El viernes, cuando llevé a Camilo al jardín, me encontré con la calle tapizada de los restos de la poda estacional. Entonces, en un segundo de inspiración, recordé el listón de madera que mi no-marido quiso transformar en madera para el asado y de las estrellas de hilo de mi antiguo árbol de navidad....y en el camino de regreso a casa recogí todas las ramas que pude, frente al estupor de la empleada del supermercado que me miraba incrédula desde la puerta del local.
Si afirmara que mi árbol de navidad DIY tiene ciencia, estaría faltando a la verdad. Lo único que hice fue clavar las ramas en el listón de pino y luego darle una mano con nogalina para uniformizar el color. Cuando terminé, añadí unos detalles con la arpillera sobrante de un proyecto anterior -las bolsas de juguetes que hice para Camilo- y punto. Estructura terminada. ¡Es para ustedes, mujeres de poca fe (léase: cuñada y amiga) que tocaron el orgullo maternal de esta desmesurada!
Muy satisfecha de mi creación, esperé a Camilo para decorarlo. Pero el señor, muy orondo, dijo que él esperaba un árbol de los verdes. ¡Me caigo y no me levanto! Por un momento pensé en borrarle mi apellido de la cédula...pero keep calm. Es un niño y su imaginación está nutrida de imágenes ficticias de pinos enormes, navidades blancas, renos luminosos y muñecos de nieve con gorros de lana.
Cuando la abuela escuchó la exclamación del infante, tuvo la excusa perfecta para ir a buscar el ansiado pino verde (vaya una a saber a dónde. Hace tiempo acostumbro no hacer demasiadas preguntas), las luces y los muñecos con gorrito de lana. Conclusión: el niño tiene su pino verde, yo tengo mi árbol de navidad hecho a mano. Y todos tan contentos.
Feliz comienzo de semana y gracias a todas las que llegaron de visita el viernes, en breve les devuelvo la gentileza.