Había llegado a casa de comprar algunas películas piratas que ya había visto. Había comprado #Her y #BeforeSunrise. Ustedes se preguntarán: ¿Por qué se las compra si ya las vio? Bueno, no sé, pero hay momentos en mi rutina en las que deseo regresar a esa momento donde sentía todo. En ese momento donde no solo recordaba los hechos, sino también los sentimientos. Verlas de nuevo me hace regresar en el tiempo. Verlas me hacen sentir un poco diminuto y vacío, lo cual a veces es bueno sentir: motiva.
En fin, llegué a casa y encontré a mi papá ayudando a mi mamá: ella se había cortado el dedo. El rastro de su sangre estaba en el porcelanato de la cocina. Yo la miré y le dije: "creo que necesitas sutura, o sea, puntos". Ella respondío: "no, no, pásame el alcohol y un poco de algodón". Obedecí: es mi madre. Mientras ella se "curaba", mi papá me describía el suceso épico. Mi mamá estaba lavando los vasos y bueno, se le cayó uno. Ella ya había tenido esa experiencia: había roto mi precioso vaso de superman. La cuestión es que esta vez sus reflejos se activaron y generaron que ella choque el vaso contra una repisa para que no se cayera, pero, por cosas del destino, el vaso chocó contra una de las puntas de la repisa, lo cual provocó la fractura del vaso. Un vidrio se incrustó en su dedo y el ADN rojo solo se dedicó a apoderarse de la cocina mediante gotas.
Ella necesitaba puntos, así que la convencí o bueno, ella desistió de la idea de no necesitarlo: nunca le gusta que mi juicio gane. En fin, fuimos al doctor. Obviamente, necesitaba puntos. Entró a urgencias. Yo quería acompañarla, pero me dejaron en la sala de espera. En ese tiempo, rodeado de un clima tétrico, recordé varias cosas que había leído y me asusté: el recuerdo de la prosa de Gabriel García Marquez me aterró. Recordé que había leído un relato de él llamado "El rastro de tu sangre en la nieve". Recordé que lo había leído un domingo en el transporte público -es un buen lugar y tiempo para leer-. Recordé que ese relato me había matado un poco. La había leído hace unos meses para una clase de expresión escrita y lamentablente, me había encantado por dejarme tan petrificado al final. Recordé los sentimientos de ese relato en esa sala de espera y me asusté. No sé por qué. Los que han leído el relato saben de lo que hablo. Pero, o sea, solo era una herida mediana. Pensar en la muerte era estúpido, pero el rastro de su sangre en la cocina me hacía pensarlo. Fue absurdo, no lo sé.
No pasó nada, no se preocupen: ella solo salió algo llorosa y con cinco puntos en el dedo. Era la primera vez que le hacían una sutura. Estaba nerviosa aunque lo negaba todo el tiempo. Fue la primera la vez que la vi vulnerable. Fue la primera vez que sentí miedo en una sala de espera. Y fue la primera vez que recordé tan fuerte los sentimientos.