De paseo por el frente
© Texto, vídeo y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Una cosa es que te lo cuenten y otra muy distinta pisarlo con tus pies. Vale que todos sabemos de la dureza de una guerra, de sus miserias, sus crueldades, sus sacrificios. Lo hemos visto mil veces y algunos, cada vez menos, guardan todavía el recuerdo de aquel julio del 36 cuando el verano se rompió de golpe en un estallido tan brutal que aún hoy, y a pesar del tiempo transcurrido, andamos recuperando memoria y tratando de colocar cada cosa en su lugar.
Por eso emociona coger el macuto del maletero del coche, el bastón, la cantimplora y el GPS y emprender el paseo que lleva desde lo más alto de Las Navas del Marqués hasta lo que fuera durante un tiempo una de las líneas del frente en aquella guerra fratricida. Ya desde el principio, pisando sobre las pisadas de quienes por causas y azares no pudieron evitar verse metidos en aquel follón tan inmenso y cruel, no cuesta nada imaginar que nuestro ánimo sería muy diferente si en vez de con curiosidad excursionista recorriéramos este mismo camino obligados a pasar unas semanas entre trincheras, fortines y búnkeres aguantando nieves o penurias y a la espera -Dios no lo quiera- de la embestida enemiga.
La ruta señalizada “Paisajes de fortines y trincheras” recorre un tramo considerable de la línea defensiva que la 71º División del frente nacional trazó en el costado suroriental de Las Navas del Marqués para repeler cualquier ataque que pudiera venirle del bando republicano por ese lado. El frente por el que discurre el paseo fue una línea crítica durante los primeros meses del alzamiento. La capital, Ávila, se convirtió de inmediato en un centro neurálgico del bando nacional, con el Cuartel General de Mola, el principal campo de aviación de la Legión Cóndor – el aeródromo “Cruz de Los Llanos”- dedicado al bombardeo aéreo de las posiciones republicanas y de Madrid, en particular, y la principal escuela de formación de Alféreces Provisionales.
Durante los primeros meses del conflicto las localidades de El Hoyo de Pinares, Navalperal de Pinares y Las Navas del Marqués estuvieron ocupadas y defendidas por la Columna Mangada, compuesta por milicianos llegados desde Madrid para evitar que el dominio rebelde de la Sierra de Guadarrama terminara en seguida con la resistencia de la capital. Pero a pesar de los esfuerzos, Las Navas acabó cayendo en manos de los rebeldes el 21 de octubre de 1936.
Es a partir de ese momento cuando comienza a construirse el anillo defensivo en torno a la localidad en prevención de un ataque que, en realidad, nunca llegó a producirse. La relativa tranquilidad con la que se vivió en este frente el resto de la guerra es una de la razones de la gran cantidad de restos de aquellas defensas que sobrevivieron al trance. Y también, según Sergio Pérez Paredes, el historiador que ha documentado el contexto histórico de lo que se recorre en la ruta, “la gran calidad de los restos conservados”. Una vez tomada la localidad y sintiéndose a salvo de un contraataque inminente, la 71º División puso dedicación y tiempo al trabajo en las trincheras, utilizando en las construcciones defensivas mucho hormigón armado y mampostería con el propósito de hacerlas lo más resistentes posible. Algo que no hubiera sucedido bajo la presión enemiga.
Entre las cosas que se aprenden en el recorrido, que cuenta con un folleto editado por el Ayuntamiento de Las Navas del Marqués y tres atriles con información ubicados en los puntos más destacados, es que la forma de construir las defensas fue muy diferente en un bando y otro. Las que recorremos hoy son el ejemplo del modelo preferido por los nacionales: una ristra de posiciones aisladas unas de otras pero con contacto visual entre ellas y posibilidad de defenderse entre sí, teniendo en cuenta que un tiro de fusil alcanza entre 500 y 600 metros. Los republicanos, por su parte, eran más dados a enlazar sus posiciones mediante trincheras.
El paseo
El recorrido, nueve kilómetros que arrancan junto al parque infantil -parque del Risco- que se extiende entre el castillo de Magalia y los restos del convento de Santo Domingo y San Pablo, en la parte alta de Las Navas, ofrece una larga lista de ejemplos de las mañas que gastaba la ingeniería militar para estos fines: posiciones defensivas que iban componiéndose a base de levantar búnkeres, parapetos, puestos de tirador y de observación, refugios y zonas de descanso o trincheras para comunicar entre sí las dependencias de cada una de las posiciones. Restos todo ellos, algunos muy maltrechos, más por el paso del tiempo que por otra cosa, pero otros lo suficientemente enteros como para provocar escalofrío solo de imaginar cómo debió de ser verse en la obligación de usarlos.
Un largo reguero de balizas bien ubicadas guían hoy esta pacífica excursión por el frente para la que se requiere buen calzado y el equipo de ataque propio de un paseo montañero: gorro, bastones, agua, provisiones… Son algo más de tres horas por terreno escarpado, a veces campo a traviesa y sin sombras, en la que viene bien contar con los rastros del GPS que pueden descargarse de la web turismolasnavas.es. Y aunque no hay peligro de que nadie nos pegue un tiro o eche el alto, sí lo hay de un buen golpe de calor en las horas centrales de un buen día de verano. También habrá que trastear con cuidado entre los cascotes, agujeros y zanjas de más de medio metro que los nacionales excavaron con tanto ahínco.
Una vez localizado el panel de inicio, en los primeros metros desconcierta la falta de indicaciones: el camino hacia este frente de ruinas y cascotes es el que baja, un poco hacia la izquierda, entre dos hileras de construcciones de arrabal -casas a medio hacer, naves agrícolas, sinfonía de ladridos…-. Aún sin balizas a la vista, un poco más adelante, es ya un camino hecho y derecho que alcanza enseguida un paso canadiense y una fuente de caño generoso -la Hoya el Moreno– donde será bueno, si no se lleva en el petate, aprovisionarse bien de agua. A partir de ahí el paseo busca, bordeando fincas y después campo a traviesa, llegar hasta el arroyo del Trampal para vadearlo por unas piedras. Ese es también el lugar al que se regresa después de realizar el circuito en el que se localizan todos los restos del sistema defensivo. Será entonces el momento de decidir si el regreso hasta Las Navas se realiza por donde llegamos hasta aquí o si se prefiere rodear los Riscos de Santa Ana siguiendo también la señalización del paseo.
EL POTE NAVERO
Uno de los platos fuertes -nunca mejor dicho- de las fiestas patronales de Las Navas, que tiene lugar la segunda semana de julio, es el concurso de elaboración de “pote navero” que se celebra en torno al convento de Santo Domingo y San Pablo. Una competición a la que concurren más de cincuenta equipos con el propósito de encontrarle el mejor punto a una de las recetas más tradicionales del repertorio abulense: las patatas revolconas, un guiso de patatas “machacás” bien acompañadas de torreznos, cebolla, pimientos verdes, laurel, tomates, sal y pimentón. El concurso tiene como remate un sobresaliente “pote navero” (500 kilos de patatas y 260 de torreznillos) con el que el Ayuntamiento obsequia a quien se quiera acercar.
INFORMACIÓN. Ruta señalizada “Paisajes de fortines y trincheras”. Distancia: 9 km. Tiempo aproximado sin contar paradas: 3 horas. Desnivel: 488 m. Folleto y tracks GPS: turismolasnavas.es. Correo: hola@turismolasnavas.es. Tel. 918 972 000 Ext. 2404.
Descarga aquí el track GPS
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