Luego de ese baño de imágenes, llegamos a la capital Oslo bajo un cielo nublado y sin la moneda local, teniendo que esperar casi 1 hora y algo para que abriera la primera casa de cambios (los cuales cobran una importante comisión en cada transacción que llega a casi 9 dólares) y comer algo de desayuno.
El centro de la ciudad como los distritos exteriores comparten el mismo tipo de arquitectura, calles y sistemas de transporte (tranvía, bus). Cada distrito a su vez deja ver mayor o menos limpieza en las calles, mayor o menor número de inmigrantes y densidad de su población. La gente es muy amable y tiene buena disposición para atender al otro.
Tolerancia a la diversidad y respeto al prójimo, es la cualidad que considero más destacable de la ciudad. Es posible ver a policías con tatuajes, guardias de seguridad con piercings, oficinistas que se visten como quieren y las etiquetas como los prejuicios casi no existen.
La línea costera parte desde el Oslo Opera House y termina en un Boulevard de restaurantes de lujo con unas discretas playas con poca arena y paseos en muelles, donde la gente disfruta tomando sol. Son abundantes los carritos con dulces y golosinas, como también las performance de arte callejero, bailarines de breakdance y pintores.
Por otro lado, hay que destacar que en Noruega el verano es una gran bendición para todos sus ciudadanos, que la mayor parte del año tienen que aguantar el frío y la poca luz durante el día. Por lo que en en esta época de verano suelen salir mucho a sociabilizar y comparti con sus amistades.
Un país como Noruega hay que disfrutarlo con una visita de un par de semanas. La riqueza natural en su vasto territorio sólo se puede explorar con una suma importante de aviones y un equipaje mejor preparado que el que llevábamos para casi 21 países, nuestros próximos pasos nos llevaron a Copenhague, Dinamarca…