unos años. Una chica muy maja, realmente guapa, caminaba agarrada a su cintura mientras él empujaba con cara de satisfacción sincera un carrito de bebé. ¿Te lo puedes creer? Isma, aquel fiestero irresponsable, resulta que acabó transformándose en un responsable papá feliz.
Yo también soy uno de esos papás, de dos hermosas y risueñas criaturas de siete y nueve años, Carla y Dídac, y amantísimo y leal marido de Vicky? Sí, efectivamente, es aquella Vicky. Entonces, aunque tonteábamos no éramos aún pareja, pero todos decían que estaba cantado que acabaríamos juntos, y así fue. Ella es brillante, mucho más que yo, y sigue tan atractiva como siempre. He sido muy afortunado.
¿Por qué, entonces, te estoy escribiendo esta carta con la incómoda sensación de que no debería hacerlo? Sé que jamás le explicaría a mi mujer este arrebato. Si lo hiciera, probablemente se reiría y con su habitual tono de suficiencia despreocupada me diría que es un síntoma de adolescencia añorada, muy típico en los cuarentones. No te imaginas lo difícil que es pretender conservar rincones secretos en la memoria cuando convives con una prestigiosa psicoanalista.
Sin embargo, el recuerdo de aquella noche todavía lo mantengo para mí solo. Hasta hace un rato seguía ahí, bien guardado en algún cajón que no solía abrir, ignorando la magnitud de las sensaciones que escondía.
Dicen que la memoria es selectiva y que tiende a revivir los recuerdos a nuestra conveniencia, cambiando detalles y configurando, por tanto, una realidad que no fue exactamente así. Pero un olor, un sonido, una imagen en un momento determinado pueden ser el desencadenante que recupere el instante pasado en toda su esencia.
Eso es lo que me ha pasado esta tarde, cuando en la radio del coche han empezado a sonar las notas de Whole lotta love. Entonces mi memoria ha abierto un cajón diferente al que de tanto en tanto me asomaba para recordar aquella noche de fiesta, muy agradable pero un tanto confusa por el ruido, las risas, el alcohol y la maría. En ese nuevo cajón se ocultaba el recuerdo original, el que mi mente consciente se había empeñado en transformar en un sucedáneo simplemente divertido.
Con el primer acorde, tan contundente, tan rasgado, tan animal de la guitarra de Jimmy Page me he visto de nuevo en aquel pequeño piso abarrotado de gente que saltaba y gesticulaba entregada, y allí estabas tú. Hasta hoy no había vuelto a experimentar la fuerza del magnetismo que emitían tus movimientos, los más sensuales que había presenciado en la vida. He tenido que detener el coche para sumergirme por completo en el recuerdo, para disfrutar de nuevo de aquel baile del que quise creer, en un pensamiento ridículamente egoísta, que yo era el único espectador. He vuelto a deleitarme en aquella melena morena que me atraía hacia ti con hilos invisibles, en aquellos mechones que a cada golpe de cuello se deslizaban por tu cara, recorriendo unos ojos cautivadores y aquella boca que a cada segundo se volvía más irresistible al ritmo de uno de los temas más sexuales de la historia del rock. Ahora soy consciente de que siempre me quedó la duda de si eran imaginaciones mías o realmente me mirabas a mí cuando te mordías el labio inferior.
Cuando Led Zeppelin ha dejado de sonar en la emisora he seguido ahí parado, absolutamente embobado, rememorando la charla que mantuvimos. ¿Tú te acuerdas? Estuvimos hablando durante horas, en casa de Isma, y después. Ahora recuerdo con total nitidez que aunque el sol ya aparecía por el horizonte no quería que la noche acabara. Ahora recuerdo que una vez, cuando empezamos a salir, Vicky me preguntó por aquella noche. Quiso saber qué había pasado entre tú y yo. Sabía que fuimos los últimos en marchar. Ahora recuerdo el sentimiento de culpabilidad que me invadió al asegurarle que no pasó nada, que sólo te acompañé a casa, mientras mi mente se empeñaba en mostrarme lo embustero que estaba siendo? El beso. Aquel beso que ahora, tanto tiempo después, me ha obligado a escribirte.
Ahora vuelvo a saber, como supe entonces, que fui un cobarde. Hice lo que tenía que hacer, lo que todos creían que debía hacer, lo que mi sensatez me decía que debía hacer, pero por mucho que encerrara el verdadero recuerdo de aquella noche bajo llave, ahora me doy cuenta de que siempre he mantenido la duda de cómo habría sido mi vida si no hubiera fingido que en realidad no pasó nada.
Debiste odiarme, ¿verdad? O como mínimo pensar que era tan gilipollas como todos aquellos tíos que babeaban por ti. Yo tuve la oportunidad de empezar algo realmente bueno contigo y, en cambio, me comporté como un idiota. Supongo que tuve miedo, y cuando vi en tus ojos aquella expresión de decepción simplemente me conformé. Recuerdo aquella mirada que me dedicaste cuando te di los dos besos a modo de saludo, días después, como si no hubiera pasado nada. Esta tarde la he vuelto a sentir, y esta vez me ha dolido como no lo hizo entonces. No me extraña que fuera la última vez que aparecieras por el grupo. He vuelto a sentir tu lengua en mi boca y aquella mirada que ardía en deseo. Cómo me arrepiento? En aquel momento, en cambio, que no volvieras significó un alivio. Las cosas volvían a simplificarse. Y la verdad es que hasta ahora he tenido una vida bastante plácida.
Soy feliz y, sin embargo, aquí estoy, escribiéndole a un fantasma del pasado. ¿Tanta fuerza puede tener una simple canción como para llevarme a replantear una decisión de hace veinte años? ¿Por qué me preocupa ahora lo que debiste sentir, lo que pensaste de mí, si tú creías que podríamos haber escrito una historia juntos? ¿Por qué me pregunto ahora qué habrá sido de tu vida?
¿Qué voy a hacer con este recuerdo que ya no puedo volver a encerrar? ¿Qué voy a hacer con esta carta que probablemente nunca leas, que probablemente no quieras leer?
Fran Recacha
Benjamín Recacha
Imágenes extraídas de Pinterest
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