Al comenzar el año me propuse salir de mi zona de confort en cuanto a lecturas. Dejé de leer únicamente thrillers y novelas contemporáneas para intercalar entre ellas ensayos, clásicos y libros sobre desarrollo personal. Indagando en uno de los temas que más me apasionan, la fotografía, encontré este ensayo de Susan Sontag que, sin duda, se ha convertido en un imprescindible para mí. Es –junto con Una habitación propia– el libro más subrayado y anotado que tengo en la estantería, y es por eso que quiero dedicarle una entrada en exclusiva por aquí. Sé que a muchas de las que me leéis os interesa tanto la fotografía como la lectura... así que espero que esta breve reseña de Sobre la fotografía logre alimentar el gusanillo de vuestra curiosidad.
A lo largo de doscientas páginas, Sontag reflexiona de manera casi filosófica (el ensayo comienza comparando el hecho de tomar fotografías con el mito de la caverna de Platón) sobre la relevancia que ha tenido la fotografía en la vida cotidiana desde sus inicios hasta 1977, año en que fue publicado el libro. También analiza y estudia, desde su punto de vista, la obra de diversos fotógrafos como Walker Evans, Cartier-Bresson (mi favorito de todos los tiempos), Eugene Atget, Diane Arbus o Dorothea Lange.
Además, me ha parecido sorprendente la habilidad con que la autora enlaza unos temas con otros e invita al lector a reflexionar sobre cada uno de los puntos que trata. Sontag se hace preguntas, las mastica, las responde. Las respuestas que nos ofrece no son ciencia, sino opinión; una opinión perfectamente fundada y racional con la que podemos estar de acuerdo o no. Como ella misma relata, la visión fotográfica es subjetiva y el gusto fotográfico, mutable. La belleza no es inherente a nada, afirma Sontag, hay que encontrarla mediante otra manera de mirar. Personalmente –y solo a excepción de alguna cuestión concreta–, comparto las ideas de Sontag y su forma de entender la fotografía. Quizás por eso me ha gustado tantísimo este libro.
El ensayo se divide en seis capítulos a través de los cuales Sontag profundiza en lo que para ella supone el acto de fotografiar. Compara la fotografía con la poesía de Whitman, con el cine, con la pintura y hasta con el sexo. Analiza de forma tremendamente exhaustiva la fotografía como arte y reflexiona sobre la parcialidad a la hora de tomar fotografías (entendiendo que cada fotografía no es simplemente un registro del mundo sino una evaluación del mismo, ya que ningún fotógrafo retrata lo mismo de la misma manera). El segundo capítulo, titulado Objetos melancólicos –es el que más me ha gustado–, se centra en el carácter sentimental de la fotografía y en la cámara como instrumento para captar la mortalidad de lo real. En palabras de Sontag, mirar un viejo retrato, propio, de cualquier conocido, de un personaje público fotografiado a menudo, es sentir ante todo: cuánto más joven (yo, ella o él) era entonces. La fotografía es en inventario de la mortalidad. No me digáis que no es una cita maravillosa
Podría seguir hablando de este libro todo el día, pero lo voy a dejar aquí. El resto queda a la sorpresa. A poco que te interese la fotografía (o las "rebanadas no premeditadas del mundo", como en una ocasión dice Sontag), creo que lo disfrutarás. Por mi parte, estoy deseando continuar devorando los muchos ensayos que ha escrito esta autora... ¡y con que me gusten la mitad de lo que me ha gustado éste ya me daré por satisfecha!