Hay que ponerse en la piel de un emperador que renuncia a su papel para irse a un sitio ajeno, tan sobrio y tan aislado para morir poco a poco en una cama de Yuste. Todo el esplendor de una corte fabulosa en aquellos tiempos, se traslada a la letanía de pobreza y soledad que dan las normas de Yuste en aquellos tiempos.
Y camino de Yuste las ideas se nos ponen a dar vueltas, y vemos en ese túnel del tiempo que es la memoria el lento caminar de la corte errante, los cincuenta o sesenta señores y señoras que le acompañaron, irían a ambos lados de la carroza de su emperador camino del lecho de su muerte.. quizás amenazados también por la larga mano del final.
Ya está cerca, se nota la soledad como una larga mano que te ahoga y te acaricia al mismo tiempo. Los árboles parecen llorar quizás al más grande de todos. El edificio es austero dibujado al final del camino, la iglesia también y se desdobla en dos patios con estilos diferentes (plateresco y gótico) quizás para dar más variedad a la seria visión del emperador.
La iglesia es austera al máximo, la vemos en cuanto ponemos los pies en tierra; el ambiente es frio, hasta los pájaros callan.. se nota en el espeso aire que se respira. Ahora ya dentro del templo vemos el altar mayor obra de Juan de Herrera y encargado por el hijo del emperador que se nos antoja un juego de grandeza y el techo gótico que da solemnidad a toda esa seriedad. El balcón del emperador está cerrado, allí veía el altar donde se celebraba la misa diaria. Lo único que le hacía vivir, aquejado de gota que no le permitía ni andar ya. Prueba de ésto es la silla que aún permanece allí en un rincón esperando a su dueño real. Los benedictinos estuvieron aquí, después la iglesia permaneció cerrada durante un tiempo hasta que en el siglo pasado se decidieron lavarle la cara a todo para que sirviese de ejemplo de la vida austera de un hombre que lo tenía todo y a todo renunció.
Para acomodar al emperador se construyó un palacio de dos pisos de ladrillo rojo, sin ningún tipo de adorno ni fastuosidad. En el segundo piso estaban los aposentos del emperador compuesto de un dormitorio y una sala anterior y dos salones grandes donde seguramente se alojaban parte de la corte que le acompañó al monasterio. En la planta primera estaban todas las dependencias de cocina, estancias de los criados y almacén.
El patio exterior era sencillo con fuente cuadrada al cual se podía asomar el emperador para estar en contacto con el mundo y ver la naturaleza. Hoy día de otoño, las hojas se caen a nuestro paso mientras levantamos la mirada hasta el balcón, quizás nos podemos imaginar al emperador asomado a la balaustrada con la mirada perdida en la nada.
Y entrados en el palacete nos llega el olor de la humedad de este día oscuro, visitamos la habitación o dormitorio; el mobiliario es serio y bastante humilde dada la condición de su habitante principal. Dos cuadros guardan las formas, la religiosidad queda demostrada en el balcón que le llevaba cada día a volar sin cuerpo guiado por su fe. Poco más podemos ver en este lugar seco y falto de vida. Quizás porque fue el final de un imperio y además sitio de paso de su hijo emperador también, que perdió la gloria que su padre consiguió a base de guerras y tratados. Aquí murió pero solo estuvo enterrado por un tiempo, después su cuerpo fue llevado a El Escorial para descansar eternamente.
Aunque queremos llevarnos algo espiritual del sitio, nos es difícil; creo que es más que en otro lugares especiales. Algo de enfermedad se ha quedado flotando en el aire por los siglos. Es triste el lugar, demasiado triste como lo era ese hijo nombrado por herencia que no supo conservar lo que su padre consiguió tornándolo todo negro y lleno de una enfermiza depresión.
Dicen que los sentimientos quedan en el aire de ciertos lugares, impregnan las piedras y se conservan allí durante siglos. Este es un lugar de esos…..
DAMADENEGRO 15/12/2008
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