Casi todas las tumbas y pabellones funerarios, fueron planificadas minuciosamente en vida por sus futuros ocupantes. Hasta el más mínimo detalle tenía su espacio en los planos y proyectos que una vez, sobre las mesas de los arquitectos, formaron parte de los sueños de eternidad de la sangre azul vietnamita.
Y eso que precisamente no fue la de Nguyen una dinastía milenaria, ya que tan se remonta al año 1802, cuando el noble Gia Long ejecutó un certero golpe de estado y derrocó a la familia imperial Tây Son.
De todas las tumbas reales que salpican la provincia de Hue, ciudad imperial de Vietnam, vamos a visitar sólo dos, la de Khai Dinh y la de Tu Duc.
La primera de ellas, es quizá la que tiene un componente más afectivo, más de folletín histórico, ya que la vida del penúltimo emperador fue digna de un buen guión de cine.
Reconozco que no había leído ni escuchado nada sobre la vida de los gobernantes de Vietnam, si dejamos al margen, por supuesto, a Ho Chi Minh. Pero según según nuestro guía iba desgranando la vida del emperador el interés se iba tornando cada vez más fuerte.
Los franceses habían fundado el protectorado de Amnan que abarca el actual Vietnam Central e intentado que dos de sus emperadores fueran sus aliados ( por no decir sus subordinados), para poder reforzar su presencia en la Indochina Francesa y de este modo contrarrestar el poder inglés en la India.
Sin embargo, éstos se resistieron a vivir bajo el yugo francés, y fueron obligados a exiliarse, así que fue necesario encontrar un nuevo emperador al que poder manejar desde su más tierna juventud.
El elegido fue Khai Dinh, sobrino segundo del emperador Tu Duc, que no había tenido hijos, y primogénito de Dong Khanh, que era totalmente francófilo.
Así que a nuestro pobre, nuevo y flamante emperador no le quedó más remedio que aceptar la corona y convertirse en una marioneta del gobierno francés, bajo el lema del "Reino de la paz y la estabilidad eterna". Y claro eso sólo podía conseguirlo si respetaba los términos de su alianza con los franceses. Su postura le granjeó el odio y el desprecio de su pueblo, que se veía maniatado en las libertades y explotado por los invasores occidentales, mientras él vivía entre una vida de lujo y derroche.
Pero no todo era de color de rosa. Khai Dinh viajó varias veces a Francia y se dejó deslumbrar por los palacios y castillos que surgían como setas por el país galo, y al volver decretó una subida brutal de impuestos para lucrar más aún a los franceses y empezar a construir su propio mausoleo, una tumba digna de un emperador.
Mientras, el odio de su pueblo aumentaba, y le ridiculizaban, llamándole "Dragón de papel", en referencia a su docilidad con los franceses.
Por si fuera poco, y siguiendo la tradición imperial, fue obligado a tomar 12 esposas de las que sólo pudo tener un hijo, que más tarde se convertiría en último emperador de Vietnam.
Y claro, no podemos evitar cuestionarnos algo: ¿12 esposas y sólo un hijo? ¿Donde estaba el problema?
Muy sencillo, no había tal problema, sino que Khai Dinh no tenía apetencia por las mujeres, sino que estaba secretamente enamorado de un capitan de su Guardia Imperial llamado Nguyen Dac Vong, con el que durmió cada noche durante casi 20 años.
Sintiéndose profundamente desgraciado con el paso de los años, por haber fallado a su pueblo y haberse engañado a sí mismo ante la imposibilidad de escapar de su realidad, cayó en las drogas y finalmente murió de tuberculosis en la Ciudad Imperial Púrpura de Hue, con sólo 40 años.
Tomo prestada una foto para que podamos poner cara al protagonista de nuestro relato
Y así, sin darnos cuenta, hemos traspasado, contando la historia, las puertas que franquean el recinto y que se abren en la base de una colina, hemos subido los 36 escalones de piedra, paseado por el Patio de Honor, con sus caballos, elefantes y mandarines de piedra, nos hemos asomado al Pabellón de la Estela Octogonal y subido los tres últimos tramos que nos llevan a las puertas del mausoleo imperial.
El emperador, tristemente se tuvo que conformar con levantar su tumba en humilde cemento, ya que su reino era tan pobre y estaba tan esquilmado que no era posible gastarse las rentas en mármol, tal y como había visto en Francia. Así que tuvo que echar mano de toda su imaginación y la de sus constructores para darle a su sepultura esos aires que mezclan lo europeo y lo vietnamita en una síntesis que no deja indiferente al visitante.
