Como parte de nuestro viaje por el sudeste asiático, visitamos Indonesia, donde recorrimos las islas de Bali y Lombok durante 3 semanas. Queríamos ir también a la isla de Flores, pero por motivos de tiempo, extensión de visa frustrada y problemas con la distancia y los medios de transporte tuvimos que desistir y dejar pendiente ésta y otras zonas para un próximo viaje por Asia.
De todas maneras disfrutamos muchísimo Bali y Lombok, donde recorrimos paisajes inolvidables, disfrutamos de varias de las mejores playas de nuestro viaje y comimos inesperadamente muy, pero muy bien.
Nuestro recorrido por Indonesia lo iniciamos por la popular isla de Bali, un lugar que soñaba con visitar desde que había leído el libro y visto la película Comer, rezar, amar, en el que la protagonista vivía una temporada en la parte alta de la isla, Ubud. Las expectativas eran altas y por suerte se cumplieron con creces.
En Ubud vivimos una de las experiencias más enriquecedoras del viaje, que compartí con lujo de detalles en el artículo “Un funeral en Bali” que escribí hace unos meses para la comunidad de viajeros de faro.travel
Una de las primeras cosas que hice al llegar a Ubud fue tomar una clase de cocina (la tercera de mi viaje por Asia, después de las clases de cocina Tailandia y Vietnam) donde además de riquísimos platos aprendí sobre la esencia de la comida balinesa. A pesar de que aprendí muchísimo en esta clase debo confesarles que es una de las cocinas que más me ha costado volver replicar ahora que estoy de vuelta, ya que los ingredientes no son tan fáciles de encontrar y los sabores tampoco son tan fáciles de recordar.
Al igual que en la gastronomía de sus países vecinos, la comida balinesa se caracteriza por ser variada y bastante condimentada (se utilizan muchas especias). Una comida típica incluye una porción de carne, pollo, pescado o tofu, otra porción de verduras salteadas o cocidas, acompañado de una generosa porción de arroz. También hay muchas otras preparaciones en base a leche de coco, salsa tamarindo y/o salsa de cacahuates (maní), que le aportan sabor e intensidad a la comida.
De los platos que aprendí en esa clase, uno de los que más me gustó fue el tempeh salteado. Sin duda el tempeh fue uno de los grandes descubrimientos de esa clase, ya que a partir de ese momento siempre que lo veíamos en algún menú lo pedíamos.
El tempeh es un producto originario de Indonesia que procede de la fermentación de la soja (es algo así como tofu fermentado). Es un producto rico en proteínas, con una textura firme y muy sabrosa.
Estuvimos casi una semana en Ubud, por lo que pudimos disfrutar de increíbles paseos por los alrededores, donde nos enamoramos de sus verdes paisajes, impresionantes templos, sus rincones escondidos y su gente.
Comimos realmente delicioso en varios restaurantes de la zona, y cabe destacar que no es fácil elegir donde comer ya que hay muchísimos restaurantes y todos se ven buenos. Mis favoritos fueron; Putu’s Wild Ginger (comida local, muy bien atendido por la familia que lleva el lugar) Warung Citta Ovest (pizzas al horno deliciosas), Biah Biah (comida auténtica a muy buen precio) y uno de mis favoritos Padi Organic (con vistas espectaculares a los campos de arroz, comida fresca y sabrosa).
El viaje continuó hacia las paradisíacas y amadas islas Gili (mientras escribo esto me dan unas ganas locas agarrar la mochila y partir de nuevo). Estuvimos nada más y nada menos que 7 días en Gili Air, una isla donde no existen vehículos motorizados y donde se vive la vida de la manera más relajada que he visto nunca. Si hubiésemos tenido más tiempo seguro nos quedamos un mes o más, ya que era una isla de ensueño, con bares y restaurantes en cada esquina, centros de meditación y yoga, playas preciosas donde podías hacer snorkel o buceo con tortugas y lo mejor de todo ¡es que era baratísimo!
Mis restaurantes favoritos de la isla fueron; Rubys Café, Harmony Café, Eazy Gili y Oasi Italian Pizza. En todos comimos increíble a precios que te dan ganas de quedarte a vivir ahí para siempre. Mis spots favoritos (para comer y tomar) fueron el Chill Out, donde tenían unos pinchos a la barbacoa deliciosos y Mowie’s Bar, donde probamos unos sándwiches gourmet increíbles, ambos ubicados literalmente en la playa.
El plato estrella que probamos fue el Chicken Satay con salsa de maní en Rubys Café, un plato muy típico de la gastronomía indonesia, pero que en este lugar lo hacían especialmente sabroso.
Indispensable y fiel compañera de cenas y tardes en la playa fue la cerveza Bintang, liviana y muy ligera de sabor, una de mis cervezas favoritas del Sudeste Asiático.
Nuestro viaje continuó por la isla de Lombok, una isla que hace pocos años atrás comenzó a desarrollarse turísticamente. Descubrimos el “lado B” de Indonesia, muy diferente a lo que era Bali, la población de Lombok en su mayoría (y al igual que en el resto de Indonesia) son musulmanes bastante fieles a su religión. Como el turismo no estaba tan desarrollado la inseguridad se notaba un poco más y el tema de transporte y alojamiento ya no se hacía tan fácil como antes.
Nuestra primera parada fue Kuta (Lombok), donde encontramos un lindo hotel y arrendamos moto para recorrer durante los días que estuvimos ahí sus lindísimas playas de color turquesa. Nuestra playa favorita fue Mawun Beach, no solo de Indonesia si no que del viaje entero.
En un pequeño restaurante en la playa Tanjung Aan Beach, probamos el mejor plato de Mee Goreng (noodles salteados) del viaje, el cual venía acompañado de tempeh frito, ensalada, pollo y chips crujientes por menos de 2 dólares.
Después de Kuta nos fuimos para Senaru (al otro lado de la isla) ya que teníamos ganas de subir el popular Volcán Rinjani. Fue una real odisea llegar a ese pueblo, ya que no existía “transporte para mochileros” por lo que tuvimos que tomar un bus que recorrió la isla completa antes de llegar a nuestro destino. Lamentablemente, por temas de tiempo y dinero no pudimos hacer el trekking al volcán, lo cual nos decepcionó un poco.
Nuestros últimos días en Indonesia los pasamos en Kuta, Bali, uno de los lugares más turísticos de todo Indonesia. A pesar del bullicio turístico disfrutamos mucho sus playas, sobre todo las que estaban en todo el sector de la Península de Bukit, que recorrimos en moto. Nuestros spots favoritos fueron la playa Balangan, las impresionantes vistas panorámicas del Blue Point Beach y el imponente Templo Uluwatu, construido sobre grandes acantilados.
Indonesia fue uno de los pocos países que nos dejó con “ganas de más” en nuestro recorrido por el Sudeste Asiático, y es que cuando planificamos nuestro viaje a este lugar nunca imaginamos lo complicado que podía resultar moverse de un lugar a otro. Esto no es más que la excusa perfecta para tener que volver de nuevo a recorrer todos los lugares que nos faltaron.
Los paisajes y sabores de Indonesia siguen rondando en mi cabeza y paladar como si hubiese sido tan solo ayer que estuvimos ahí. Sin duda fue un viaje inolvidable que esperamos volver a repetir.
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