El trenecito de los dioses vikingos
Veinte kilómetros de vértigo entre las localidades noruegas de Flåm y Myrdal
© Texto, vídeo y fotografías: Javier Prieto Gallego
Dicen las leyendas nórdicas que la desmesura de su fiordos se debe al descuido de sus dioses: pusieron sus manos donde no debían cuando el mundo aún estaba blando y en formación y lo que quedó cuando las levantaron fueron unos desfiladeros por los que el mar se coló sin contemplaciones, unos pasillos naturales fantásticos formados por montañas que pasan de cero a 1.500 metros de golpe, sin transiciones, las laderas son casi siempre precipicios y las cataratas más humildes serían por aquí un espectáculo de pago. Quienes los recorren quedan embobados de por vida. O al menos tan enganchados a ese recuerdo que lo tendrán siempre entre los más impresionantes.
Lo que no cuentan esas leyendas, porque habría sido mucha ciencia-ficción, es que de haber montado una feria de atracciones esos mismos dioses seguro que se habrían llevado a su Olimpo –que en la mitología nórdica se llama Asgard, la región alta del cielo en la que habitaban- el tren de Flåm. Para ellos habría sido como montarse en el Tren de la Bruja pero para los mortales que lo recorren hoy en día –más de medio millón cada año- es uno de los trayectos ferroviarios más alucinantes del mundo -si por alucinar se entiende la secuencia ininterrumpida de espectáculos naturales a los que, de no ser un oriundo de aquel valle, cuesta dar crédito a simple vista-. Así que no es de extrañar que entre unas cosas y otras –fiordos, precipicios, cataratas, túneles y otras sorpresas- el entendimiento del viajero quede afectado de por vida, tal cual le pasó a Don Quijote con sus molinos. Claro que eso mismo es lo que muchos de quienes viajan hasta allí buscan: vivir una experiencia única y tan intensa que resulte imposible de olvidar el resto de su vida.
Ferris que recorren el fiordo de Aurlandfjord, a cuyo final se localiza Flåm, una población de unos 500 habitantes. Fiordos noruegos. Noruega. © Javier Prieto Gallego
Y así empezó todo –a la historia de este trayecto entre Flåm y Myrdal, me –refiero-: por la búsqueda de experiencias intensas tras las que andaban los viajeros pudientes, ingleses y alemanes, sobre todo, que a finales del siglo XIX se llegaban hasta el final del fiordo Aurland, en el único sitio apto para estirar algo las piernas y hacer noche mientras se entregaban con fruición a la experiencia de una naturaleza desmesurada. Un lugar que en noruego dejaba bastante claro lo que era: Flåm quiere decir “lugar plano entre montañas”, tampoco había por qué andarse con rodeos. Los viajeros procedentes de aquellos cruceros sentaron las bases de una incipiente industria hotelera que enseguida entendió que su verdadero tesoro era el lugar en el que se encontraba. De hecho, la principal actividad turística después de desembarcar consistía en pasearse montado en calesas de dos ruedas valle arriba saltando de catarata en catarata hasta que no se podía llegar más allá.
El descubrimiento de aquel remoto rincón de Noruega como punto de atracción turística para bolsillos pudientes coincidió con la construcción del trazado ferroviario que, por otra parte, se estaba realizando entre Oslo y Bergen. Este trazado, que también figura actualmente entre las líneas ferroviarias más bellas del mundo, se inauguró en 1909. Y enseguida se vio que tender un ramal desde Myrdal, uno de los puntos que atravesaba el ferrocarril, hasta el fondo del fiordo, en Flåm, podía abrir una vía de comunicación de gran utilidad. En aquel tiempo pensaban, sobre todo, en el tráfico de mercancías, correo y pasajeros entre Bergen y los cruceros que recalaban en Flåm. Aquel proyecto comenzó a tomar forma en 1923.
Pasajeros a bordo de uno de los ferris que recorren el fiordo de Aurlandfjord, a cuyo final se localiza Flåm, una población de unos 500 habitantes. Fiordos noruegos. Noruega. © Javier Prieto Gallego
El reto al que se enfrentaron los ingenieros noruegos no fue menor. En primer lugar tocó escoger el mejor trazado teniendo en cuenta el gran desnivel que era necesario salvar: Myrdal se localiza a 865 metros de altitud y Flåm está 2 metros sobre el nivel del mar. En segundo lugar estaba la fuerza de una naturaleza, que era perfectamente capaz de borrar del mapa cualquier intento del hombre de abrirse paso por entre las abruptas paredes del valle, en el que las avenidas de agua o derrumbes eran tan frecuentes como en Bilbao el chirimiri. La solución final estuvo en los túneles. Transitar por el interior de la montaña eliminaba el peligro de los derrumbes y las riadas pero convirtió las obras en un Escorial nórdico que tuvo en el 20 su número propiciatorio: se tardaron 20 años en finalizar los 20 kilómetros que hay entre Flåm y Myrdal, con un total de 20 túneles de por medio. En las obras se emplearon, según el dinero disponible en cada momento, entre 120 y 220 trabajadores.
