La Unesco la declaró en 1988 Patrimonio de la Humanidad por su significación como centro de poder ininterrumpido durante siglos y su destacado papel en la historia de Inglaterra.
Palacio Real
Este conjunto monumental, situado en la ribera norte del río Támesis, fundado hacia 1066 como parte de la conquista normanda de Inglaterra, es un complejo de varios edificios ubicados dentro de dos anillos concéntricos de muros defensivos y un foso.
El castillo se amplió en varias fases, sobre todo bajo el mandato de Ricardo Corazón de León, Enrique III y Eduardo I en los siglos XII y XIII. La disposición general de finales del siglo XIII se ha mantenido a pesar de la actividad posterior.
La Torre Blanca, que da nombre al castillo entero, fue construido por Guillermo el Conquistador en 1078, convirtiéndose en símbolo de la opresión en Londres por parte de la nueva elite gobernante.
Fue sitiada en varias ocasiones y tenerla controlada era importante para controlar el país. Tanto es así que en ausencia del monarca, el guardián de la torre es el encargado del castillo (la de guardia era una posición de confianza en el medievo).
La torre ha servido como armería, prisión, tesorería, casa de fieras, Real Casa de la Moneda, registros públicos y casa de las Joyas de la Corona del Reino Unido.
Prisión
Aunque no era este el propósito tras su construcción, al menos desde 1100 (llegó a este reducto el primer recluso del que hay constancia), el castillo fue usado como prisión. Sin embargo, sería a finales del siglo XV cuando el castillo se convirtió propiamente en prisión.
Bajo el reinado de los Tudor, la torre se usó menos como residencia, y a pesar de los intentos por refortificar y reparar el castillo, el desarrollo de sus defensas quedaron atrás por dedicarse a la artillería.
Sin embargo, el apogeo del uso del castillo como prisión fue en los siglos XVI y XVII. Cuando personajes de relevancia caían en desgracia, incluida Isabel I antes de convertirse en reina, eran retenidos entre estos muros. Este uso derivó en el dicho "enviar a la torre" como sinónimo de "enviar a prisión".
No era una cárcel cualquiera, pues se reservaba para personajes de alto rango y relevancia, entre los que figuraron reyes derrotados de Escocia y Francia, aristócratas, clérigos caídos en desgracia o convictos de traición.
Los prisioneros eran ubicados donde hubiera espacio. Mientras que algunos tenían poca libertad de movimiento, a otros se les permitía deambular por todo el complejo.
Así mismo, las condenas variaban. William Penn (el posterior fundador de la colonia americana de Pensilvania), por ejemplo, estuvo ocho meses por sus convicciones religiosas. Sin embargo, el duque Carlos de Orleans, sobrino del rey de Francia, que fue derrotado en una batalla, pasó veinticinco años en custodia intermitente hasta que se pagó un exorbitante rescate por él. De igual modo, el cortesano, explorador y escritor sir Walter Raleigh soportó trece largos años, durante los cuales escribió su historia universal (History of the World), saliendo luego en libertad temporal para ser finalmente ajusticiado.
Las ejecuciones
A veces la Torre fue escenario de ejecuciones e incluso asesinatos, como los de Enrique VI, y Eduardo V y su hermano Ricardo, de 12 y 9 años de edad respectivamente.
Sin embargo, a pesar de su reputación como lugar de tortura y muerte, solo siete personas fueron ejecutadas dentro de la torre antes de las Guerras Mundiales: Willima Hastings, barón de Hasting (1483); Tomás Moro (1535); Ana Bolena, reina consorte (1536) de quien la leyenda dice que se la puede ver pasear por la torre con su cabeza bajo el brazo; Margaret Pole, condesa de Salisbury (1541); Jane Boleyn, vizcondesa de Rochfor (1542); Catalina Howard, reina consorte (1542); Jane Grey, reina (1554) y Robert Devereux, conde de Essex (1691).
La mayoría de los criminales comunes eran ejecutados en sitios públicos como el cadalso de la cercana Colina de la Torre, en el norte del castillo, a la vista de multitudes alborotadoras. También se hicieron públicas las ejecuciones de algunas personalidades de clase alta como Tomás Moro. Sin embargo, los nobles y, sobre todo, las mujeres, eran ejecutados de forma privada en la Torre Verde, en el interior del complejo, y enterrados en la Capilla Real de San Pedro ad Vincula. Algunos de los nobles ejecutados en el exterior de la Torre están enterrados también en esta capilla.
Durante las Guerras Mundiales, la Torre se usó de nuevo como prisión, presenciando las ejecuciones de doce personas por espionaje. Después de las guerras, el daño causado se reparó y el castillo reabrió sus puertas al público.
Así, en un periodo de 400 años, la Torre fue testigo de 112 ejecuciones.