Las paredes y techos están recubiertos en su totalidad con murales hechos no de oro y mármoles jaspeados, sino trozos de porcelana, terracota y cristal, que nos recuerdan al trencadís gaudiano. Debió ser un poco triste, ver como las paredes lisas de las salas laterales debían ser pintadas como un trampantojo para imitar las vetas del mármol más fino.
Este picadillo de materiales se utilizó para representar la exuberancia de las cuatro estaciones, los llamados Ocho Objetos Preciosos y las Ocho Hadas.
Eso si, centró el grueso de la inversión en la tumba propiamente dicha, que está precedida por este altar donde podemos ver su foto.
Pasamos con respeto y en silencio a la última sala, donde bajo un dosel de hormigón de más de una tonelada de peso se sienta una estatua del emperador, hecha enteramente en bronce en una fundición de Marsella.
Elegantemente vestido con su traje de ceremonia, y custodiado por el símbolo sagrado del sol, la estatua de Khai Dinh es la parte superior de una estructura bajo la que reposa, a unos 18 metros de profundidad el cuerpo del emperador.
Reflexionando sobre la historia del penúltimo monarca de Vietnam, abandonamos el recinto, deseando que haya encontrado la paz y la felicidad que le faltaron en vida.
Y de camino a la siguiente tumba hicimos una parada en una tienda de incienso. No es que tuviera demasiado interés, pero me llamó la atención el arcoiris de colores que desplegaba la dueña.
Nuestra siguiente parada fue la Tumba de Tu Duc, mas bien, el complejo funerio de Tu Duc, ya que es tres veces más grande en extensión que el que acabamos de visitar.
Lo primero que vemos tras dejar la carretera y entrar al terreno donde se asienta el mausoleo, es una escalera que nos lleva a un muelle desde donde el emperador embarcaba para llegar a la islita de Tinh Khiem, para cazar pequeñas aves.
Al otro lado encontramos un pabellón, levantado sobre pilares encima del agua, donde el dirigente se sentaba junto a sus concubinas a componer y recitar poesía.
De aquí se puede ver el camino que tendríamos que seguir ahora, al otro lado del lago
Subiendo un corto tramo de escaleras llegamos al templo de Hoa Khiem donde se recuerda al emperador Tu Duc y la emperatriz Hoang Le
Como curiosidad hay que decir que éste templo fue antes de su muerte parte de su palacio, donde venía a alojarse en las épocas de calor estival.
Numerosos objetos recuerdan estas estancias del emperador, como los espejos de las concubinas, relojes y candelabros que los taimados franceses obsequiaron al emperador, y los tronos de la pareja imperial.
Seguimos visitando la tumba-palacio que es mayor de lo que parece...
...mientras afuera llovía...
...y llegábamos a una parte del palacio que una vez fue teatro, y que hoy se destina a hacer de los visitantes emperadores por unos minutos, vestidos con las ropas de gala y fotografiados por una cantidad de dongs nada despreciable.
Cuando la lluvia nos concedió una tregua reiniciamos la ruta que nos llevaría a la última parte del complejo, bordeando el precioso lago que parece actuar de foso para proteger la tumba del emperador.
Tras subir unas pequeñas escalinatas accedemos al Patio de Honor, donde nos esperan en perfecta formación un pequeño ejército de elefantes, caballos y mandarines. Estos últimos fueron tallados en un tamaño más pequeño que el emperador, algo curioso, si tenemos en cuenta que Tu Duc tan sólo medía 1,53 m.
Si la vida de Khai Dinh fue peculiar, la de Tu Duc no lo fue menos, y él mismo tuvo tiempo aún de reflexionar sobre ella y grabar sus errores en esta enorme estela de veinte toneladas de peso que tardó cuatro años en llegar desde las canteras del lejano norte, exactamente a 500 kms de la tumba.
El "sepulcro" de Tu Duc, que está rodeado por un muro y a cielo abierto, está vacío...
La razón es muy simple. Al igual que Khai Dinh, subió exageradamente los impuestos para poder construir su mausoleo, por lo que las revueltas populares al final de su reinado fueron constantes. Temeroso de que el pueblo, enloquecido, pudiera saquear su tumba, se hizo enterrar en un lugar desconocido, rodeado de inmensos tesoros. Para salvaguardar el secreto de la localización de su tumba, los 200 sirvientes que llevaron a cabo el enterramiento fueron decapitados y enterrados junto a él al mas puro estilo de los grandes emperadores chinos.
Extravagantes, grandiosos o excéntricos, los mausoleos de la dinastía Nguyen no pueden dejar impasible al visitante, y merecen una jornada completa de nuestro viaje.