El conjunto de los túneles suma casi 6 kilómetros de longitud. Dieciocho de ellos fueron picados a mano realizando un esfuerzo titánico en el que los obreros lograban avanzar un metro al mes. La prueba de que los dioses nórdicos estaban detrás de todo esto es que, a pesar de tanta dificultad y esfuerzo, sólo se registraron dos muertes durante todo el proyecto de construcción. Uno de los túneles más espectaculares es el de Vatnahalsen, de 880 metros de longitud, que horada la montaña formando en su interior una espiral con un giro de 180 grados. Un fallo en los cálculos de los ingenieros provocó que al final las paredes exteriores del túnel fueran tan delgadas que amenazaban con romperse. La solución fue abrir ventanas en ellas y hoy es uno de los tramos más impactantes del trayecto: mientras el tren atraviesa el túnel, desde los vagones se atisba el fondo del valle al mismo tiempo que el resto del convoy ferroviario realizando la espectacular curva.
Monitor de kayak en un recorrido por el fiordo de Aurlandfjord, desde Flam. Fiordos noruegos. Noruega. © Javier Prieto Gallego
Donde los ingenieros no quisieron jugársela fue en los regates que el trazado debía realizar con el río mientras las vías van ganando altura en su trepada valle arriba. El principal problema era que, en época de deshielos, cualquier riada podría arrastrar un aluvión de piedras que hiciera añicos cualquier puente. De hecho, aunque el Flåmsbana, que es como se conoce internacionalmente a este tren, cambia tres veces de orilla, no se ven puentes por ninguna parte. En este caso, la opción elegida fue encauzar al río bajo tierra y domesticar su cauce.
El Flåmsbana realizó su viaje inaugural el 1 de agosto de 1940, aunque no comenzó a operar de manera regular hasta 1942. El viaje, en la actualidad, dura 55 minutos y realiza una serie de cortas paradas para disfrutar del espectáculo natural que asombra de otro lado de las ventanas. La más larga de todas, en la cascada Kjosfossen, donde es posible bajar durante unos minutos para ver y escuchar mejor la estruendosa arremetida del agua en su descenso hacia el fondo del valle.
Atardece en el muelle de la localidad de Flåm, en el fondo de del fiordo de Aurland.Alojamientos Fretheim Fjordhytter. Fiordos noruegos. Noruega. © Javier Prieto Gallego
Aunque el circuito completo desde Bergen puede hacerse en ambos sentidos, lo más habitual es conectar desde esta ciudad en autobús con los ferris que realizan el viaje por el interior de los fiordos hacia Flåm. Eso incluye el recorrido por un tramo del fiordo Aurlandfjord, a cuyo final se localiza Flåm, una población de unos 500 habitantes extendida sobre el fondo plano de un valle al que acotan montañas que alcanzan los 1.400 metros de altura. El Aurlandfjord es un fiordo secundario del de Sognefjord, considerado el más largo y profundo del mundo, con 204 kilómetros de longitud y 1.308 de profundidad.
De la estación de Flåm parten 9 trenes diarios hacia Myrdal en temporada alta y cuatro el resto del año, por lo que es fácil organizarse para conocer algo de esta tranquila localidad entre la llegada del ferri y la salida del tren. Pero, si se puede, hay que hacer noche en ella. Después de la partida del último tren del día es cuando Flåm da muestras de su verdadera esencia. Pocas cosas hay comparables al disfrute de un atardecer silencioso desde un rincón apartado en la orilla del fiordo: silencio e inmensidad que se funden al mismo tiempo que el contorno de las montañas desaparece en la noche. Y, no sé por qué, me acuerdo de Don Quijote velando armas antes de comenzar su aventura. La mía comenzará mañana.
El Flamsbana, el tren que realiza el trayecto entre Flåm y Myrdal, se detiene durante unos minutos para que los pasajeros hagan fotos a la cascada de Kjosfossen, la más impresionante de todo el trayecto, considerado uno de los trayectos ferroviarios más bellos del mundo. Localidad de Flam. Fiordos noruegos. Noruega. © Javier Prieto Gallego
INFORMACIÓN. Sobre Flåm y el tren, en la web www.visitflam.com. En la página oficial de la Oficina de Turismo de Noruega (www.visitnorway.com/es) encontramos información en castellano. También un vídeo que recoge el viaje completo grabado por una cámara situada en la parte frontal del tren.