Aranjuez mon amour, siempre en la memoria aquellas palabras que con son íntimo sonaba en la boca de Charles, palabras dichas en la intimidad de aquellas boîtes (actuales discotecas) que en la oscuridad y el silencio hacíann bailar a las parejas, porque había que entrar emparejados.. bonitos recuerdos verdad?.
Y que sentí cuando pisé por primera vez los jardines de Aranjuez?. Quizás lo mismo que sentí cuando bailé la canción por vez primera, una sensación de cosquilleo que recorrió mi columna de arriba – abajo y al contrario… digamos que emocionadamente íntimo. Y la vista del Palacio cegó por momento mi mente ante la hermosura de su belleza. Quien le iba a decir a Juan Bautista de Toledo que sus planos tendrían tan bello resultado. Se alzaba el monumento sobre una construcción perteneciente a la Encomienda de la Orden de Santiago, llevándolo a cabo realmente Juan de Herrera con su equipo. En 1700 solo estaba levantado el espacio de la torre meridional y se iniciaba la crujía que bordeaba el patio. Más tarde con dirección de Juan Gómez de Mora se levantó el vestíbulo y la escalera principal y todo el recinto que albergaba la Biblioteca Vaticana y la Biblioteca Nacional de Madrid. En 1715 entraron a formar parte proyectos italianos y franceses representados por Jacomo Bonavia y Brachelieu y Marchand.
Durante el reinado de Carlos III se vuelve a poner en marca con mayor premura el proyecto, haciendo modificaciones en la fachada y la escalera adquiere el tono barroco europeo tan en boga en aquellos tiempos. La fachada suma dos laterales con lo que el resultado es más asombrosamente bello y adquiere ese tono tan francés también tan de moda en aquellos tiempos. Una de las alas la constituye una capilla diseñada por Francisco Sabatini que desborda italianismo por todas partes; el cariz berniano tambien queda impreso en la zona, dándole cierta seriedad al conjunto pero la belleza desborda toda regla. La escalera vuelve a tomar importancia dándosele una representación escenógráfica casi perfecta. Ahí queda para la posterioridad.
Los jardines forman el marco ideal a este tipo de palacio lo mismo que lo hace en Versalles, aunque aquí las formas son más ligeras y parecen más personalizado no tan rígido como en el francés. Naturalmente era otro clima. El Jardín de la Ontígola, el Picotajo y las fuentes hacen el adorno final de todo el entramado palaciego, un poco de paseos arbolados dan un toque romántico, íntimo que el francés no tiene. Durante el siglo XVIII y ya con dinastía borbónica se lleva a cabo un nuevo diseño del jardín más barroco, quizás para dotarlo de la majestad de otras residencias reales europeas, Y para ello se trae a Etienne Marchand, René Carlier y la familia Boutelou, la cual se convierte en intérprete fiel del mundo ideal del jardín dieciochesco siguiendo el modelo francés de Le Ntre cuya obra demuestra la perfección del genio francés en el tema de la jardinería neoclásica.
La visita se lleva a cabo con la tranquilidad que da el otoño, aquí en esta época no hay la marea humana que en el palacio francés y es fácil moverse por sus dependencias con tranquilidad, sintiendo más el ambiente, ver bien los detalles y también compenetrándose mejor con todo el aroma que parece desprenderse en cada estancia. El salón del Trono nos sorprende por la rectitud de las formar y nos maravillan los techos de las diferentes estancias. La pintura está viva y los adornos son más bello y más elegantes que en otros palacios europeos que buscando lo magistral caen en lo grotesco a nivel de pintura.
Se hace buena la visita, se puede ver la forma de vivir de la aristocracia española de la época porque es fácil percibir el olor de su mundo. Se complementa la visita a la biblioteca que no suele estar abierta siempre por motivos de mantenimiento o por ser centro de estudio de algún congreso especializado. Los lugares del servicio se hacen también interesantes y se ve la forma tan distinta que vivía el criado en este palacio en contra de lo visto en otros palacios, que nos demuestra que la vida monárquica española de aquella época quizás fuese más refinada en este aspecto, dotando al sirviente de ciertos privilegios que no tenían en otros países.
Comenzamos entrando por la puerta principal frente por frente a la Gran Escalera pintada en negro y oro de estilo rococó; desde allí entramos en la sala de Guardias de la Reina con pinturas de Lucas Jordan sobre la vida de Salomón. Los relojes franceses y el mobiliario junto con los jarrones estilo imperio destacan de una manera muy especial en este recinto que nos ambienta perfectamente a la forma de vivir de la época.En la Saleta de la Reina volvemos a encontrarnos pinturas de Jordan sobre temas mitológicos.
