EL CERCANO ORIENTE
Más de veinticinco mil personas visitan anualmente el Museo Oriental de Valladolid, la más importante muestra de este estilo en España
GUÍA DE VALLADOLID © Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Conocido es que Valladolid guarda en su Museo Nacional de Escultura la más relevante colección de tallas policromadas de Europa. No ya tan conocido es que en Valladolid se encuentra también la más importante muestra de arte Oriental de toda la península Ibérica. Aquí, en el corazón de Castilla, y gracias al esfuerzo y la ilusión de los tres mil misioneros que a lo largo de cuatro siglos de presencia en tierras del lejano Oriente han ido reuniendo una colección inmensa de objetos y piezas de arte, el Museo Oriental se ha convertido en un importante centro de estudios y divulgación para acercar, a quien se preste, los secretos y refinamientos de estas culturas milenarias.
Desde los tiempos en que los relatos del mítico Marco Polo comenzaron a fascinar a cuantos los escuchaban en cualquier rincón de la vieja Europa, el hechizo por lo Oriental ha sido siempre una constante a lo largo de la Historia. Viajeros, conquistadores, comerciantes o misioneros no han podido, ni querido, sustraerse al embrujo que produce el contacto con culturas tan sofisticadas y ancestrales como las que se dan en la inmensa China.
Ubicado en el Real Colegio de los Padres Agustinos Filipinos, el origen más remoto del Museo está en la necesidad de familiarizar a los jóvenes misioneros que se preparaban para realizar tareas de apostolado en tan lejanos horizontes. La gran distancia cultural con aquellas tierras o el desconocimiento de costumbres y lengua, hicieron pensar que un primer acercamiento podía venir del contacto con los diferentes objetos y piezas de arte traídas de allí por otros misioneros. Así, la recopilación de esta cantidad inmensa de piezas que se exhiben, y que ronda el millar, es el fruto del continuo intercambio cultural establecido entre las poblaciones autóctonas y los misioneros que, a su vez, también intercambiaban regalos y objetos llevados desde aquí.
Aunque los fondos han ido reuniéndose con el tiempo, la idea de clasificarlos de cara a constituir una exposición permanente, tiene lugar ya a lo largo del siglo pasado. Es en 1887 cuando se construye en el colegio de los Filipinos un espacio donde instalar adecuadamente la colección. Más tarde, en 1908, la exposición queda abierta al público, aunque con el carácter restringido de quien sentía interés por las labores misionales propias de la Orden. Finalmente, será a partir de 1976 cuando se comienza un reacondicionamiento que terminará por estructurar la muestra tal y como hoy puede contemplarse y que culminará con la inauguración del Museo el 12 de octubre de 1980 por Sus Majestades los Reyes de España.
La muestra está organizada en un largo recorrido por 18 salas dedicadas a China, Filipinas y Japón.
Ya desde las primeras salas queda claro, por profano que se sea en la materia, el alto grado de refinamiento de los artesanos y artistas chinos, capaces de convertir en objetos de arte hasta la más pequeña figurilla ornamental o de uso cotidiano. A lo largo de las numerosas vitrinas, en las que se hayan agrupadas las distintas secciones de manera temática o cronológica, se entra en contacto con armas ancestrales, como los hachas pertenecientes a la dinastía Chou (1030-221 a.C.), espadas, estatuillas de bronce representando dioses o conceptos filosóficos como el ‘Ying-Yang’, bellos esmaltes -cuya técnica fue introducida en China por los mercaderes árabes en el siglo XIII-, o curiosas muestras de cerámica popular funeraria. Entre estas últimas destacan las pequeñas figurillas de barro denominadas ‘Ming-Ki’ cuya realización viene dada por la creencia de los pueblos primitivos chinos en una nueva vida en el más allá alcanzando éstas un virtuosismo que en muchos casos supera a las realizadas para el disfrute de los vivos. De esta forma, los muertos eran enterrados con todos sus enseres personales e incluso, como en el caso de los reyes en tiempos de las dinastía Shang (1520-1030 a.C.), se sacrificaban sirvientes y guardianes para que continuaran prestando sus servicios en el la otra vida.
La muestra continúa con bellísimos ejemplos de porcelanas ornamentales, piezas lacadas -pintadas y talladas-, virtuosísimas esculturas realizadas en jade o marfil, una colección numismática que recoge 2.300 monedas y una extensa selección de bordados en seda en la que se pueden apreciar ejemplos de vestidos, estandartes o insignias de un arte que los chinos realizaban ya hace 4.000 años.
Al igual que en China, la presencia de los misioneros Agustinos desde el siglo XVI en las islas Filipinas ha propiciado la recopilación de una gran cantidad de objetos pertenecientes a las tribus del norte -Ifugao, Kalinga, Isneg, Bontoc, Kankanai e Ibaloi- y del sur de Luzón de los cuales hay una interesante selección en el museo. El carácter más primitivo de estos pueblos se refleja en una mayor abundancia de armas, escudos o hachas como los utilizados por ‘los cortadores de cabezas‘. Las causas de las tribus malayas para cortar cabezas podían deberse a un variado abanico de posibilidades: el deseo de buenas cosechas, de ser considerado un valiente, para adquirir el favor de las mujeres o para saldar una deuda. Cuando en una batalla se perdía a un miembro de la tribu era necesario cortar una cabeza del grupo agresor por cada uno de los hombres muertos.
Lanzas, armaduras, adornos, bordados de Manila y una destacable selección de marfiles hispano-filipinos permiten a los visitantes un viaje al Oriente, para muchos imposible pero, gracias a esta valiosa colección, al alcance de la mano todos los días del año.
EL REAL COLEGIO
En 1743 Felipe V impulsa la creación de este colegio-seminario que nace ante la necesidad de formar sacerdotes y misioneros que desarrollen su labor evangélica en las islas Filipinas y el Extremo Oriente. El proceso constructivo de este poderoso conjunto arquitectónico, que incluye el templo, el colegio y el convento, se dilató durante casi doscientos años, entre 1743 y 1930, si bien los remates de la iglesia se efectuaban en 1853. Como es lógico, a lo largo de todos esos años se vio inmerso en los avatares políticos que azotaron al país, jugando un papel destacado en alguno de ellos: durante la Guerra de la Independencia
fue usado como cuartel y de nuevo fue hospital y cuartel durante la Guerra Civil. También podría haber desaparecido tras la desamortización del siglo XIX si no es por la función formativa a la que estaba dedicado. Los planos del edificio corrieron a cargo de Ventura Rodríguez, cuyo estilo se vincula con el clasicismo de Juan de Herrera. La planta de la iglesia es octogonal con capillas elípticas y está rematada por una gran cúpula. Muy meritorio es el claustro, recientemente restaurado, cuyo aire severo recuerda al patio Herreriano de San Benito.
INFORMACIÓN. Paseo Filipinos, 7. La iglesia de San Agustín se visita en horario de culto. Museo Oriental: tel. 983 30 68 00. Horario: lunes-sábado, 16.00- 19.00 horas; domingo y festivo, 10.00-14.00 horas. www.museo-oriental.es.
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