Detalle de un geranio en los Jardines de Luxemburgo. Al fondo, borroso, el Palacio de Luxemburgo, sede del actual Senado francés.
París detrás de una cámara es otro mundo. Con mis ojos detrás del visor y mi dedo índice preparado para disparar noto que me suben las pulsaciones. Es el instante preciso de inmortalizar un momento. Aperas dura unas centésimas de segundo. Y todo se transforma en un bonito recuerdo para toda la vida, lo que las retinas no podrán detallar con el paso del tiempo.
París es luz, una cuidad de contrastes, de movimiento y de diversidad de culturas. Sus calles son para perderse, pasa salir a pasear sin planes y descubrir sus maravillas a modo de sorpresa. En cada rincón y en cada plaza, un asombroso hallazgo nos sale al paso.
Me impactó gratamente algunas de las costumbres de la ciudad: que los jardines son bien respetados, las calles está limpias, solo están bañadas de las hojas caídas de los árboles, de la amabilidad de sus gentes, del inmenso número de turistas que como yo visitan sus museos y monumentos y de la paciencia que puede tener un franco-parlante cuando no entiendes bien una conversación.
Y su gastronomía...todos los días comprábamos en PAUL baguettes, croissants y macarons para desayunar.
Macarons comprados en PAUL.
Recuerdo que el primer día salimos a la calle a andar sin un plan establecido: "vamos a dar una vuelta". Partimos desde el distrito 14 dirección noroeste, callejeando para perdernos un poco. De repente, al girar en una avenida....allí estaba ELLA: la Torre Eiffel. La vi inmensa, majestuosa, impactante...se me revolucionó el fuero interno. Seguimos caminando sin perderla de vista...y cuanto más avanzábamos, más lejos parecía que se hallaba. Hasta que bordeamos la escuela militar y llegamos a los Campos de Marte. Ahí pudimos descansar a la sombra de unos árboles y vimos que ya era la hora de almorzar. Sacamos los bocadillos de pavo y queso y nos quedamos observando a la gente que allí se reúne para comer y tomar el sol. Fue una gran idea perderse y llegar hasta allí.
Campos de Marte con la Torre Eiffel y el Palacio de Trocadero al fondo. La Torre es una mole inmensa de acero de más de 300 m.
El día que subimos al barrio de Montmartre y visitamos la Basílica del Sagrado Corazón lo hicimos en metro. A la vuelta decidimos bajar andando y volvernos a perder por las calles. De nuevo nos pilló la hora de comer y al doblar una esquina vimos una iglesia gigante con un pequeño jardín alrededor. Observé que había gente que se llevaba el almuerzo para tomarlo en el parquecito. Me enamoró esa costumbre que ya había ido viendo con el paso de los días. Esta iglesia, la de la Santa Trinidad, acoge a todo aquel que quiera pararse a descansar, relajarse y disfrutar de un lugar bonito y fresco.
Iglesia de la Santa Trinidad
El penúltimo día de estancia en París fuimos a ver el Arco del Triunfo y recorrer la gran avenida de los Campos Elíseos.. He de confesar que el Arco me gustó mucho pero esperaba otra cosa de los Campos Elíseos, como algo más grande y majestuoso. No sé, me parecieron como el Paseo del Parque de Málaga. Pero claro, en mi mente los tenía idealizados.
Arco del Triunfo mandado construir por Napoleón, un monumento que conmemora el triunfo de la batalla de Austerlitz.
Y os muestro de nuevo una fotografía del Museo del Louvre, una de las cosas de París que más me gustó, porque si tuviera que quedarme con algo, sería con esto y con la Torre Eiffel...aunque todo lo que hicimos y vivimos, lo llevo en el corazón con un bagaje más de mi vida.
Espero que estas entradas sobre viajes os haya gustado y os animo a que si podéis, vayáis a esta ciudad a recorrerla entera, merece la pena.
Hemos estado pensando que el año que viene iremos a recorrer España, quizás Asturias y Cantabria. Me gustaría visitar el Santuario de la Virgen de Covandonga.
Un saludo: au revoir!!!