Se acabó lo que se daba. Fin de las vacaciones y volvemos a la rutina, atrás quedan cinco semanas de mar, pesca y playa. Al llegar a casa, enciendo el ordenador y decenas de correos, mensajes y novedades me ponen al día…como buen pescador caigo de nuevo en la red.
Pero lo primero es lo que primero:
En Galicia, en verano, sigue oliendo a primavera. Lo cierto es que la profusión de olores y colores todo lo invade. Las verdes montañas, el azul del mar, el olor a eucalipto, a pino, a vid, a salitre y a marusía en bajamar te sostienen, hasta el otoño, en una resplandecer de primaveras. Huele a pan fresco, a raxo, a pulpo y a vino.
Galicia huele bien y sabe mejor.
Ha sido un buen verano, estuvimos por la ría de Pontevedra y la de Arousa, en Portonovo, O Grobe y San Vicente do Mar.
Pescamos y nos bañamos, paseamos y degustamos mariscos, vinos y manjares. Vivimos la Galicia marinera que con sol es un paraíso. No se si venimos muy morenos o estamos recubiertos de escamas, pero lo que es seguro es que hubo mucha pesca, sol y mar.
Como otros años la pesca submarina fue nuestra gran diversión, horas y horas de soplar por el tubo y perseguir unos peces cada vez más esquivos. Contemplar el paisaje submarino te embelesa y el tiempo se detiene, solo vuelves a la realidad cuando tienes que respirar. Pero a caña también pescamos y mucho, desde acantilados, playas y muelles lanzamos nuestros aparejos en busca de esos trofeos llamados peces. Sargos, maragotas, pintos, xardas, robalizas y algún que otro pulpo fueron las victimas de nuestra insistencia.
Cuando la luna y el sol están alineados originan la mayor amplitud entre la bajamar y la pleamar, y si es luna llena o nueva se producen las llamadas mareas vivas. Es entonces que grandes rocas quedan al descubierto y originan unos bellos paisajes dignos de contemplar y fotografiar.
Mar rizada contra ola, al contraste el viento rola.