mmmm... !!! Que bien huele; huele a hotel! ¿Habéis escuchado esa expresión alguna vez? En mi casa la usamos mucho, cuando entramos a un hotel, a la habitación y siempre huele muy bien, o cuando estamos en nuestra casa o entramos a algún sitio y huele bien, a limpio, a hotel... ese olor que nos transporta a la habitación recién hecha y limpia de un hotel ¿Sabéis a que olor me refiero?
Ni nos habíamos parado a pensar en que todos los hoteles huelen igual de agradable: limpio, fresco, cálido, acogedor... olor que a tod@s nos encanta.
Pues este es el primer paso de las marcas o cadenas hoteleras para cautivarnos con su producto, exacto, todo eso es puro marketing, consiste en capturar nuestros sentidos mediante unos elementos seductores ocultos; estoy hablando del sentido del olfato. Todo esto siempre se crea a puertas cerradas y se invierten meses enteros para conseguir el olor adecuado.
Hay demasiados hoteles en las ciudades y muchos con buenas camas o buena comida. ¿Como conseguir destacar entonces? Aquí nos dirigimos directamente al subconsciente, desatando recuerdos y emociones de una manera discreta pero muy directa porque el olfato es un sentido muy poderoso. Es una manera de venderse sin usar sonidos o imágenes pero consiguiendo los mismos resultados. Cada vez que inspiramos inhalamos moléculas de olor que son montones de pedacitos de información. El aroma tiene la capacidad de transmitir esta información que no puede hacerse de otro modo. Así pues, las cadenas hoteleras crean sus propias fragancias en laboratorios para proporcionar a los clientes una experiencia sensorial más de manera desapercibida y que solo actúa en nuestro subconsciente. Esta experiencia que se convierte en un recuerdo involuntariamente solo se manifestará en el momento que el cliente vuelva a un hotel de esa cadena.
Para crear estas fragancias se tiene en cuenta todo: desde el material con el que está construido el hotel (aceros, mármol, maderas...) cortinas, sábanas y hasta los elementos que le dan ese toque especial y distinguido. Matices limpios y frescos pero que también den una sensación acogedora; Olor a dinero, un matiz que a primeras parece desagradable pero que a todos nos gusta y por tanto hay que convertirlo en un olor agradable, montaña, pinos, agua, nieve, arena, fuego... todos los elementos se combinan según el interés del hotel y el cliente y así se crean las fragancias personalizadas y distinguidas.
El aroma invade el complejo por los conductos del aire acondicionado, de manera que no es algo concreto lo que contiene el olor, sino que el hotel en sí está caracterizado por ese aroma. Los clientes lo asimilan sin percatarse y lo guardan como un recuerdo involuntario pero sensacional.