Enigma sin resolver
Tras el descubrimiento de los restos (en un aparcamiento de Leicester) del último monarca de la casa York, Ricardo III de Plantagenet, se ha reabierto la polémica sobre si el último Plantagenet asesinó o no a sus sobrinos, el efímero Eduardo V y a su hermano Ricardo, duque de York, de 12 y 9 años.
Las muertes de los dos pequeños príncipes siguen envueltas en las brumas del misterio. Una jugosa historia que refuerza los elementos del morbo que vende la fortaleza medieval a orillas del Támesis y que la ciencia podría derribar si no fuera por la oposición de la Casa Real, el Gobierno y la Iglesia Anglicana que se oponen a que se realice las pruebas de ADN a los huesos hallados.
Ricardo III fue sospechoso durante siglos de haber asesinado a los dos pequeños. La carga genética podría demostrar si los restos conservados en la Abadia de Westminster corresponden o no a los supuestos príncipes tal y como reza la urna del siglo XVII.
Tras la muerte de Eduardo IV, su hijo fue designado rey, tan sólo brevemente, puesto que antes de ser coronado, el 29 de junio de 1483, fue desposeído de la corona por su tío Ricardo, después de que se declarara que el matrimonio de Eduardo IV con Elisabeth Woodville era inválido, y por tanto la sucesión también.
Si bien tanto Eduardo V como su hermano Ricardo quedaban apartados de la corona, los que apoyan la versión del asesinato por parte del recién nombrado monarca Ricardo III, argumentan que seguían siendo una amenaza para él, y que sus rivales podrían utilizarles en el futuro para encabezar rebeliones.
Sea como fuere, lo cierto es que desde 1483, una vez que Ricardo se hubiera convertido en rey, los niños desaparecieron de la escena pública, lo que dio lugar en poco tiempo a rumores sobre su posible muerte.
Nada se pudo probar entonces, pero Ricardo no respondió a las suspicacias mostrando a sus sobrinos en público, lo que hizo sospechar entonces y aún ahora, que habían muerto en algún momento a partir del verano de 1483.
Sin embargo, Ricardo III murió dos años después en la Batalla de Bosworth durante la Guerra de las Dos Rosas, que depuso a la casa de los York y aupó a los Tudor, permaneciendo el misterio sin resolver.
La obra clave que inculpó a Ricardo III definitivamente en la muerte de sus sobrinos la escribió en 1513 Tomás Moro, que más tarde sería canciller con Enrique VIII. En Historia del rey Ricardo III, Moro atribuye la ejecución del asesinato a James Tyrell, caballero que habría actuado bajo las órdenes del rey. La versión de Moro se basaba en una supuesta confesión de Tyrell de 1502, tras haber sido arrestado por conspirar contra Enrique VII, que acababa de acceder al trono. Según Moro, Tyrell se valió de dos de sus esbirros para ahogar a los príncipes con las almohadas mientras dormían.
El relato de Moro sirvió de base para que William Shakespeare, conocido por su apoyo a la casa Tudor, y quizás el mayor artífice de asentar la versión de la culpabilidad del último rey de la casa de York durante la época isabelina con su obra Ricardo III (1595), en la que le describe como un jorobado malvado y cruel que asesina a sus dos sobrinos para eliminar cualquier obstáculo en su reinado.
Pero el golpe de gracia definitivo se produjo cuando una obra de remodelación de la Torre de Londres, en 1684, dejó al descubierto dos pequeños ataúdes, en donde se encontraron los restos de dos niños. El descubrimiento encajaba en parte con la historia de Moro y Carlos II de Inglaterra ordenó enterrarlos en la Abadía de Westminster en una urna con la leyenda de que en ella yacían los restos de los príncipes, ahogados con sus almohadas por Ricardo el Usurpador.
La sociedad histórica Ricardo III, quiere que se investiguen los hechos con las nuevas herramientas de la ciencia para esclarecer toda la verdad, pero las autoridades consideran que no es necesario.
Atracción turística
Hoy en día, la Torre de Londres es básicamente una atracción turística, quizás, eso sí, la más famosa del país. Además de los edificios se pueden ver las Joyas de la Corona Británica, una colección de armaduras reales y restos de la muralla romana. La Unesco la declaró en 1988 Patrimonio de la Humanidad.
El mantenimiento corre a cargo de la institución benéfica Historic Royal Palaces (Palacios Reales Históricos), pero su control está en manos de los Alabarderos (conocidos popularmente como Beefeaters), que actúan como guías turísticos siendo ellos mismos una atracción.
Cada tarde, estos guardias participan en la ceremonia de las llaves que asegura la Torre durante la noche, tal vez para garantizar que no ocurra lo que predice una antigua tradición que asegura que si los seis cuervos que se mantienen en la Torre desaparecieran algún día, se caería la Torre, y con ella la monarquía.