Cripta Mussolini, tumba familiar con ataúdes, sarcófago de Mussolini, lugar de nacimiento de Mussolini, Predappio, Emilia-Romagna, Italia
En la cripta de la bóveda más visitada del cementerio de San Cassiano de Predappio, en la provincia italiana de Forlì-Cesena, un grupo de amigos está haciendo un gesto que, hasta el año pasado, se purgaba con una condena de entre seis meses y dos años de cárce.
Delante de una tumba de mármol, coronada por un busto blanco inmaculado y una vitrina que conserva una bota del difunto y un recipiente que, según dicen, contiene restos de su cerebro -cuyas neuronas apagaron la sinapsis hace ya 72 años-, extienden el brazo derecho a 135 grados con la palma de la mano hacia abajo y los dedos juntos. Rinden así honor al hombre que convirtió ese saludo, que los romanos reservaban para los emperadores y generales, en la marca registrada de una ideología: el fascismo. Pero el año pasado, un fallo de la Corte de Apelación de Milán estableció que el saludo romano no es delito si no se practica para hacer apología del fascismo. Quien yace aquí -Benito Mussolini- murió ajusticiado en 1945 cuando la Segunda Guerra Mundial daba sus últimos coletazos. Vaya uno a saber si descansa, tan atiborrado de banderas italianas y placas que lo veneran, junto a su esposa, Rachele, y a sus hijos Bruno, Annamaria, Vittorio y Romano.
Desde que el Duce consume en Predappio su inmortalidad -como Evita, el cuerpo padeció su propio peregrinaje macabro hasta que en 1957 fue enterrado en la bóveda familiar en San Cassiano-, este pueblo de seis mil habitantes donde Mussolini nació el 29 de julio de 1883 se convirtió en meca de nostálgicos, punto de partida de un itinerario nacionalista que incluye su casa natal y la visita a Villa Carpena, en Forlì, la casa de familia donde Mussolini se reunía con su esposa y sus hijos. Villa Carpena había sido comprada en 1914 por Rachele, la mujer que se casó con el Duce cuando ya era madre de dos de los cinco hijos que tuvieron juntos. Vendió hasta el auto de Benito para comprar la casa de dos pisos en la que ella murió en 1979.
Hoy, la villa se llama La casa dei ricordi (La casa de los recuerdos) y fue abierta al público luego de 60 años de encierro, en julio de 2001, cuando la compró el empresario Domenico Morosini. (Dentro de 30 años, se recordará más a Mussolini que a Napoleón), dijo el día de la inauguración de la villa que conserva documentos, muebles, ropa, el violín, la moto, las raquetas y los esquíes de Mussolini.
A diez euros por persona, ofrece visitas guiadas a cargo de la esposa de Morosini, Ariana. Predappio fanfarronea, además, con la casa natal de Mussolini: una construcción modesta, en piedra, donde el Duce nació en una habitación del primer piso. A fines de los años 30, la casa atraía. Hasta el rey Vittorio Emanuele III de Savoia y su hijo, el príncipe Umberto, estuvieron aquí. Pero el entusiasmo por las ideas fascistas se fue deshilachando. La gente del lugar dice que, en los años 60, visitar la tumba de Benito Mussolini era un operativo secreto, que en los 70 fue campo de batalla entre fascistas y comunistas y que, a partir de la marcha de 1983 por los 100 años del nacimiento del Duce a la que asistieron pacíficamente 5.000 simpatizantes, las visitas nostálgicas a la bóveda son discretas pero relajadas, sin presiones.
Sobre la calle principal de Predappio, Pierluigi Pompignoli ha fundado, hace tres décadas, un imperio del merchandising fascista: botellas de vino con etiquetas en cobre con la imagen del Duce, encendedores, baberos, bustos, calendarios (con imágenes inéditas). Palabras adjudicadas a Benito, chombas tricolor. Mucho negro y las tres franjas de la bandera de Italia. Nadie puede acusar a Pompignoli de apología. En 2009, la nieta del Duce, la entonces diputada Alessandra Mussolini, denunció que muestras de sangre y del cerebro de su abuelo se ofrecían por eBay a 15 mil euros. Acusó al Policlínico de Milán, donde luego del fusilamiento se le había practicado la autopsia al cuerpo, pero en el hospital aseguraron que las muestras se habían destruido en una mudanza.
Dio testimonio de esa autopsia toda su vida el anátomo-patólogo Pier Gildo Bianchi, que murió en 2006, a los 86 años, y a quien se le había asignado la noble misión de decodificar, literalmente, qué tenía el Duce en la cabeza. Fue una gran desilusión cuando Bianchi confirmó que el cerebro de Mussolini no presentaba ninguna particularidad digna de mención (Se susurraba que era sifilítico, que había tenido lesiones cerebrales y que sus delirios de grandeza, en los últimos años, eran compatibles con la sintomatología típica de una incipiente degeneración del cerebro -contaba Bianchi-. Pero más allá del hecho que pertenecía a un personaje famoso, desde el punto de vista científico su cerebro era exactamente igual a otros que me había tocado analizar). (Me llama la atención la cantidad de jóvenes que vienen a visitar la tumba del Duce o la casa en la que nació. Eso demuestra que hoy no hay figuras de referencia y por eso la juventud se vuelca al pasado). dice Carla Maria Puccini, actriz y segunda mujer de Romano, el hijo artista de Mussolini, durante la misa en la capilla de San Cassiano a la que asistieron unas 30 personas el último aniversario de la muerte del Duce. En medio de las colinas preapenínicas, Predappio se debate hoy entre estimular este tibio turismo nostálgico o transitar las fechas más sensibles en el calendario mussoliniano -29 de julio por el nacimiento, 28 de abril por su muerte y 28 de octubre por la conmemoración de la marcha sobre Roma de 1922- con bajo perfil. Tal vez como antídoto, las calles de frente a la principal llevan el nombre de dos de los más grandes enemigos que tuvo el fascismo: Antonio Gramsci y Giacomo Matteotti.
Marina Artusa