No nos hizo falta madrugar demasiado ya que Diego se encargó de despertarnos a todos. Como el día anterior se había acostado temprano, a las 8 y media ya no tenía demasiado sueño, así que nos tomamos el desayuno con calma y para las 11 estábamos listos para empezar la visita a Oslo.
La ópera de Oslo
Empezamos en los alrededores de la estación central de tren para dirigirnos a la ópera de Oslo, y para ello atravesamos una zona en obras, ya que la ópera forma parte de un plan de reorganización del muelle que todavía está en marcha. Nos encontramos con un edificio del 2008 diseñado por el estudio de arquitectura noruego Snøhetta. Representa un glaciar que emerge del agua, por eso está formado por planos inclinados y ángulos rectos, y está revestido con mármol de Carrara por su característico color blanco. Lo mejor es que el edificio se puede recorrer completamente por dentro y por fuera, pudimos subir a las cubiertas y tener unas buenas panorámicas de los distintos puntos de vista de la ciudad.
El interior contrasta por su calidez, ya que el hall es un espacio abierto de 15 metros de altura con grandes ventanales y cerrado en el interior con un muro de madera de roble en forma de espiral que da acceso a las salas de conciertos. Información sobre el programa: http://operaen.no/en/
Centro de Oslo. El entorno del puerto
Seguimos con el paseo hacia el centro de Oslo y nos encontramos en una zona elevada antes de llegar al puerto, la Fortaleza Akershus, rodeada por murallas y con un castillo y varios museos en el interior. Un paseo no apto para carritos por el empedrado del suelo, por suerte Diego ya camina bastante, aunque no todo el día porque se cansa enseguida.
Al salir de la fortaleza bajamos al puerto, que está presidido por el ayuntamiento y la sede del premio Nobel de la paz, y continuamos hasta el museo de Astrup Fearnley, que está al final del paseo. No entramos en el museo porque Diego todavía es muy pequeño para aguantar bien la visita, pero sí nos entretuvimos un buen rato en el exterior viendo las estatuas, el parque, el muelle y sobre todo la pequeña playa de piedras donde varios niños jugaban a tirar piedrecitas al agua.
Comimos en una de las terrazas del puerto de vuelta al ayuntamiento para coger un ferry.
Península de Bygdøy
Desde Rådhusbrygga (enfrente del ayuntamiento) sale un ferry que nos lleva a la península de Bygdøy, donde encontramos varios museos imprescindibles para conocer la historia de los exploradores noruegos: el museo del Fram, el museo Kon-Tiki y el museo de barcos vikingos de Oslo.
Nosotros visitamos el museo de barcos vikingos ya que a Diego le encantan los barcos y los vikingos, ¿qué más se puede pedir? Pero me han recomendado también el museo Kon-Tiki, que trata la historia del científico noruego Thor Heyerdahl. Yo ya conocía su expedición gracias a la película Kon-Tiki, que también recomiendo.
Parque Vigeland
Lo mejor para llegar al parque Vigeland desde cualquier punto de la ciudad es coger el transporte público, ya que tanto desde el centro de Oslo como desde la península de Bygdøy, que es donde estábamos, se tardan unos 45 minutos en llegar a pie. Nosotros cogimos la línea 30 de autobús (que va a Nydalen) y tardamos unos 10 minutos hasta llegar a Olav Kyrres plass, que está muy cerca del parque.
El parque Vigeland es uno de los sitios más visitados de Oslo, y se trata de un gran museo al aire libre donde encontramos unas 200 obras del escultor Gustav Vigeland rodeadas de fuentes, puentes y jardines. Las dos obras más famosas son el Monolitten, un bloque de granito de 17 metros de altura esculpido con figuras humanas que ascienden en espiral; y el Sinnatagen, que representa a un niño enfadado.
La verdad es que puedes recorrer el parque a buen ritmo o pasarte allí el día entero. Nosotros dimos un buen paseo y terminamos la visita saliendo por la puerta principal para poder coger el tranvía número 12 y acercarnos al centro, que además a Diego le hacía mucha ilusión.
Centro de Oslo
Desde la parada del tranvía de Nationaltheatret estamos a sólo 5 minutos del palacio real, rodeado por jardines y un gran parque (Slottsparken); del Teatro Nacional, y de la Nasjonalgalleriet, visita obligada para poder contemplar el famoso cuadro de El grito de Edvard Munch.
Nosotros nos reservamos la visita más detallada para otro día ya que al fin y al cabo vivimos a tan sólo dos horas de Oslo, y dedicamos nuestras últimas horas en la ciudad a pasear por el exterior del castillo real y a recorrer las calles del centro con cafés y tiendas que a estas horas estaban llenas de gente comprando o relajándose a la salida del trabajo.
Terminamos el paseo alrededor de las seis de la tarde, hora perfecta para pensar en tomar algo o salir a cenar. Aunque la verdad es que nosotros ya estábamos tan cansados entre el paseo de todo el día y el viaje acumulado de los días anteriores, que no veíamos la hora de volver a casa. Así que optamos por recoger el coche y recorrer las dos horas que nos separaban de Porsgrunn, para celebrar el fin de fiesta con una buena cena en casa.
Más información: http://www.visitoslo.com/es/
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