De verdad, creía que lo hacía por mí. Pero no. Me equivocaba. Lo hacía por él.A pesar de no ser capaz de soportar su situación, que era la que provocaba la nuestra, no quería ser el parche de nadie. Lo hice para que pudiera aprender a vivir sin parches.
Pero para entonces fuí yo la que los necesité, cómo si se trataran de cigarrillos. Y cada vez me sentía un poco más vacía.
Navego cuál barca a la deriva, sin rumbo, dando tumbos.La semana pasada quedé con un amigo que acaba de titularse cómo médico, cuánto saben esos bichejos. Me contaba que, la marihuana en sí no es una sustancia adictiva, lo es la sensación que es capaz de provocar.
"Si encontrases algo que te hiciera sentir así, ni te acordarías".
Así que parece que soy adicta a cómo me hacía sentir. Salvando los momentos y las circunstancias que me obligaron a salir corriendo de ahí con lágrimas en los ojos, me volví, sin saberlo, dependiente de las llamadas tontas, de los mensajes sin sentido, del acompañante que deambula, del amante que se mete en mi cama, del caballero que me lleva a cenar, del tipo que se empeña en que veamos esa película, del novio que me abraza en el sofá. Sin nombres. Pero que siempre sea el mismo. Que no se marche. Y sobretodo, que no desee estar en otra parte, con alguien que no soy yo.