Ya está. Lo escribí. Y lo repito: "empoderarse". Ahí va la señorita, tan campante empoderándose por la vida. Debería escribirlo alguna veces más para acostumbrarme... porque resulta que hay palabras con las que tengo una relación vidriosa y conceptos que naturalmente me resultan difíciles de pronunciar. Algunos por ficticios, otros por irracionales y no descarto nunca la posibilidad del prejuicio. Te imaginarás que el "empoderamiento de la mujer" es uno de ellos. Un término acuñado por la segunda ola del feminismo durante los setenta, de los que se usan en las conferencias internacionales y van perdiendo su carga significativa por el manoseo natural del tiempo. Una palabra que en español me produce cierta incomodidad gramatical pero que, en síntesis, trasmite una idea fuerte sobre la igualdad de oportunidades, la libertad financiera y la posibilidad de que las mujeres desarrollen plenamente su potencial. Cualquier palabra que despierte tantas contradicciones es poderosa.Desafiar los límites de la comodidad.
En el sentido más amplio, el proceso intensional es un proceso de empoderamiento. Me guste o no la idea. Para re-significar aspectos vitales que perdieron intensidad, modificar los que están desajustados, cambiar los que hacen mal. Claro, no es un camino fácil de recorrer porque, tarde o temprano, se llega a ese techo de cristal que nos limita y no nos deja avanzar. Recuerdo que hace muchos años, vi una película aparentemente intrascendente. En plena ebullición mediática de los reality show, se produjo "The Truman Show". Con todos los condimentos de una comedia y un actor popular en ese entonces. La miré sin expectativas y habría sido una película más sino fuera que me impresionó el final. La historia culmina con un personaje que toca materialmente el límite de su universo conocido -un estudio de televisión. Está cansado, tiene miedo y no sabe qué o quién está detrás de la puerta que lo separa de la "realidad". Sin embargo, la cruza. Si lo pienso narrativamente, el guión reproduce tópicos del relato de aventuras, incluso alguno de los pasos del camino del héroe. Ninguna de las escenas es lo suficientemente profunda como para que la ficción deje de divertir y probablemente no sea un film memorable. Pero el gesto material de cruzar la puerta en "The Truman Show" es la imagen que acude a mí cuando pienso en hacer algo que desafía los límites de la comodidad.
Empoderarse, empoderate, empoderémonos.
Renunciar a un trabajo que te agobia, dar fin a un vínculo que te lastima, romper con las cadenas de un vicio que anula tu voluntad...Todos son gestos que comienzan con un primer paso (ese cruce del umbral de Truman). Todos son gestos que requieren que quiebres con tu "techo de cristal": esa preciosa campana que aún protegiéndote del mundo exterior te roba el oxígeno. No estoy descubriendo la pólvora si te digo que el primero, siempre es el paso más difícil de dar. Solo pensar en todo lo que significa emprender un cambio hace que dudes de tu capacidad para darle sentido sostenido a lo largo del tiempo. Hace su aparición en escena el miedo a cambiar. Ese temor a no ser capaz. A abandonar a mitad de camino perdiendo todo: lo que tenías y lo que nunca conseguiste. Y dejándote con el gusto amargo de fracasar en un empeño íntimo. Desde ya deberías saberlo, el fracaso no es una posibilidad. Solo dar el primer paso o romper el "techo" que limita tus acciones es un triunfo en sí mismo. En el medio llegarán indefectiblemente los conflictos, las dudas, los reclamos -propios y ajenos. En el camino se pierde el impulso, se recupera, se logra un hito, te sentís satisfecha de vos misma. En otras palabras: te empoderás.
Los cuatro pasos del proceso.
Más allá de mi rechazo a las listas que reducen los procesos personales a "pasos", tener conciencia de cada una de las etapas del proceso para lograr tu bienestar, puede ser un recordatorio eficaz de que los resultados no son inmediatos ni se consiguen solo con el deseo. Desear es la primera de las acciones pero si el deseo se limita la imaginación impotente...es una fuerza estéril (y muy destructiva, qué querés que te diga) Por eso pensemos simple. Pensemos en cuatro acciones cotidianas del lenguaje para iniciar el proceso por el cual asumís el protagónico de tu vida.
1- Tomá conciencia del poder de las palabras. Solo cuando reconozcas el poder de creación -o desrucción, también es cierto- de las formulaciones mentales con las cuales convivís, vas a estar un paso más cerca de conectarte con tu propio poder. Los pensamientos que se formulan con palabras de limitación, pérdida o desvalorización se traducen en miedo e inmovilidad. Si pensás en tu incapacidad y le das ese nombre, seguramente vas a ser incapaz.
2- Transformá el plural en singular. No se trata de "ellos" o de "nosotros", se trata de la primera persona del singular: yo. Yo soy la que necesito, deseo, hago. Puede sonarte radicalmente egoísta, especialmente cuando tenés una familia (este ejercicio es complejo cuando las acciones involucran lazos emocionales) pero hasta que no conjugues en primera persona...no vas a ser una primera persona. Así de simple y tonto como se lee.
3- No uses otro tiempo verbal que el presente. No se trata de que anules los recuerdos o evites proyectar tus sueños en un futuro mediato, pero intentá limitar tus pensamientos de retrospección y de proyección lo máximo que puedas. Los enunciados que empiezan "cuando logre que" o "cuando pueda..." como si el terreno de tu "poder" fuera un país extranjero y tropical que vas a visitar al jubilarte, son pensamientos que deberías limitar. Hablá en presente y antes de lo que te imaginás, vas a estar sintiendo en presente. Cuando sientas en presente, la acción es una consecuencia natural.
4- No uses la hipérbole. La exageración....esa gran compañera de todo proyecto femenino. Las mujeres somos hiperbólicas -sé que suena raro- y tendemos a la magnificación exponencial de lo que sea: palabras, acciones, emociones. Tiene su aporte positivo, no creas...sin embargo, distorsiona la forma real de tus propósitos. Formulá ideas respecto a tus proyectos personales que no tengan "ísimos" ni aumentativos de ninguna especie.
Como verás, el reconocimiento de tu propio poder empieza en el presente y sin distorsiones ni superlativos. Es un proceso lingüístico que modela la forma en la cual te enfrentás a la acción. Un clásico de la psicología cognitiva que tendrían que enseñar a todas las niñas en la escuela primaria para no seguir alentando la crianza de "nenas buenas" incapaces de asumir el protagonismo de su vida. Incapaces de empoderarse. Ya está. Lo escribí....
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