México, DF, sábado 14 de junio de 2014.? No hay fecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla. Bajo esta premisa la Selección Nacional Mexicana comenzaba su andar mundialista ante Camerún. La misión no era sencilla, históricamente las Selecciones africanas no suelen ser un rival fácil, pues nunca se le había podido ganar a una Selección de ese continente en la Copa del Mundo.
Sin embargo, esto significaba una motivación extra para los 11 Guerreros Aztecas que nos representaron dentro de la cancha, y millones de mexicanos confiaban en que se lograría una victoria histórica en la máxima justa.
Mientras en Natal el Estadio das Dunas parecía una sucursal del Estadio Azteca, con inmensa mayoría Verde en las gradas, en nuestro país toda la nación se desbordó para mostrar su apoyo a la escuadra Tricolor.
Desde muy temprano las principales plazas de México se llenaron de gente para poder ver y alentar al equipo de todos; el Zócalo de la Ciudad de México se abarrotaba conforme se iba acercando la hora del partido, a escasos 10 minutos de arrancar el encuentro, ya se encontraban alrededor de cinco mil personas aglutinadas en la Plaza de la Constitución.
El Gobierno de la Ciudad de México, sabedor de la pasión que se vive en el pueblo mexicano por su Selección, colocó pantallas gigantes a espaldas de la Catedral Metropolitana, con gran respuesta por parte de los capitalinos.
La Glorieta de la Minerva en Guadalajara y la Macroplaza en Monterrey, también presentaba gran respuesta de la afición mexicana.
Puntual como debe de ser toda gran cita, en punto de las 11 horas de la mañana comenzaba la ceremonia protocolaria del gran partido que se avecinaba. La piel se erizaba al entonarse el Himno Nacional Mexicano, en las pantallas se escuchaba a miles de aficionados cantar a todo pulmón el mismo; sin embargo, existían millones de aficionados en México que hacían lo propio.
El partido comenzó y la tensión se vivía en los corazones mexicanos, que tras cuatro años de espera por fin volvían a ver a México en un Mundial. El encuentro comenzaba de gran manera para los aztecas que dominaban los primeros minutos del partido y, a su vez, cada vez se sentía más cerca el tanto para los Verdes.
La escuadra Tricolor dejaba el alma y la piel en cada balón que se disputaba dentro del campo. Tal cual lo había prometido Miguel Herrera en anteriores declaraciones, su gran esfuerzo tuvo frutos, y Giovani Dos Santos lograba el primer tanto para México.
Miles de aficionados en Natal y millones en nuestro país celebraban con gritos y porras; no obstante, el Árbitro Central colombiano, Wilmar Roldán, anuló el tanto Tricolor de manera injusta, por un supuesto fuera de lugar.
El entusiasmo de los aficionados no disminuyó y al grito de ¡México, México! siguieron alentando a su equipo, los jugadores dentro de la cancha escuchaban a la afición presente en el Estadio, pero sabían que detrás de ellos existía toda una nación que los apoyaba.
De nueva cuenta Dos Santos hizo estallar a todo el país con un gol para los suyos, pero una vez más el colegiado le quitó el tanto a los aztecas; volvió a hacerlo sin un motivo claro.
Así finalizó la primera parte, con la amargura de saber que se había hecho todo para ir ganando el partido de manera clara, pero que no se logró reflejar en el marcador.
La parte complementaria dio inicio y el encuentro continuó con la misma tónica del primer tiempo, con un México dominador y una escuadra africana tratando de responder al contragolpe.
La ansiedad comenzaba a presentarse en los aficionados, la tensión se respiraba en el ambiente, hasta que al minuto 61, tras un rebote del arquero camerunés, Oribe Peralta por fin logró el primer tanto para los mexicanos.
De inmediato venía a la mente de los aficionados aquella mañana del 11 de agosto del 2012, cuando el delantero Lagunero brilló, y al ritmo de cielito lindo, México lograba su primera Medalla de Oro Olímpico de su historia.
Así continuaron los siguientes minutos, con un cuadro mexicano dominando el encuentro. Todo era felicidad en el ambiente, de la tensión se pasó a la satisfacción de ver a su equipo ganar con justicia en la cancha.
El partido agonizaba y había un jugador cuya presencia no se había notado en el campo, y no por otra cosa, sino porque no se le había exigido: Guillermo Ochoa. El cancerbero mexicano se lanzó de gran manera y detuvo un disparo que amenazaba con meterse en el ángulo superior derecho de la portería Tricolor; era lo último que le faltaba a una gran actuación mexicana.
De esta manera transcurrieron los últimos segundos del partido, y así, con anotación de Oribe Peralta, se consumó una histórica victoria mexicana en los Mundiales con una nación desbordada por los primeros tres puntos del Tricolor en Brasil 2014.