Se hace un alto en la Antecámara de la Música a destacar las pinturas de Solimera; un lugar donde se recibían las visitas importantes. La Cámara de la Reina fue redecorada por Isabel II y transformada en Sala de Música, destaca uno de los relojes de esta sala de la acreditada firma Geo-Grahan de Londres (esfera semicircular y calendario mensual). El tapiz pertenece a la serie Dido y Eneas con fábrica en Bruselas en el siglo XVI. En esta sala se conserva el piano regalado por la emperatriz francesa Eugenia de Montijo a la reina Isabel II.
Pasados el Ante y el Oratorio de la Reina donde admiramos mármoles y bronces de Juan Bautista Ferroni; llegamos hasta el Despacho de la Reina junto al Salón del Trono. Hay que hacer un punto y aparte en el techo que es una bóveda de estilo pompeyano obra de Maella y fijarnos en las representaciones de algunos pasajes de la Pasión de Cristo. Desde este punto accedemos al Gabinete de la Porcelana, la pieza más importante de todo el palacio: Considerada como la obra capital de la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro de Madrid. Un lugar para pasar un buen rato y poder recrearnos con cualquier detalle pues cada centímetro de esta habitación que tiende sus balcones al jardín puede hacernos perder el norte y marearnos artísticamente hablando.
Un paso más y nos adentramos en el Dormitorio de la Reina con pinturas de Zacarías González Velázquez. Conserva el mobiliario que la ciudad de Barcelona regaló a Isabel II con motivo de su boda con Francisco de Asís de Borbón.
Pasamos al Salón de Baile que ocupa el ala este que curiosamente separa los aposentos privados de la reina y del rey. Una moda muy a tono con los tiempos… Junto al Baile por supuesto estaba el Comedor Real diseñado en estilo rococó, obra del maestro Bernasconi con mármoles de Granada, Cabra y León. Por último, el mobiliario del comedor de gala, compuesto por sillas, sillones y consolas, éstas de estilo del ebanista Saumier y de la época de Carlos IV , todas de estilo Imperio.
Curioso el Gabinete Arabe, que mandó redecorar también Isabel II; está inspirado en la sala de las Dos Hermanas de la Alhambra granadina. La habitación de reducidas dimensiones fue utilizada como sala de fumar. Y hablando de fumar pasamos a las habitaciones del Rey; está decorada con una serie de cuadros de Fernando Brambilla, que representan distintas vistas de los Reales Sitios: Escalera principal del Monasterio de El Escorial, San Lorenzo desde la Cruz del Humilladero, vista del Monasterio de El Escorial con motivo de adorar los Reyes la Sagrada Forma, Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial, Galería de Convalecientes y Estanque de los monjes del Real Monasterio de El Escorial, Patio de los Reyes del Real Monasterio de El Escorial, Fuente de la Cascada Nueva en Aranjuez y Fuente de la Fama en Aranjuez que da al total de este espacio un ambiente casi alocado con tantas figuras y formas y siempre rodeado de religión.
Curiosamente entramos ahora en el Salón de los Espejos que en este Palacio adquiere también el protagonismo de Versalles. La mejor conservada dicen los expertos y quizas en la que podemos ver todo y parte de aquellos que hicieron posible este Gran Palacio decorada por Juan de Villanueva hacia 1790. El Estudio del Rey y la habitación de la Pintura China, curioso lugar donde se exponen todas las pinturas que fueron regaladas por el emperador chino de la dinastía Quin a la reina Isabel II.Para finalizar este ala pasamos por la Sala de Guardias del Rey y nos adentramos en la visita a la Capilla que es totalmente independiente del resto. Se entra por la Plaza de Parejas, construida por Francisco Sabatini en el ala izquierda añadida a la fachada de poniente del Palacio en 1798, esta capilla vino a sustituir a la edificada por Felipe II. Entre las pinturas más interesantes de la Capilla de Palacio se encuentran el San Miguel Arcángel de Lucas Jordán, en el retablo del lado del Evangelio y La Concepción situada en el altar mayor de Mariano Salvador Maella.
Para disfrutarlo en soledad sobretodo en otoño
DAMADENEGRO3/3/2009
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