El mundo busca riesgos cada vez más insospechados y difícil se pone cuando algunos de tus amigos, que tienen su residencia en países del norte, te cuentan historias llenas de peligros y de lugares únicos donde practican precisamente esos deportes llamados de alto riesgo. El caso de la llamada “caída libre” es todo un fenómeno social-deportivo sobretodo en Noruega donde los fiordos se prestan a tales experiencias de alta descarga de adrenalina.
Había visitado la zona en barco que normalmente es lo que se brinda al turismo de agencia, unos lugares y paisajes que difícilmente se olvidan, parece que se visita el fin del mundo. Los lugares en que la roca se besa con el mar de un azul oscuro debido a la profundidad, nos hacía abrir la boca una y otra vez con sus panoramas impresionantes; pero nunca se nos pasó por la mente el ir por tierra y saber qué hermosos rincones ofrecían estos gigantes de piedra que caen en picado al mar. Es en Noruega donde se encuentran esos contrastes y la tentación nos la ofrecieron gente amiga del lugar que tanto y tanto habla de los paisajes más increíbles que jamás habíamos encontrado en otros lugares. Tierras de fiordos, cada uno con su nombre, cada uno con su encanto.
La visita se hace de manera escalonada, no hay mucho visitante aún y menos que sea extranjero; ahora se está buscando ese turismo que se adentra a pie en sitios que antes eran impensables para el público en general. Los coches deben dejarse allá abajo para que no molesten la aún salvaje belleza de estos acantilados que se elevan a 1.000 metros sobre el nivel del mar. Y vamos en busca de la Roca, aquella que se quedó encajada entre las dos paredes cuando decidió dejarse caer hace no se sabe cuantos años. Y allí quedó aprisionada entre las dos, es precisamente allí a donde se dirigen estos curiosos visitantes que junto con los del lugar tiene hoy cita y permanencia en el pueblo más cercano que ofrece cabañas para llevarse unos días besando la belleza del lugar en tiempo de verano.
La subida es costosa, dura, llena de impedimentos que se solventan con buena disciplina física y con muchos kilómetros de vida pateando el suelo ya sea urbano o rural. Las losas que conforman el paisaje son algo peligrosas por los resbalones que también se puede superar con un calzado apropiado para el lugar. En eso tenemos que agradecer a las buenas tiendas dedicadas a los deportes de alto riesgo que disponen de todo lo necesario y de lo más adecuado. Peor lo tienen estos amigos noruegos que se descolgarán por las murallas verticales que besan el mar. Ellos están acostumbrados, es un deporte nacional casi rozando la locura… pero la vida es más bella cuando existen héroes para hacer posible lo imposible.
Hay varios descansos, lugares habilitados por la ordenada mente noruega para que los visitantes puedan llegar bien hasta la cima. Naturalmente el peligro está latente en el lugar y se nos es recordado en cualquier esquina. Lo mejor es que últimamente con la afluencia mayor del turismo de riesgo, se habilitan muchas ayudas para que ese afán de superarse pueden verse satisfecho. Los grupos organizadores ofrecen todo tipo ayuda, manutención, hospedaje y visita con algunos guías del lugar.
Naturalmente este tipo de turismo debe de tener una ordenada y cuidada información que se ofrece al visitante en cualquier centro próximo al lugar; y es así como la subida se hace interesante y cada vez estamos más asombrados de lo que nuestros ojos son capaces de captar a medida que vamos subiendo y acercándonos al lugar donde se encuentra la Roca de nuestros amores.
En los miradores naturales podemos captar unas fotos impresionantes salvajes donde la naturaleza es la principal protagonistas; un imposible que une mar y piedra. Los noruegos se preparan para dejarse caer por las paredes de caída plenamente vertical que tiene como meta el mar. Allá a lo lejos se ven los ferries pequeños que llevan a los turistas que visitan la zona desde mar. Nosotros ahora somos puntos lejanos que se confunden con la piedra. Y llegamos … La Roca está allí aguantada en su caída imposible; dos japoneses hacen la foto típica de alguien subido sobre ella. A mi me es imposible conseguir desafiar a la naturaleza de ese modo. Unos pocos gritan para probar el eco… las voces se pierden en la inmensidad del lugar. Los noruegos están preparados con las cuerdas colocadas en los arneses puestos para la caída al vacío. Y se descuelgan ante la mirada atónita de diez o quince personas visitantes del lugar y abajo serán recogidos por el barco contratado para dicho fin. Nosotros haremos la vuelta a pie… y difícil será abandonar el lugar puesto que es tal la belleza que no podemos dejar de contemplar los diversos rincones que tenemos la oportunidad de ver.
Tres horas después estamos en la cabaña, pensando en lo que hemos visto, aún nos quedan dos días más en estos parajes imposiblemente bellos. Los noruegos ya fueron recogidos por el barco y están a punto de llegar. Ahora tendremos la experiencia de compartir las dos caras de la Roca. Desde arriba, frente a ella y como punto de partida de la caída más impresionantemente libre que hay en el norte de Europa.
DAMADENEGRO 8/5/2009
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