© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
La Semana Santa de Valladolid, declara de Interés Turístico Internacional, constituye el gran momento festivo-religioso de la ciudad. El prestigio de sus celebraciones y la categoría de las tallas que los ciudadanos ven desfilar por las calles obtiene el justo reconocimiento de un público que abarrota los recorridos para participar del momento. Lo normal es que, de no reservar con antelación, sea difícil encontrar una habitación libre en los hoteles de la ciudad.
La tradición de la Semana Santa en Valladolid arranca de los tiempos en los que la ciudad se ve como capital de la Corte. Sus orígenes están en las cofradías que iban conformando los distintos gremios, agrupados por oficios como una forma de organizarse, regirse con normas precisas y prestarse asistencia en caso de necesidad, enfermedad, accidentes, hambre… Con el tiempo las cofradías fueron diferenciándose entre las asistenciales, dedicadas al socorro de los más necesitados, y las penitenciales, que centraban su interés en torno a los misterios de la Pasión. Las primeras cofradías procesionales de la ciudad comenzaron a realizar sus desfiles en el interior de iglesias y conventos.
Es en el siglo XVI, con el esplendor de la tres cofradías penitenciales existentes entonces en la ciudad, la Vera Cruz, las Angustias y la Pasión, cuando la procesiones, que ya hacía tiempo que habían saltado al circuito urbano, cobran una importancia y un reconocimiento especial. Comienza entonces también la renovación de los pasos existentes, que se realizaban de papel y cartón, por los de madera que comenzarán a encargar a unos imagineros que, entre el XVI y XVII, se encontrarán en la cima de su arte. La competencia entre las cofradías por pasear las mejores imágenes está en el germen de la variedad, cantidad y calidad de los pasos vallisoletanos.
Al parecer, la idea de organizar una procesión en la que se pudieran ver ordenadas las diferentes escenas que componen la pasión fue una iniciativa del general Kellerman, que durante la ocupación francesa de la ciudad ejercía el cargo de gobernador general en las provincias de Valladolid, Palencia, Zamora y Toro. Surge así la primera procesión del Viernes Santo, el 20 de abril de 1810, con la participación de las cinco cofradías existentes entonces y ocho pasos.
Tras un largo periodo de decadencia en los desfiles, que llegaron prácticamente a desaparecer, el arzobispo Gandásegui impulsó la primera procesión general de Viernes Santo en 1923 como una forma de reunir el enorme tesoro artístico de la ciudad pero, sobre todo, explotar su potencial como elemento catequizador. A partir de ese momento se crean nuevas cofradías, se organizan los desfiles y, sobre todo, se articula el gran desfile del Viernes Santo para que ante los asistentes se suceda la gran secuencia de la Pasión, formada por escenas de hondo sentimiento, desde la Oración en el Huerto hasta el Santo Sepulcro.
La Semana Santa vallisoletana se caracteriza por su sobriedad y seriedad. La monumentalidad de unos pasos de gran altura y enorme expresividad, muchos de ellos imposibles de portar a hombros, apabullan a los asistentes, que contemplan los desfiles en un respetuoso y espontáneo silencio, sobrecogidos también por el ambiente al que contribuye la música de las cofradías y el desfilar de hasta 14.000 cofrades, la mayoría tocados con capirotes para ocultar su identidad.
Quien acuda a la ciudad en esa semana presenciara un apretado programa de desfiles procesionales, entre uno y cinco diarios, algunos marcados por una honda emoción, como el que tiene lugar a la 1.00 horas del Viernes Santo. Otra procesión especialmente destacable es la del Encuentro de la Santísima Virgen con su Hijo, el Miércoles Santo. Merece la pena estar a las 22.00 horas frente a la fachada del Palacio de Santa Cruz para contemplar el encuentro de la imagen de Cristo camino del Calvario y Nuestra Señora de las Angustias.
Procesión General del Viernes Santo
Los distintos pasos que han ido desfilando por la ciudad a lo largo de la Semana se organizan en el desfile del Viernes Santo, 33 en total alumbrados por 19 cofradías, mientras se exhiben algunas de las obras cumbre de la imaginería castellana por las calles de la ciudad. La procesión, que se desenvuelve por un largo itinerario a través del casco histórico de la ciudad, tarda en pasar por un punto concreto más de dos horas. Por eso hay quien se reserva un asiento en las tribunas de pago que se colocan en la plaza Mayor.
Pero quien acuda a Valladolid en cualquier otro momento del año también puede disfrutar de algunos de los mejores pasos de la celebración si acude a la Sala de Pasos del Museo Nacional de Escultura: de las 112 figuras presentes en las procesiones vallisoletanas, 42 (que forman total o parcialmente 10 pasos), casi una tercera parte, se encuentran allí.
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